La Relojería Jiménez pone fin a su tiempo tras 70 años de buen comercio

Después de casi siete décadas de historia, la Relojería Jiménez bajará definitivamente la persiana en diciembre. Pepa Jiménez pone fin a una vida entera entre relojes y clientes, en un cierre por jubilación que deja huella en la memoria comercial de la ciudad.

Pepa Jiménez parará para siempre en diciembre el reloj de su vida laboral. |  Iñaki Abella

Pepa Jiménez parará para siempre en diciembre el reloj de su vida laboral. | Iñaki Abella

Vilagarcía

La cuenta atrás ha comenzado para uno de los negocios más emblemáticos de Vilagarcía. Y es que Relojería Jiménez cerrará sus puertas definitivamente a finales de este año. Su responsable, Pepa Jiménez, se jubila y con ella finaliza una historia comercial de 69 años. Una historia que es también la de su vida, la de su familia y la de una ciudad que fue testigo de como crecía, evolucionaba y resistía este pequeño pero sólido negocio familiar.

«Se termina una etapa. Con mucha pena y mucha tristeza. Me gusta mi trabajo», dice Pepa, con voz serena pero cargada de emoción. No es fácil despedirse de algo que ha marcado su rutina diaria desde que era una adolescente. «Empecé a trabajar con 13 años», recuerda. Y desde entonces no ha dejado de estar detrás del mostrador, atendiendo con profesionalidad, paciencia y una sonrisa.

La historia de la platería y relojería Jiménez comienza en 1956, en las galerías de Arcebispo Lago. Allí, Enrique Jiménez Pérez y su esposa, Fita Domínguez, abrieron su primer establecimiento. El negocio creció y se trasladó a la plaza de O Castro. A ese primer traslado le siguió una ampliación en 1980, cuando el 21 de diciembre se inauguró una segunda tienda en las galerías del edificio Casino. Ese local lo gestionó Pepa desde el inicio. Más tarde se incorporó su hermano Javier, que tras terminar la carrera de Óptica, sumó una nueva rama al negocio antes de independizarse y abrir su propio establecimiento. Mientras tanto, el padre y el hermano mayor, José Enrique, continuaron en el local original hasta que también se cerró y José Enrique se trasladó de tienda para trabajar junto a su hermana.

Pepa Jiménez reconoce que sentirá tristeza cuando cierre, pero también afronta ilusionada su nueva etapa.

Pepa Jiménez reconoce que sentirá tristeza cuando cierre, pero también afronta ilusionada su nueva etapa. / Iñaki Abella

La familia mantuvo viva la empresa durante décadas, enfrentando cambios económicos, nuevas tendencias de consumo y la llegada de internet. Cuando José Enrique falleció en 2018, Pepa quedó sola al frente. A pesar de las dificultades, decidió continuar. Por convicción, por amor a su trabajo y por respeto a una clientela fiel que la ha acompañado toda la vida.

Durante estos 45 años en el local del Casino, Pepa ha sido testigo de una Vilagarcía que ha cambiado radicalmente. «He visto épocas maravillosas, y también malísimas. Las experiencias han sido casi todas buenas; las malas fueron pocas», comenta. Y añade con su característico sentido del humor: «Tuve suerte con los amigos y los clientes… y también con los enemigos».

Su tienda no era solo un punto de venta. Era un lugar de encuentro. Por allí han pasado abuelos, padres e hijos. Familias enteras que confiaron en ella para comprar una joya, reparar un reloj, buscar un regalo especial... «Antes, cuando la gente se casaba, quería relojes y marcos de plata en sus casas. Hoy en día, todo es minimalista», explica con nostalgia. El auge del comercio online tras la pandemia también supuso un duro golpe para el comercio tradicional. «Desde la pandemia, lo de internet ha sido horroroso. La gente se quedó en casa y empezó a comprar todo por ahí».

Por sus manos han pasado miles de relojes durante toda una vida dedicada al sector.

Por sus manos han pasado miles de relojes durante toda una vida dedicada al sector. / Iñaki Abella

A pesar de todo, Pepa sigue creyendo en el futuro del pequeño comercio. «Creo que va a resurgir. El tú a tú, el poder explicar y enseñar la mercancía, volverá. Es un ciclo. El pequeño comercio da luz a cualquier ciudad».

El cierre de la Relojería Jiménez no es solo el final de un negocio. Es el fin de una forma de hacer comercio: cercana, familiar, artesanal. «Me quedaré muy triste cuando cierre la puerta por última vez. Empezaré a cambiar mis hábitos de vida y mis rutinas, pero es lo que toca. Empieza una nueva etapa y tendré más tiempo para disfrutar de la familia», asegura. Ninguno de sus hijos ha querido seguir su camino, y lejos de lamentarlo, Pepa lo comprende: «Ser autónomo es muy esclavo. No quiero esa vida para ellos».

Hasta diciembre, la tienda permanecerá abierta en periodo de liquidación. Y cada día que pasa, aumenta el número de clientes que se acercan, más que a comprar, a dar las gracias. A compartir recuerdos. A despedirse de una mujer que durante décadas ha sido parte de sus vidas.

El legado de Pepa Jiménez y su familia no se mide solo en relojes vendidos o alianzas grabadas. Se mide en confianza, en cariño, en una forma de entender el comercio que pone en el centro a las personas. Su nombre queda grabado en la memoria de Vilagarcía como símbolo de constancia, dedicación y vocación.

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