Cien años a vueltas con la plaza de Cambados

2026 podría ser el año de la obsoleta plaza de abastos de Cambados. La última vez que se tocó fue hace 43 años, casi el mismo tiempo que la villa tardó en lograr un mercado que, entre unas cosas y otras, lleva cien años siendo una preocupación, como atestigua un estudio del historiador Javier Montero

Limpieza de pescado
en el muelle, años 20.

Limpieza de pescado en el muelle, años 20.

Cambados

Cambados conserva en la plaza de abastos una tradición que se remonta al siglo XVII: la del mercado diario de pescados y hortalizas. En resumidas cuentas, es un símbolo que lleva una década de plena actualidad por los problemas del proyecto para construir otra más moderna, pero increíblemente no es nada nuevo: en los últimos 100 años ha sido objetivo de hasta seis diferentes y va camino del séptimo.

El historiador del Arte y técnico municipal de Patrimonio, Javier Montero, firma una investigación sobre sus orígenes y desvela que el primer intento data de 1908. El viejo muelle en forma de T aún estaba en obras y hacía años que la localidad quería levantar un mercado de contratación en lo que era una marisma, porque «las pescaderías al aire libre, como hoy se mantienen, resultan antihigiénicas, incómodas e insoportables en días de temporal tan frecuentes en estas costas». Así rezaba la memoria del primero.

Según el experto, se tiene constancia de que «incluso mucho del pescado desembarcado se limpiaba y vendía en el propio muelle, inaugurado en 1910». Pero cuenta que el gobierno local no tenía ni los terrenos ni la financiación y no lo volvió a intentar hasta 1925.

Rellenos en el viejo muelle, en los 60.

Rellenos en el viejo muelle, en los 60.

Las autoridades locales hasta hicieron una estimación de que podrían recaudar 32.850 pesetas de impuestos por la venta de pescado y amortizar un posible préstamo, que nunca fue concedido porque la situación de las arcas municipales «no es todo lo brillante que deseáramos para que las instituciones crediticias nos brindasen el apoyo monetario necesario». Así que, aunque logró una concesión para ocupar terrenos marítimos, el proyecto se guardó en un cajón.

El segundo llegó en 1940, era del ingeniero Rafael Picó y aún se conserva. Así nacía el conjunto de la plaza, la lonja y el matadero y cuando los muros y la cimentación estaban hechos, el dinero se agotó y el Concello apostó por transferir el de la rula al pósito de pescadores San Antonio, que en 1946 ya la tenía a pleno funcionamiento.

Edificio original, que fue
inaugurado en 1949.

Edificio original, que fue inaugurado en 1949.

Por aquel entonces ya se habían realizado algunos de los rellenos y se subastaron espacios donde se asentaron industrias conserveras hoy desaparecidas como Peña, Alasá, Galbán… Y también pequeños astilleros y talleres que hipotecaron la fachada marítima hasta la gran reordenación ejecutada a partir de los años 90, como recuerda Montero en su informe.

«Intereses bastardos»

La Administración local ya podía centrarse en la «aspiración casi eterna de este municipio», impedida por temas económicos y algunos «intereses bastardos», que no especifica en el escrito rescatado de los archivos por el historiador. Cambados ya iba a por el tercer intento: «De la necesidad de la obra no hace falta hablar. La plaza de abastos actual que se celebra al aire libre en Fefiñáns (…) es una vergüenza para la villa (…). Los vendedores expuestos a la furia de los elementos (…). Los compradores lo mismo. Las condiciones higiénicas de las instalaciones nulas. Todo por los suelos y todo mezclado. La situación excéntrica, en uno de los extremos del pueblo».

La solución financiera encontrada fue que una empresa privada gestionara la explotación durante una década y aunque hubo pugnas con los licitadores y vecinos contrarios a abandonar Fefiñans, que, según Montero, hicieron «peligrar una vez más el ansiado proyecto», cuarenta años despuésdel primer intento, en febrero de 1949, Cambados inauguraba su plaza de abastos. Su diseño, obra de Álvarez Sala, se mantiene hoy casi intacto, con su fachada de cierta monumentalidad de dos arcos, siendo lo más significativo de una «arquitectura de marcado carácter funcional, en la que primaba la racionalidad y sobriedad constructiva», como analiza este historiador.

Una nueva en los 60

Pero pronto se quedó pequeña y los puestos de venta se dispersaban en el exterior, por los aledaños, dando una imagen que también disgustó y a finales de los años 60, el Ayuntamiento se planteó construir una nueva, pero era tan costoso que lo descartó. Fue una década después cuando optó por su reforma y la encargó a Elías Oubiña Búa, quien en 1982 le dio la segunda planta y habilitó unos soportales laterales abiertos para puestos del mercadillo y que en 1998 se cerraron para convertirlos en las tiendas que son hoy.

La situación sonará a vendedores y compradores de 2025, pues es muy similar a la actual. El cuatripartito tiene que modificar el proyecto presentado hace justo diez años para edificar un nuevo mercado, que nunca dio más pasos que tirar la vieja lonja para situarla en su lugar, debido a la agónica tramitación en la Xunta del plan especial de ordenación portuaria y luego los problemas con Costas.

El principal problema es que el presupuesto de 3 millones hoy será del doble y lo ve sobredimensionado, así que no descarta otra rehabilitación, algo que gusta a las administraciones superiores que han comprometido su financiación -autonómica y estatal-. Así que 2026 podría volver a ser un gran año de una cuestión que, entre unas cosas y otras, lleva siendo una «preocupación social ya desde el siglo XIX».

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