NATALIA BRAVO JASO volvió al Monte Aloia y se hizo “Fada” en sus paisaje más escondido. Buscó el árbol de su infancia y encontró el roble muerto. Le escribió una hermosa loa que transcribo:

–Ya nadie repara en ti desde que hace meses has dado la última bellota. Sabes que el hombre planifica tu tala.

“Ya no sirvo para nada”, te escuché decir.

Has sido un enorme árbol y te sentiste más grande aún cuando la vacaloura llegó para depositar sus huevos en el interior de tu agrietado tronco. Tienes pegados los líquenes de Usnea barbata que te abrigan de las heladas.

De noche, permaneces en silencio para no perturbar el sueño del lirón que te ha elegido como dulce refugio donde hibernar, tampoco quieres interrumpir la caza del cárabo ni de la gineta que con sus inquietantes ojos vigilan desde tus ramas desnudas los pequeños roedores que hacen crujir la hojarasca.

“Ya no sirve para nada”, dijo el hombre, hacha en mano, acercándose…

Pero el viejo roble, está escrito, siguió dando vida.

VERÓNICA RODRÍGUEZ PEREIRA, con su cara adornada con preciosas pecas, por lo que su hermano Miguel le llamaba VIOCAS, recorrió medio mundo hablando varios idiomas y deseando siempre volver. La pandemia, el mal momento que estamos pasando, le movió a crear algo innovador. Su hermano, gran cocinero y de reconocido prestigio, le ayudó y ella no es de las que se quedan atrás. Del pensamiento, experiencia y ayuda salió algo muy suyo que llamó, por serlo, VIOKAS. Hace días además de Tui ya se venden en Vialia, en Vigo.

Empanadillas sin sofritos solo horneadas de comida saludable, como pide la ciencia. Harinas y productos nacidos en nuestro tierra.

Es audaz Verónica y competente. Tiene buenas ayudas en su hermano, madre y tías. Va a dar mucho que hablar con sus productos en el futuro. Ya se le escucha.

ADRIÁN VILA volvió a Randufe. Yo vivo al lado del atrio de la Iglesia que estaba triste. Los niños ahora ya no juegan en esos sitios. Había un bar: O Pancho.

Hace unos años andaba por allí un chiquillo vivaz, con mucha personalidad y curiosidad por el saber. Casi no llegaba al mostrador y le ví servir alguna copa de vino. Era un chaval que se hacía querer. Un día, cuando la cabeza asomaba un poco, se fue y pasando el tiempo supimos que era todo un maestro en hostelería. Nos alegramos con sus éxitos. Aquel niño era un poco nuestro.

Ha vuelto hecho todo un profesional al Bar Pancho, ahora con un 3 añadido, para al lado de Ana Alfaya regentar el negocio donde hace muchos años el dueño le enseñó a servir vino. Ana es esa mujer que aparece en las pequeñas comunidades para ayudar, informar y ser buena portavoz entre unos y otros.

Al atrio volvió la vida de otra forma. Llegan coches desde diferentes sitios y a pie se acercan muchas personas. LAURA, mi ahijada adoptada por cariño que es un “feixe” de ternura, conoció allí el sentir aldeano y me comenta que le encanta la conversación debajo de una parra con tapas muy especiales y bebidas servidas con esmero.

Adrián me explica: “tenemos que apostar siempre por el mejor precio, el mejor producto, muchas variedades de desayunos y sobre todo con algo clave: un excelente café de diferentes orígenes.” Ahí queda eso, pienso.

Con esta gente Tui tiene futuro.