A Toxa exhibe otro modo de luchar contra el cambio climático
Alumnos de Alemania, Bélgica y O Grove escenifican en la isla los resultados de un proyecto de tintes educativos y reivindicativos

La plantación del simbólico árbol en la isla de A Toxa. / FdV

Alumnos de Alemania, Bélgica y O Grove participan desde hace meses en un proyecto conjunto en el que investigan y actúan para hacer frente a las consecuencias del cambio climático y tratar de mitigarlo.
Una iniciativa que, por ejemplo, los llevó a plantar laureles, un roble y un esqueje de la mítica «Figueira do Meco», el árbol de interés cultural que explica la historia del pueblo de O Grove.
Esta plantación simbólica en A Toxa –que se completó ayer– y las acciones complementarias llevadas a cabo son el resultado de un proyecto que, como se avanzó en FARO DE VIGO el pasado mes de junio, permite desarrollar un prototipo autónomo basado en sensores para monitorizar los efectos ambientales sobre plantas y árboles en condiciones reales.

El acto se desplegó en el corazón de A Toxa. / FdV
El objetivo no es otro que obtener información científica sobre el comportamiento y resiliencia de diferentes especies, extrayendo conclusiones sobre su resistencia al cambio climático.
Desarrollado en colaboración con el IES Monte da Vila, este proyecto internacional ha permitido actuar también en terrenos de la comunidad de montes vecinales de Vilamor-Froxán, en Folgoso do Courel (Lugo), devastados por las llamas en 2022 donde estudiantes y profesores han desarrollado este pionero proyecto de investigación forestal en bosques comunales.
Una iniciativa financiada por el programa Erasmus+ que en O Grove ha propiciado la creación de un jardín experimental en el que cultivar los robles, alcornoques y laureles que antes y después de ser trasplantados permiten recoger datos relativos a humedad, temperatura del aire y el suelo, luminosidad, radiación UV y otros muchos factores.

Un momento de la ceremonia. / FdV
Junto al Monte da Vila, los centros educativos Onze-Lieve-Vrouw-Sentatie de Sint Niklaas (Bélgica) y Laboratory School y Upper Level College, de Bielefeld (Alemania ) se encargan de evaluar, por ejemplo, si ciertas especies propias de las regiones más cálidas del sur de Portugal y España podrían «desempeñar un papel clave en el norte de España» a medida que avance el cambio climático.
Para los estudiantes alemanes todo esto supone, además, «una valiosa oportunidad para aplicar de manera práctica sus conocimientos técnicos y al mismo tiempo contribuir a la solución de problemas medioambientales», explican los organizadores.
Entre ellos la profesora Linda Bielefeld, quien detalla que este proyecto «busca mostrar que los árboles pueden ser testigos del tiempo: de acontecimientos, ideas e incluso ideologías».

La plantación reunió a alumnos y profesores. / FdV
Los define como «puentes entre épocas», dado que «el árbol no olvida», de ahí que sean utilizados «para construir una memoria viva mediante el intercambio intercultural», siendo el roble plantado ayer en A Toxa –en presencia del alcalde y la concejala de Medio Ambiente– «un símbolo de reencuentro, cooperación y diálogo».
Antes de plantar este «carballo» los estudiantes tallaron y decoraron a modo de escultura unas raíces superficiales que representan a cada escuela participante y sus pueblos. Y ayer muchos, incluido el alcalde, dejaron su huella en el lugar pintando la palma de sus manos para estamparla en la obra elaborada.
«Plantamos este roble como acto político, de protesta y de invitación al diálogo, porque somos nosotros quienes decidimos cómo y a qué queremos recordar», explica la docente.
Añade «el roble tiene una historia ambivalente: en Alemania fue cada vez más instrumentalizado desde el siglo XIX como símbolo de identidad nacional, especialmente durante la época nacional-socialista, cuando apareció en la arquitectura, la propaganda y los emblemas militares».

El alcalde fue uno de los que dejaron su huella pintando la palma de la mano. / FdV
El roble alemán «se convirtió en el emblema de una nación supuestamente pura y heroica, un símbolo ideológicamente deformado y cargado étnicamente por el fascismo».
Precisamente por eso se eligió un roble, «como árbol simbólico puede generar inquietud».
Lo que plantea Linda Bielefeld es: «¿Por qué plantar un roble cuando en algunas partes de Europa está asociado con interpretaciones autoritarias o nacionalistas?».
A lo que se responde diciendo que «plantar un roble se convierte en una forma de trabajo simbólico democrático: el signo no se abandona a su pasado nacionalista, sino que se incorpora a un diálogo europeo reflexivo en el que la historia no se reprime, sino que se recuerda y se transforma críticamente».
Termina diciendo: «No queremos olvidar lo que el roble ha representado y representa en distintos países. Queremos recordar y reflexionar críticamente, porque para construir un futuro consciente de las consecuencias del nacionalismo y el militarismo, debemos confrontar el pasado».
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