Noviercas anda desde hace mucho en mis buenos recuerdos. En su plaza compartí tertulia con hombres mayores, quizás menos que yo ahora, que me hablaron de Bécquer (que vivió allí), de cereales de invierno, de churras y merinas y de los trabajos duros de otros tiempos. Me encantó aquel pueblo, aquellas reuniones con personas recias y buenas. Nos hicimos amigos e intimidamos. Hablamos de “ese” tema que entre bromas y seriedades ocultas sirve a la gente mayor para recordar y soñar.

Como entonces yo estaba trabajando en cultivos de kiwis les dije que ese fruto era muy bueno para lo que les pasaba a ellos. Hubo muchos comentarios graciosos pero también peticiones. Les mandé “el producto” y una nota pidiéndoles que lo manejaran con cuidado. Mi amigo Benito Pérez Jarauta me dijo que no supo si había hecho algún efecto, pero que hubo mucho jolgorio y tema de conversación por largo tiempo.

La vida me llevó a otros campos pero nunca olvidé a Noviercas, ni a mis amigos de allí, ni los paisajes sorianos que siempre asocio sentimentalmente al poema “Al Olmo Seco” de Machado, ni que aquel pueblo era también un poco de Bécquer. Pienso que mi poeta preferido del romanticismo tiene algo en común conmigo: anduvo como yo por aquellas tierras de detrás del Moncayo y sintió el viento frío que llega del monte nevado. Y los dos padecimos una terrible enfermedad.

Días atrás una noticia en la tele me llenó de pena e indignó. En aquel pueblo se intenta montar una de las explotaciones de vacas lecheras estabuladas más grandes del mundo: 20.0000 vacas. Quizás los promotores sepan que van contra la naturaleza, contra los animales, contra los suelos, contra los acuíferos, contra la agricultura sostenible, contra las buenas prácticas de “agricultor viejo”, como se proclama en Soria en los documentos cuando se ceden tierras para cultivar, pero a ellos les importa un bledo nuestro planeta. Son solo del dinero por encima de todo, aunque todo se reduzca a la destrucción y a la nada. ¿Acabará este tipo de gente y su sistema haciendo negro el planeta azul?

Los animales no son máquinas. Son seres vivos que en el caso de las vacas comen raciones de volumen (¿de dónde las van a llevar y cuánto van a contaminar en el camino?), piensos concentrados y les dan antibióticos con frecuencia para producir más y más, que cagan y mean (¿dónde van a meter todas la deyecciones y sus componentes peligrosos?), que contaminan acuíferos por su concentración en una pequeña área y con un número mucho más que excesivo por superficie cultivada, que necesitan enormes cantidades de agua para beber y para limpieza de esa enormidad de pequeños cubículos donde cruelmente los tienen confinados.

Si queremos conservar nuestro planeta no permitamos que a los animales los conviertan en máquinas, como las de las fábricas en cadena, coman mucho más de lo que los suelos pueden dar donde habitan y produzcan miles de veces más de deyecciones orgánicas de las que la tierra pueda mineralizar.

Si el dinero se pone por encima de las leyes de la naturaleza algún día dejará de haber primaveras. La última será “La primavera sangrienta”, creo recordar que se titulaba así un reportaje que vi hace muchos años.