Mamady S.: «Dejé a mi mujer, a mis hijos y a mi madre porque no quise ser guerrillero y huí de Mali»

Rescate dispone de 173 plazas en el hotel Corona de ayuda humanitaria

Djiby Sall también ha logrado un contrato en empresas locales

Djiby Fall, ha conseguido trabajo en una carpintería tras dos meses de prácticas y clases de español. | Iñaki Abella

Djiby Fall, ha conseguido trabajo en una carpintería tras dos meses de prácticas y clases de español. | Iñaki Abella

Antonio Touriño

Antonio Touriño

Valga

El maliense Mamady S. y Djiby Fall, nacido en Saint Louis (Senegal) se conocideron en el hotel de emergencia humanitaria que la ONG Rescate instaló el pasado mes de diciembre en Valga, con 173 plazas, en las que se alojan sobre todo sudafricanos que se han visto obligados a huir de su país y pedir asilo o refugio en España tras soportar circunstancias realmente penosas.

Quizás los casos de Mamady y Djiby sean los de menor gravedad dentro de la emergencia humanitaria derivada de la crisis de los cayucos, lo que no quiere decir que no hayan sufrido lo indecible desde que han tenido que abandonar su casa y, sobre todo, a su familia; pero también porque aún temen, con pavor, a las mafias que les han ayudado a dejar atrás sus países inmersos en conflictos o de la miseria.

Compleja trayectoria

Cierto que sus historias son mucho más «blancas» que la de varios de sus compañeros de Valga, alguno de los cuales todavía no ha superado graves escenas porque han matado a sus padres o hermanos delante de ellos y, claro está temen por su vida; o la de otros compañeros que prefieren no relatar en primera persona ante los medios de comunicación que «han sido captados por la guerrilla», aunque luego se hayan podido escapar aún a riesgo de muerte; básicamente porque piensan que pueden ser descubiertos.

Sin duda, la vida de Mamady y Djiby tampoco ha sido sencilla, pero esperan que este 2025 sea el año en el que sus vidas cambien de rumbo, tras seis meses acogidos por Rescate en Valga, que en este tiempo les ha facilitado cursos deformación profesional que les permitió encontrar su primer trabajo en España como también conocimientos de la lengua española, que hablan ya con cierta fluidez y les da manejo en su día a día.

Una situación al límite

Mamady, es de la gran región de Kayes en Mali. Tiene 33 años y antes de trabajar completó los estudios de Secundaria en su país. «Abandoné las clases porque mi padre no tenía recursos. Tuve que trabajar en el campo y hacer negocios en el campo». Hasta aquí parece todo perfecto, una vida sin demasiados tropiezos, ya que incluso llegó a casarse y pudo formar su propia familia que ahora quiere traer a España. Pero en 2022, «la guerra empieza en mi país y los yihadistas entran en Yelimane, el pueblo que está encima del mío», explica con voz baja y entrecortada. Se entiende que no quiera posar para las fotos. Aún tiene miedo.

«Empezaron a atacar por ahí, a quemar las casas, a matar a algunos chicos y a captar a todos los hombres de más de 27 años, que son los que ellos necesitan para sus propósitos», se lamenta.

«Quieren que formes parte de sus organizaciones, que seas un guerrillero más. Si tu no aceptas, te matan», sin compasión. «Así que», añade, «me he escapado para buscar ayuda y no ha sido ni es fácil los siguientes dos años».

Primer intento en Mauritania

Sin saber en qué mes, Mamady S. explica que se fue de su casa y «empecé a subir». «Habían entrado en el pueblo y me tuve que marchar a Mauritania», donde creyó que podría labrarse un futuro. Pero tampoco allí se encontró un camino de rosas. «Quise buscar ayuda en Mauritania pero no era fácil.Mi idea era trabajar de lo que fuese, pero como eres ilegal lo tienes muy dificil, porque allí encuentras qué hacer pero al final no cobras», simplemente por el hecho de que son ilegales.

Recuerda como un chico le subió al coche para ofrecerle trabajo en el campo. «Allí también estaba sin regularizar y no conseguía dinero pese a trabajar porque tú me puedes decir trabajas mañana, y lo haces pero ya no vuelves a saber nada de quien te contrató y ya no te pagan lo que hiciste».

La policía, otro obstáculo en el camino

Pero no acaba ahí su mísera existencia pues hasta la policía, «si te ve en la calle y no tienes documentos te va a llevar a la cárcel», por que no les queda otro remedio más que buscar cobijo en otro continente y España era el país más cercano. En 2023, cuando se declaró la emergencia humanitaria, era a través de las Canarias, donde se multiplicó el drama de los cayucos; ahora son las Baleares, pero sobre todo, llegan a través de Barajas, explican en la ONG que les acoge.

«Pensar en volver a mi país ahora, es imposible», afirma Mamady, pues si la guerrilla me encuentra «voy a encontrarme con serios problemas».

Y teme también por su familia que se ha quedado en Mali. «Allí están mi mujer, mis dos hijos, uno de siete años y otro menor; y mi madre. He dejado mucho atrás por lo que si consigo medios voy a intentar traerlos a España».

El primer trabajo remunerado

«Si es posible los voy a traer aquí», insiste satisfecho tras encontrar esta misma semana un trabajo que le va a permitir tener un sueldo digno para independizarse. «Voy a trabajar la próxima semana en una carpintería de lacados de aluminio, Bricomal, de Padrón», un puesto que consiguió gracias al aprendizaje que le proporcionó Rescate tanto sobre el oficio que desempeñará como a la hora de ponerse a buscar un trabajo. «Yo lo encontré en «Infojobs», donde subió su currículo, explica en un español bastante correcto.

«De la empresa me llamaron hace una semana. Es mi primer empleo, aunque también hice prácticas en un almacén de Caldas de Reis.Hicimos prácticas dos meses tras un curso de formación de Eurotec que impartió Acción contra el Hambre, en el edificio de Marconsa, en Caldas.

Emigrar por un futuro mejor

La historia de Djiby Fall es bastante más parecida a la emigración de los españoles el pasado siglo, pues su idea es encontrar un futuro mejor al que le esperaba en su país.

Djiby posa en uno de los bancos del hotel en el que reside

Djiby posa en uno de los bancos del hotel en el que reside / Iñaki Abella

«Tengo 28 años y nací en Saint Louis, la capital de Senegal, una ciudad que fue francesa», explica para demostrar que fue estudiante de Geografía en la Universidad sudafricana.

«Acabé los estudios y quería hacer el máster en Geografía. No lo pude realizar porque mis padres no se lo podían permitir, ya que somos siete hermanos; yo soy el tercero de ellos y todos tenían la misma pretensión de estudiar», indica.

Ante tal situacion, explica Djiby Fall, en 2022, «empecé a trabajar en una fábrica de piensos, con la idea de ahorrar dinero para poder viajar y sacarme la visa».

Conseguir una visa para viajar

Un año más tarde cambia de trabajo y se pasa a la agricultura, llegando a regir un pequeño negocio de cría de pollos, hasta 2024, con lo que tampoco cubría sus expectativas. Así, como le gustaba viajar y su intención era la de conocer mundo decidió dar un giro radical a su vida, a sabiendas de que se iba a gastar una fortuna en la aventura que pretendía vivir fuera de su país.

Gracias a los ahorros de su corta vida y sin contar con el respaldo económico de la familia emprendio la marcha del país a sabiendas de que «era muy caro y conseguir la visa era complejo, hasta incluso conseguir un crédito iba a ser muy difícil». La visa en Europa es muy costosa y difícil de conseguir, explican en la organización.

Un "contacto" en España

Por eso, su primer paso fue viajar a España. «Tenía un contacto de una persona que organiza los viajes desde el Norte de África y ese amigo me gestiona el pasaje». Fue muy caro pero decidió «invertir el dinero que ahorré pues mi familia no sabía nada; lo había mantenido en secreto». «Ahora mis padres ya lo saben, pero aún están muy disgustados porque me fuí, pero espero poder volver algún día y verlos», agrega con cierto pesar.

Djiby durante su conversación con FARO

Djiby durante su conversación con FARO / Iñaki Abella

Actualmente trabaja en Tecmodel, una carpintería metálica de Pontecesures. Afirma que aprendió el oficio gracias al curso de formación de mozo de almacén en el que aprendió «a empaquetar, a preparar los pedidos...». En estos momentos «ya llevo un mes trabajando y los dueños están contentos conmigo y yo con ellos».

Y es que el trabajo que le encomiendan es mucho más llevadero que en su país. «Se puede hacer mucho más fácilmente que en África, porque la forma de trabajar es muy diferente con menos horas, además de que es menos cansado porque la maquinaria es una gran ayuda diaria».

Buscar novia y formar una familia

Su idea para este año es independizarse. «Claro que quiero irme del hotel y encontrar un piso, una novia y me apetece poder ayudar a un hermano que me gustaria que viniese a España. A mi padre y a mi madre no los podría traer porque ya son mayores», expone con la nostalgia y cierta dosis de resignación y preocupación, pues «yo no huí por ningún conflicto, sino que mi objetivo es encontrar una vida mejor».

Y ese es el objetivo de Rescate, organización que en Valga ofrece 173 plazas para encauzar la vida de personas que huyen de un verdadero drama, de la tragedia del continente más pobre de la Tierra y que afecta sobre todo a personas muy jóvenes, de poco más de 18 años que escapan de guerras realmente cruentas. De países en los que las guerrillas «arrasan con todo por donde pasan»; la vida de las personas no tiene ningún valor. El primer mundo está obligado a darles una respuesta.

Oumar Kande: «Aquí en Valga, soy feliz»

Apenas lleva semana y media haciendo prácticas en Sagasta Cuatro Estilistas, en Pontecesures, pero Oumar Kande ya es uno más. La propietaria del negocio, Uxía González, y su equipo de peluqueras lo han acogido con los brazos abiertos y se deshacen en elogios cuando hablan del joven senegalés, de 23 años. «É unha marabilla», asegura Uxía. «É moi risueño, moi traballador, moi ordenado, moi atento e moi tímido», enumera entre risas, y con visible orgullo, la dueña del local, donde Oumar estará de prácticas hasta el próximo día 28, explicaban en un reportaje publicado por El Correo Gallego, del mismo grupo editorial que FARO DE VIGO.

Desde su llegada a Valga, Oumar no ha perdido el tiempo. Con la ayuda de Rescate se matriculó en un curso de peluquería en una academia privada. Tras tres meses de formación en el centro, el pasado 28 de marzo iniciaba su período de prácticas en el negocio de Uxía. Allí, como confirma la propietaria, «fai absolutamente de todo, como calquera de nós».

Dice la estilista que el joven tiene «moita man» con las tijeras y que, desde su llegada al local, le ha tocado sobre todo atender a los clientes masculinos, aunque una de sus tareas preferidas es secar una buena melena. «Facer ondas encántalle», detalla Uxía.

«Quen nos vai ensinar é el a nós, xa non sobre o traballo, senón sobre a vida. Imos aprender moito del. Tivemos moita sorte», afirma la estilista, que no quiere «nin pensar» en el día en que Oumar finalice sus prácticas. «Vaime dar tanta pena... Pero imos intentar axudalo no que poidamos. Iso témolo clarísimo», asevera.

Desde el principio Oumar tuvo claro que quería seguir formándose para poder trabajar y vivir en Galicia. Lo cierto es que ya en su país natal ejercía el oficio por el que ha seguido apostando tras llegar a España.

Con cierta dificultad, pues no domina el idioma, cuenta que se fue de Senegal tras la muerte violenta de su padre, que era imán al igual que su abuelo. Pasó cuatro años en Marruecos, donde trabajó de peluquero y en un aparcamiento de coches. Allí surgió la oportunidad de viajar a España en patera. «Estivo traballando nun sitio onde non lle pagaban un salario, senón que lle prometeron facerse cargo dos gastos do desprazamento», relata Uxía.

De un día para otro, lo llamaron para emprender el penoso viaje y, con sus compañeros de periplo, pasó tres días en el mar hasta que Salvamento Marítimo localizó la embarcación. De Lanzarote viajó a Tenerife. De allí a Madrid y, de la capital, a Valga, donde espera haber encontrado un hogar. «Aquí soy feliz», asegura el joven migrante. Tanto que hasta disfruta del clima gallego, tan distinto del de su país de origen. «Llueve mucho, pero me gusta», asegura. Con su documentación ya en regla —está empadronado en Valga y cuenta con tarjeta sanitaria— Oumar espera poder encontrar un empleo en la zona de Valga.

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