La llegada masiva de visitantes activa las precauciones en el comercio local
Algunos establecimientos han reforzado sus pólizas de seguro | La llegada de algunos turistas problemáticos ya se ha mostrado en pequeños incidentes en locales y en hurtos

La llegada del mes de julio ha incrementado el número de personas en la ciudad. | Iñaki Abella
El verano ya se deja sentir en las calles, playas y terrazas de Vilagarcía. La estampa habitual de turistas confirma lo que los datos ya anticipaban: Vilagarcía vuelve a ser un destino en auge, y el mes de julio marca un nuevo punto de inflexión en la temporada alta.
El año pasado, la ciudad recibió más de 200.000 visitantes, una cifra récord que consolida su posición como uno de los destinos más atractivos de las Rías Baixas. Sin embargo, el crecimiento turístico no solo ha traído beneficios económicos. También ha puesto sobre la mesa un escenario más complejo en materia de seguridad urbana.
Con el aumento de la población flotante y la intensidad de la actividad diaria, algunos hosteleros y comerciantes locales han comenzado a mostrar su preocupación por el repunte de pequeños actos delictivos, especialmente hurtos por descuido, situaciones vinculadas al consumo de drogas o incluso conflictos de orden público en algunos establecimientos del centro y determinadas zonas de paso.
En la popular calle Rey Daviña, una de las arterias comerciales más transitadas de Vilagarcía, algún negocio ha optado por trabajar con la puerta cerrada, permitiendo el acceso solo a los clientes que llaman previamente. «Lo hacemos para tener un mayor control. Aquí dentro entra quien conocemos o quien muestra intención clara de comprar», señala una comerciante local, que prefiere mantener el anonimato.
Otros locales han instalado sistemas de videovigilancia, espejos de seguridad y revisado sus pólizas de seguro para mejorar su cobertura ante posibles incidentes. «Este verano hemos ampliado la cobertura del seguro comercial. Nos sale más caro, pero nos da algo más de tranquilidad», apunta el responsable de una tienda de ropa de la zona.
El caso más reciente que ha generado inquietud entre el vecindario ocurrió en un céntrico hostal de la ciudad, donde una pareja de jóvenes fue desalojada tras protagonizar varios altercados en materia de seguridad. Según fuentes del establecimiento, ambos habían firmado una estancia de cinco días, pero la dirección decidió cancelar su alojamiento de forma anticipada.
Los motivos no eran menores: uno de ellos pudo ser expulsado tras detectarse que portaba documentación falsa y estaba incurriendo en un delito de usurpación de identidad. La otra persona también abandonó el lugar tras varios días de tensiones, marcados por consumo de sustancias en la habitación, comportamientos conflictivos y tráfico de drogas.
Aunque el incidente no derivó en actuaciones policiales severas, ha dejado un sabor amargo en el entorno hotelero. «Tienes la habitación ocupada, y de repente, en lugar de un cliente, tienes un problema. Y los recursos para reaccionar son limitados», explica uno de los responsables del citado alojamiento.
En los comercios del centro, los hurtos menores son motivo de resignación. «Sabemos quiénes son, entran, miran, se llevan algo pequeño… y no puedes hacer nada. Ellos conocen mejor los límites legales que muchos policías», ironiza un tendero vilagarciano. Aunque los importes sustraídos suelen ser bajos, la repetición de estas situaciones genera malestar, desconfianza y sensación de impunidad.
El ambiente es, por ahora, de preocupación contenida. No se han registrado altercados de gravedad, pero la percepción es que la seguridad «está más frágil» durante el verano. Muchos comerciantes y vecinos insisten en que sería necesario reforzar la presencia policial en zonas sensibles, especialmente en horario de tarde y noche, cuando el movimiento en las calles se intensifica y la vigilancia resulta más difícil de mantener.
Vilagarcía se enfrenta así a un reto habitual en los destinos en crecimiento: cómo gestionar la llegada masiva de visitantes sin que ello afecte al bienestar, la convivencia y la seguridad de quienes viven y trabajan en la ciudad. El auge del turismo es sin duda una buena noticia para la economía local, pero requiere, a juicio de muchos vecinos, una respuesta más estructurada en materia de prevención, mediación social y refuerzo policial.
Mientras tanto, cada negocio adopta sus propias medidas: puertas cerradas, cámaras, seguros más completos o mayor vigilancia interna. Y, sobre todo, una mirada atenta al entorno, porque en los veranos de éxito, la alegría del turismo puede ir acompañada de sombras que también hay que saber gestionar.
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