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Tribuna Libre

En memoria de María

Amanda Caminor*

En pocos días, el mundo espiritual ha vuelto a abrir sus puertas. Otro ser luminoso ha cruzado el umbral. Esta vez ha sido María, la de Carlin. Su partida inesperada nos ha dejado realmente consternados. Solo 33 años. Llena de vida, de proyectos, de luz. Es difícil comprender y aceptar algo así desde la mirada terrenal. Solo desde una comprensión más profunda del alma puede uno hallar algo de paz.

He pensado mucho en su madre, Tere. Me acerqué al tanatorio para ofrecerle mi cariño y acompañamiento, aunque solo fuera por unos minutos. Cuando la miré a los ojos, sentí su dolor como si atravesara mi propio cuerpo. Fue un instante tan profundo que me dejó sin palabras, porque no hay consuelo posible para una madre que ve partir a su hija. Entiendo que solo el tiempo y la comprensión espiritual podrán transformar ese dolor en fuerza y serenidad. Solo encuentro un poco de calma cuando recuerdo que la Tierra es una escuela, y que en ella venimos a aprender lo que es el amor. Amar significa aprender a dejar partir.

Muchos de nosotros no olvidaremos jamás a María. Era una joven llena de vitalidad, alegre, con personalidad propia. Siempre cercana, educada, resolutiva y atenta, con una palabra amable y una sonrisa consciente. Nos trataba a los clientes por nuestro nombre, y en cada visita nos regalaba algo más que una atención profesional: nos ofrecía un momento de humanidad, una breve conversación que tejía lazos.

Mis visitas a Carlin nunca fueron solo para hacer fotocopias o comprar material; eran pequeños encuentros que alegraban el día, instantes de conversación sobre la vida, sobre el mundo, sobre lo que compartimos los seres humanos.

Carlin, para mí, no ha sido solo una tienda. Ha sido un lugar con alma, la tienda de Tere y María, una de esas pocas tiendas que aún conservan el calor de lo humano, en un tiempo donde todo va deprisa y los gestos se vuelven automáticos. En lugares así, uno no compra solo cosas: uno se encuentra con personas. Y eso, hoy, tiene un valor inmenso.

Querida María, tu paso por la vida ha dejado una huella en todos los que te conocimos. Tu alegría, tu fuerza y tu presencia vital seguirán actuando entre nosotros. Tu alma ha cruzado el umbral hacia el mundo espiritual, y allí continúa su camino, libre y consciente, como una chispa de luz que sigue tejiendo vínculos con los que aún caminamos aquí.

Que la luz del espíritu te envuelva y te guíe. Sabemos que volveremos a encontrarnos, cuando a cada uno nos llegue el momento de ser llamados a ese plano en el que ahora te encuentras. Buen viaje hacia la luz, estimada María.

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