El café capaz de inspirar el objetivo fotográfico
Compartir el placer que genera la fotografía, entender y plasmar aquello que recoge cada imagen y conocer a la cámara en todo su potencial, son solo algunas de las bondades de las que disfrutan los asistentes al «Café Fotografico». Quien se quiera sumar a la iniciativa no tiene más que hacerlo.

Componentes de esta iniciativa durante una de sus reuniones en O Piñeiriño. / FDV
Lo que empezó como una reunión ocasional de amigos con afición por la fotografía, se ha consolidado con el tiempo como una comunidad activa y abierta, donde el aprendizaje y la creatividad se dan la mano en un ambiente distendido y cercano. Se trata del Café Fotográfico de Vilagarcía, una iniciativa cultural que cada quince días reúne a aficionados y profesionales de la imagen con un objetivo común: seguir aprendiendo, compartiendo y disfrutando de la fotografía en todas sus formas.
El origen del grupo se remonta al año 2016, cuando Diego Couso, Óscar Guillán, Ángel Montes, David González y Carlos Mondragón comenzaron a organizar pequeñas quedadas en cafeterías locales para hablar de fotografía y salir por la noche a captar imágenes de la ciudad. «No teníamos local ni estructura fija, era todo muy informal. Pero siempre había ganas de vernos, de comentar fotos, de probar cosas nuevas...», explica Couso.
La actividad se interrumpió durante la pandemia, pero el verano pasado renació con fuerza y el impulso definitivo llegó poco después gracias a la agradecida cesión del local de la Asociación de Vecinos Breogán, en el barrio de O Piñeiriño. «Volvimos con muchas ganas de generar contenido formativo y compartirlo. Empezó a venir gente nueva y, desde entonces, en cada encuentro somos al menos una docena», cuenta Couso.

La fotografías realizadas se visualizan en cada encuentro. / FDV
Uno de los elementos más distintivos del Café Fotográfico es el llamado «reto fotográfico», un juego creativo que propone un tema específico para que los participantes realicen sus propias imágenes durante las semanas previas al encuentro. Luego, esas fotos se proyectan y se analizan colectivamente, en un ambiente donde la crítica siempre es constructiva y orientada a mejorar. «Es una manera de estimular la creatividad y salir de la rutina. Los temas han sido de lo más variado: la niebla, la decadencia, la geometría, el color verde, el carnaval, las sombras… Siempre buscamos sorprender», añade.
Pero los retos no son el único aliciente. Cada reunión, que tiene lugar cada dos viernes a las 21.30 horas, también incluye una charla formativa sobre algún aspecto de la fotografía. Los temas son tan variados como los niveles de experiencia del grupo. «El otro día tuvimos una charla sobre cómo fotografiar pájaros. En breve haremos otra sobre libélulas, también hablaremos sobre temas legales, sobre cómo medir bien la luz, cómo sacarle el máximo partido a la cámara… Vamos adaptando los contenidos para que todos, desde principiantes hasta personas con más recorrido, puedan aprender algo nuevo».
Lo que más valoran los asistentes es el ambiente que se ha creado: horizontal, accesible y sin pretensiones. «De momento no hay cuotas ni normas rígidas. Quien quiere se acerca, participa, pregunta, comparte. Es lo que hace que esto funcione. Cada uno aporta lo que sabe y se lleva algo nuevo en cada sesión», afirma Couso, que destaca el compañerismo y la pasión como pilares del proyecto.
El Café Fotográfico de Vilagarcía se ha consolidado como un espacio de cultura viva, donde el arte se entiende como una experiencia compartida y en constante evolución. Es una prueba más de que, con pasión y colaboración, cualquier rincón puede convertirse en un laboratorio creativo y de lo más motivante.
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