Decenas de familias del sur de Vilagarcía quedan sin fibra por el parón de las obras
Sobradelo es una de las parroquias más afectadas
Los vecinos tampoco tienen acceso al ADSL y hay momentos en los que la red inalámbrica colapsa
«Mi hijo no es capaz ni de descargar una foto para los trabajos del instituto»

Vecinos de Sobradelo afectados por la falta de fibra óptica en su barrio. / Iñaki Abella
«Mi hijo está en el instituto, y a veces no es capaz ni de descargar una foto para los trabajos». Son palabras de Félix Galbán, un vecino de A Malladoira, una calle de la parroquia de Sobradelo, en Vilagarcía. Como él, decenas de familias del sur del municipio llevan años esperando por la llegada de la fibra óptica a sus hogares. Cuando en 2021, la Secretaría de Estado de Telecomunicaciones e Infraestructuras Digitales adjudicó a Telefónica un contrato millonario para llevar la alta velocidad de internet a las zonas blancas, los residentes en estos barrios de Vilagarcía vieron la luz al final del túnel, pues sus calles aparecían en el proyecto de obra adjudicado.
Pero la esperanza no tardaría en truncarse. La obra finalizó en 2024, y la fibra no llegó a varias calles, como la 9, A Malladoira, los edificios con números pares de un tramo de la avenida de Cambados o la travesía de Pablo Picasso. «La explicación que nos han dado es que se terminó el presupuesto y que no pueden continuar con la instalación», afirma Anxo Lúa, presidente de la asociación de vecinos de Sobradelo.
Los afectados han preguntado en el Gobierno central, en la Xunta y en el Ayuntamiento, sin que nadie les resuelva el problema. Las compañías de telecomunicaciones tampoco son capaces. En sus mapas, esas calles aparecen con fibra óptica, pero cuando el técnico visita la zona enseguida comprueba que no es así, y lo máximo que puede ofrecer a los vecinos es un aparato inalámbrico. Pero esta tecnología no satisface a los usuarios. «Yo recuerdo que en el Mundial de Qatar estuve pagando el servicio de televisión y no pude ver ni un solo partido de España en casa, porque la señal no iba», se queja Félix Galbán.
Esta situación enerva especialmente a las familias con hijos en edad escolar, ya que en la actualidad gran parte de las tareas y comunicaciones entre los profesores y sus alumnos se realizan a través de medios telemáticos. Socorro Cores es madre de una chica que está estudiando un ciclo, y afirma que «los trabajos que envía a veces llegan tarde, y ha habido comunicaciones de sus profesores que no le llegaron». Asegura que compró amplificadores para que la señal del rúter inalámbrico llegue lo mejor posible a toda la casa, pero que ni siquiera así la señal es buena. «Con mal tiempo, la línea ya no funciona, y hay unas horas determinadas del día, entre las 12 del mediodía y las 3 de la tarde, y a partir de las 7 de la tarde, que va todo lentísimo, porque son horas en que hay mucha gente conectada y la red se satura», añade.
Luisa Búa explica a su vez que su hija estudia en Vigo y que cuando regresa a casa los fines de semana, si tiene que hacer un trabajo, va a casa de otros parientes. Otros chicos se conectan a través de los datos móviles de sus teléfonos, pero la descarga de datos es lenta. «Para que funcione bien, nos tenemos que desconectar los demás de la wifi», se quejan.
Son muchos los inconvenientes a los que se enfrentan los residentes en las «zonas blancas». En el caso de los chicos jóvenes, no solo les dificulta su vida académica, sino también estar en contacto con sus compañeros y amigos. «Los niños aquí no pueden jugar con sus amigos a la consola por internet», se queja un afectado.
Tampoco pueden instalar aparatos de domótica o disfrutar de las ventajas técnicas que ofrecen las alarmas más avanzadas, como la visión remota.
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