Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

La casa que abre las puertas para tener una segunda vida

Veinte años después de su apertura, la casa de acogida de San Cibrán de Cáritas Interparroquial de Arousa sigue siendo un refugio de esperanza para quienes atraviesan situaciones de exclusión o vulnerabilidad, ofreciendo acompañamiento, estabilidad y una oportunidad real de volver a empezar.

El pasado jueves se celebró un acto para conmemorar el vigésimo aniversario de la casa de acogida de San Cibrán.

El pasado jueves se celebró un acto para conmemorar el vigésimo aniversario de la casa de acogida de San Cibrán. / Iñaki Abella

Vilagarcía

En Vilagarcía, la casa de acogida San Cibrán, gestionada por Cáritas Diocesana de Santiago de Compostela – Interparroquial de Arousa, cumple 20 años de labor solidaria y acompañamiento humano. Dos décadas de trabajo constante en favor de las personas y familias en situación de vulnerabilidad o exclusión social, que han convertido este centro en un referente de apoyo, reconstrucción personal y dignidad. Desde su apertura, el 9 de octubre de 2005, 326 personas han pasado por sus instalaciones buscando un nuevo comienzo.

La responsable técnica de Cáritas, Milagros Hermida, recuerda que «San Cibrán no es un albergue, sino un recurso singular de acogida temporal, con una metodología centrada en la persona y con un objetivo claro: favorecer la inserción social y laboral de quienes llegan a nosotros». El centro ofrece atención integral, cubriendo las necesidades básicas de alojamiento, manutención y acompañamiento emocional, pero también ofreciendo orientación administrativa, educativa y profesional. «Aquí tratamos de devolverles la confianza y la capacidad de decidir sobre su vida. Hay personas que llegan rotas, y poco a poco van recuperando su autoestima y la ilusión de construir un futuro», explica Hermida.

Durante estos 20 años, San Cibrán ha sido testigo de numerosas historias de superación, pero también de los cambios sociales y económicos que han transformado los perfiles de exclusión. La coordinadora reconoce que en los últimos tiempos «ha habido un aumento muy notable de personas inmigrantes y de personas con problemas de salud mental. Cada uno llega con una historia distinta y con necesidades específicas, por lo que el trabajo debe adaptarse constantemente».

Más de 300 personas han pasado por la casa de Sobradelo en los últimos 20 años.

Más de 300 personas han pasado por la casa de Sobradelo en los últimos 20 años. / Noé Parga

Actualmente, en la casa conviven residentes de diversas nacionalidades: «Tenemos gallegos, españoles, indios, brasileños, colombianos, venezolanos, senegaleses y marroquíes», detalla Hermida. «Eso supone un esfuerzo diario muy grande, especialmente a nivel de convivencia y organización, pero también un aprendizaje constante para todos. Por ejemplo, la gestión de las comidas requiere una atención especial, porque cada religión marca sus pautas alimenticias, y tratamos de respetarlas al máximo. Es una convivencia multicultural, y nos sentimos orgullosos de poder mantener un clima de respeto y entendimiento».

La coordinadora subraya que, pese a la diversidad, el ambiente que se respira en San Cibrán es positivo y estable. «Existe una muy buena convivencia, no hay situaciones graves más allá de las pequeñas diferencias que pueden surgir en cualquier casa. Aquí vivimos como una comunidad, y ese sentimiento de pertenencia es clave para que cada persona se sienta acompañada y valorada».

El proceso de acompañamiento en San Cibrán es profundo y personalizado. Una vez que una persona accede al centro, se diseña un itinerario individualizado, con objetivos que abarcan distintas áreas de su vida: administrativa, económica, emocional, sanitaria, de autocuidado, convivencia, vivienda, laboral y relacional. Estos objetivos se evalúan mensualmente, en sesiones conjuntas entre el equipo técnico y los propios residentes. «Vemos el nivel de implicación de cada persona y también les pedimos que se autoevalúen —explica Hermida—. Hay personas que avanzan despacio y otras que logran grandes progresos en poco tiempo. Lo importante no es la velocidad, sino que cada paso sea firme y que ellos mismos sean conscientes de su evolución».

La casa está ubicada en Sobrán.

La casa está ubicada en Sobrán. / Iñaki Abella

El equipo de Cáritas está formado por profesionales de distintas disciplinas, como educadores, psicólogos, trabajadores sociales y voluntarios, que desarrollan un trabajo interdisciplinar. Esta metodología, centrada en la persona, busca acompañar más que dirigir, escuchando, orientando y facilitando herramientas para que cada residente recupere su autonomía. «No se trata solo de ofrecer techo y comida, sino de devolver la dignidad, de ayudarles a construir un proyecto de vida real», resume Hermida.

El centro cuenta actualmente con 14 plazas, distribuidas entre una unidad familiar para cuatro personas y habitaciones dobles e individuales para otras diez. Sin embargo, la demanda de acogida es cada vez mayor. La responsable advierte que una de las causas principales de esta presión es la crisis de la vivienda. «El alquiler vacacional está generando muchos problemas; hay personas que simplemente no pueden encontrar un techo bajo el que vivir. Si tuviéramos 50 plazas, las 50 estarían ocupadas. Para nosotros esto es una tragedia, porque cada semana llegan casos realmente dramáticos», lamenta. Una labor, la que se lleva a cabo en San Cibrán, capaz de dar una segunda vida.

Un mayor número de mujeres en desamparo

Una cruda realidad es el creciente número de mujeres en situación de desamparo social, un fenómeno que va en aumento y al que Cáritas intenta dar respuesta con nuevos programas y recursos. «Cada vez son más las mujeres que llegan solas, a veces con hijos pequeños, sin red de apoyo y con graves dificultades para encontrar trabajo o vivienda. Estamos adaptando nuestros servicios para poder atender mejor estas nuevas realidades», explica la coordinadora.

En cuanto a las instalaciones, Hermida reconoce que «son las mismas que hace 20 años», y que poco a poco van requiriendo mejoras y adaptaciones. A pesar de ello, el espíritu del centro sigue siendo el mismo: ofrecer un espacio humano, cálido y respetuoso donde cada persona pueda iniciar un nuevo camino.

Todo este trabajo se enmarca dentro de la campaña «Sin Hogar 2025», que promueve Cáritas bajo el lema «Sin hogar, pero con sueños», y que busca visibilizar la situación de quienes, pese a carecer de una vivienda, mantienen viva la esperanza.

Veinte años después, la casa de acogida San Cibrán sigue siendo un lugar donde la escucha, el respeto y la empatía se transforman en herramientas de cambio. «Cada persona que pasa por aquí deja una huella —concluye Milagros Hermida—. Algunos se marchan con trabajo, otros con una sonrisa o con la sensación de que alguien creyó en ellos. Eso es lo que nos mueve cada día: recordar que detrás de cada historia hay una oportunidad de empezar de nuevo».

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents