Centollo a 5 euros y almeja a 6: los furtivos están de saldo

Los ilegales tiran los precios y arruinan al sector mar-industria

Su actividad supone una amenaza para la salud pública

Los furtivos sorprendidos en Vilagarcía reabren el debate

El operativo contra el furtivismo desplegado por la Policía Local de Vilagarcía en O Cavadelo.

El operativo contra el furtivismo desplegado por la Policía Local de Vilagarcía en O Cavadelo. / Noé Parga

Manuel Méndez

Manuel Méndez

Arousa

Comprar una pieza de centollo a 5 euros, el kilo de almeja a 6 o la navaja por solo 7, puede parecer una auténtica ganga, e incluso algo impensable en los tiempos que corren. Pero sucede, y son precios más habituales de lo que se cree, a veces incluso más bajos.

En contra de lo que algunos pueden pensar, no es ninguna buena noticia para el consumidor, sino todo lo contrario, ya que se trata de las tarifas que manejan los furtivos y/o pescadores ilegales que se saltan a la torera todas las normas establecidas para desarrollar su actividad.

Esto que puede contentar a algunos consumidores y a los hosteleros que adquieren ese producto a sabiendas de que es ilegal para así obtener mayor rentabilidad en sus negocios, resulta en realidad una auténtica amenaza para la salud pública, ya que esa mercancía carece de cualquier garantía sanitaria.

Un lastre

Pero es también una amenaza para el medio marino, puesto que se esquilman los caladeros, causa estragos económicos, a tenor de la competencia desleal que entraña, y, en definitiva, constituye un pesado lastre para el conjunto del sector del mar, ya sobradamente castigado por otras muchas razones.

Cuando un furtivo extrae berberecho o almeja robándola a los mariscadores profesionales, o cuando un marinero o armador arruina a sus compañeros de profesión llevando a tierra centollo o pescado que no alcanza la talla, que supera el cupo o que está en veda, aquel que compra ese producto ilegal debe pensar que está poniendo una piedra más sobre la pesada losa que poco a poco hunde al sector mar-industria gallego.

Todo esto, y el hecho de que los furtivos que venden almeja, mejillón, vieira y tantas otras especies pongan en riesgo la vida de las personas, sale nuevamente a relucir tras los últimos episodios vividos en la ría.

No hace mucho tres barcos descargaban choco de talla antirreglamentaria en Tragove (Cambados).

Más recientemente Gardacostas de Galicia intervenía 130 kilogramos de almeja ilegal, también de talla antirreglamentaria, que había sido extraída de manera ilegal en Boiro y estaba a punto de ser sembrada en los parques de cultivo de Carril.

O Cavadelo

Y el domingo la policía portuaria, Gardacostas y Policía Local de Vilagarcía colaboraban para identificar a seis de los siete furtivos que operaban en la zona de O Cavadelo, donde fueron recuperados 68 kilos de almeja y mejillón, como ya se avanzó en FARO poco después de la intervención.

Precisamente son esos furtivos sorprendidos en Vilagarcía los que permiten reabrir el debate sobre los daños que causa la pesca ilegal y la amenaza que supone para la seguridad alimentaria.

Aunque se recuperaron 68 kilos tenían encima alrededor de 120, pero tiraron sus capturas cuando vieron llegar a la policía.

Reincidentes

Esto sirve para destacar que hay una ingente y desconocida cantidad de producto ilegal circulando por los mercados y que algunos furtivos insisten en esquilmar la producción sistemáticamente, sobre todo, como en este caso, cuando se registra una «seca» importante.

En el caso de los hombres y mujeres ilegales identificados en O Cavadelo, llegan a actuar con total impunidad a plena luz del día, a veces aparcando sus coches a pie de rampa para meter las capturas en el maletero, tal y como se aprecia en las cámaras de seguridad de la Autoridad Portuaria de Vilagarcía.

Guardia Civil

Atendiendo al informe «El furtivismo marino y su incidencia en la Comunidad Autónoma de Galicia», del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil, el caso de O Cavadelo podría considerarse «furtivismo marginal».

Es el que hace referencia a «furtivos con carencias de integración social y necesidades económicas». Es decir, «personas que por sus circunstancias personales se encuentran en alguna situación de falta de integración social, por presentar psicopatologías adictivas y comportamientos y conductas de desarraigo tales como toxicomanías, alcoholismo, desempleo crónico por falta de adaptación y similares».

En el citado informe de la Guardia Civil, elaborado hace una década, se hace constar que «la tolerancia a este tipo de furtivismo es bastante amplia en términos generales, aunque representa, al igual que el resto de conductas, una parte del problema».

«Furtivos domésticos»

Problema al que contribuyen los «furtivos domésticos», que son las «personas que residen en los municipios costeros, generalmente personas mayores y marineros jubilados que por uso y costumbre recolectan ejemplares para consumo propio».

Una práctica frecuente en las rías de difícil encaje en la tipificación del furtivismo como delito y «socialmente aceptada, al ser protagonizada por oriundos de la zona y no generar alarma social».

«Furtivismo legal»

Tanto o más preocupante resulta el «furtivismo legal», que si bien es en sí mismo un término contradictorio, queda explicado si se dice que es el que practican los pescadores y mariscadores legalmente reconocidos, y que gracias a disponer de permisos de explotación y demás beneficios derivados de su activad profesional se dedican a capturar ejemplares de talla inferior a la permitida o en veda.

Como también es «furtivo legal» el que habitualmente supera los topes establecidos y, en definitiva, se aprovecha de su condición para colocar en el mercado unas capturas ilegalmente obtenidas.

Centollo

El Seprona citaba en su informe ejemplos como el del centollo que se captura en la ría de Arousa cuando todavía está en veda, «dándose la existencia de algunos pescadores que no dudan en aprovechar su actividad diaria para venderlo directamente sin pasar por lonja» o guardarlo en jaulas y salitrados a la espera de que finalice su veda.

Se trata de «un furtivismo silencioso, que pasa más desapercibido, pero no por ello carece de importancia, ya que poco a poco, y dada la continuidad de su práctica, se llega a unos niveles altos de fraude», advierte el Seprona en su informe.

Para añadir que «furtivo legal» es también el mariscador con permiso para trabajar que «supera los topes máximos de captura, recoge el producto en zonas prohibidas o lo obtiene fuera de los horarios y fechas autorizados».

«Furtivismo vacacional»

Por si no fueran suficientes amenazas, el sector mar-industria también soporta el «furtivismo vacacional» y «de bañador», protagonizado por cuantos durante sus periodos de descanso, sobre todo en verano, acuden a las zonas costeras y/o de baño para «recolectar ejemplares de fácil acceso», especialmente almejas, berberecho y navajas.

En este caso realizan una extracción «generalmente destinada a consumo propio», según explica la Guardia Civil.

Tracking Pixel Contents