PERFIL

Andrés Rico, el hombre que defendió los buenos modales hasta sus últimas consecuencias

Aquel triste 15 de diciembre pasado Andrés mostró el último gesto de grandeza humana

Andrés Rico, el hombre que defendió los buenos modales hasta sus últimas consecuencias

Andrés Rico, el hombre que defendió los buenos modales hasta sus últimas consecuencias / FDV

El pabellón de Monte da Vila contará para siempre con una silla vacía en los partidos del Rasoeiro. El fallecimiento de Andrés Rico ha supuesto un golpe difícil de encajar para la sociedad de O Grove, del balonmano y del deporte en general. Tanto que la localidad a la que tanto amaba ha declarado tres días de luto en memoria de su vecino.

Aquel triste 15 de diciembre pasado Andrés mostró el último gesto de grandeza humana que siempre le acompañó. Quiso hacer entrar en razón a un vecino suyo, otro grovense, para que cesara en una actitud indecorosa e irrespetuosa en la grada del pabellón de Vilalonga donde se disputaba el partido cadete femenino entre su Rasoeiro y el Sanxenxo, el mismo partido que pitaba su nieto Roi y al que el agresor, hoy supuesto homicida imprudente, dirigía gran parte de su ira. Otra parte se proyectó en el empujón que inició la agónica lucha por la vida de un aficionado al deporte de 68 años que hoy se fue, pero que tuvo que despedirse anticipadamente tras aquel golpe en su cabeza contra un escalón de la grada hace ahora poco más de dos meses.

Aquellas lesiones cerebrales que le llevaron a la UCI del Hospital Álvaro Cunqueiro solo le permitieron recobrar mínimamente el conocimiento en ocasiones muy contadas. Una de ellas fue cuando reconoció la voz de su nieto por teléfono. También con voz quebrada se expresaba José Antonio Cacabelos, alcalde de O Grove y primo del propio Andrés, para reconocer su indignación, su dolor y una llamada a la reflexión para que esta muerte termine por convertirse en lección de aquello que nunca más puede volver a suceder.

Comerciante desde hace muchos años, también el deporte se convirtió en el sector de su negocio en su tienda Galeusca. Aquello que alimentó de su familia durante tantos años, desgraciadamente también se convirtió en el escenario en el que se encontró tan lamentable desenlace. Fue allí, en su establecimiento de la céntrica calle Castelao de O Grove, donde mostró a diario su buen carácter, su empatía y una profesionalidad que hacía agradable la conversación fuera cual fuese el motivo. 

El cariño de todo su pueblo, ganado a pulso, se ha convertido en una tristeza potenciada por la incomprensión y el duelo. O Grove pierde a Andrés Rico, el hombre que defendió los buenos modales hasta sus últimas consecuencias.

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