Mabel Lozano: «Ninguna mujer nace para puta y punto»
La directora Mabel Lozano ofreció un coloquio dentro de los actos del 8-M del CIM comarcal poniendo el foco en un tipo de violencia contra la mujer que lleva 20 años denunciando con documentales premiados con el Goya, entre otros

La directora protagonizó un encuentro dentro de los actos del 8-M del CIM de O Salnés. | Iñaki Abella
«Ninguna mujer nace para puta». La frase la dice Mabel Lozano y aún siendo una obviedad mil veces repetida, no cala. La prueba es que la escritora y directora, ganadora de dos Goya, lleva más de veinte años luchando contra este tipo de violencia contra la mujer: la prostitución, la trata, la esclavitud sexual.
La toledana protagonizó ayer en Cambados un coloquio organizado por el CIM de O Salnés como parte de la programación del 8-M y puso el foco en un problema que divide a la sociedad y que ha adquirido una nueva dimensión con las nuevas tecnologías.
La activista pide que nadie se engañe: «La sexualidad tiene que ser empatía y deseo compartido y en la prostitución no hay ni una cosa ni otra, es una cuestión de precariedad y necesidad. Por eso es importante informar y dar herramientas a las familias, a los educadores y llegar a los jóvenes para que tengan un pensamiento crítico». Hoy mismo tendrá un encuentro con escolares de la zona.
De las calles a los pisos
Porque para Lozano, la facilidad de acceso a la pornografía a falta de «fronteras digitales que controlen al consumidor -llega a niños de nueve años-» es un serio peligro y «ya hay datos indicando que empieza a ser un problema. Desde 2010 ha habido más de 200 manadas judicializadas y en los últimos años son niños. Lo han aprendido y visto en el porno, que incentiva la prostitución. Se preguntan si quiero ponerlo en práctica, ¿adónde voy? Parece muy sórdido pensar que, con la libertad sexual que hay hoy, un chaval de 20 años vaya a hacerlo, pero pasa», sentencia.
Una terrible realidad social que se transforma, pero no muere. La directora señala que esas imágenes de mujeres ofreciéndose en las calles ha pasado a ser «algo residual» y que la conversión de pisos en burdeles «está a la orden del día».
Tampoco desaparecen las brutalidades en una condición que, grita alto y claro, «es esclavitud», como ya denunció en su primer trabajo como documentalista, «Voces contra la trata de mujeres», rodada entre Rumania y España.
Fue hace dos décadas y poco ha cambiado. «Ahora mismo en España están entrando muchas mujeres colombianas y las están obligando. Hoy ya no les quitan el pasaporte porque sería como encender un farolillo rojo para la policía, así que las graban desnudas y en situaciones diversas coaccionándolas con enviarlo a su familia o subirlo a una web porno donde va a estar toda la vida».
La escritora lamenta que este tipo de violencia no genere un rechazo social más contundente y unánime como otros y que las alarmas solo se enciendan cuando «te toca en tu portal porque esto trae trasiego de personas, venta de drogas, etcétera. Nadie tiene una vida fácil, todos tenemos problemas, pero hay que saber del dolor ajeno. No podemos ponernos de perfil a una realidad que tienes enfrente», se queja.
Y sobre todo, recuerda que la mujer se convierte en parte de una perversa transacción, así que tampoco le vale algo que ha escuchado en más de una ocasión: «Ir a putas no lo he inventado yo, como si fuera algo que te legitima». Por este motivo, sus trabajos tocan todas las vertientes del problema. Desde el «Proxeneta», pasando por «Chicas nuevas 24 horas» y «Biografía de un cadáver», con el que ganó su primer Goya, al Mejor Corto Documental, y donde cuenta una historia con un injusto final. (Spoiler). Tras la prostitución siempre hay una víctima.
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