Un Marruecos sin dunas ni camellos

Marruecos está a poco más de un par de horas de avión, pero penetrar en una de sus medinas puede transportar al viajero a la Edad Media. El fotógrafo Pedro Carrillo conoce muy bien ese país y a sus gentes, y ha resumido dos décadas de viajes en una exposición inaugurada ayer en Cambados.

Pedro Carrillo Rubio, ayer en el pazo de Torrado, junto a varias de sus fotografías.

Pedro Carrillo Rubio, ayer en el pazo de Torrado, junto a varias de sus fotografías. / Iñaki Abella

Cambados

En «Unha mirada ao sur: Marrocos» no se verán preciosas estampas de las playas de Agadir al atardecer; ni imágenes de caravanas de camellos cruzando un desierto de arena roja; ni del bullicio nocturno de Casablanca... Marruecos es un destino turístico que muchos aman, porque transporta al europeo a un mundo muy distinto al suyo tras un corto viaje en avión o barco; y un lugar que muchos otros temen, atenazados por los prejuicios que rodean al mundo islámico. Pedro Carrillo Rubio (Madrid, 1957) es de los primeros, y ha viajado en varias ocasiones a Marruecos, pero no como el turista que va corriendo de un lugar a otro para capturar imágenes con las que alimentar sus redes sociales, sino como el viajero decidido a fundirse con el lugar y con sus gentes.

«Unha mirada ao sur: Marrocos» es una exposición fotográfica en la que Pedro Carrillo otorga todo el protagonismo a las personas que ha encontrado en sus viajes al Magreb durante las dos últimas décadas. Se inauguró ayer en el pazo Torrado, de Cambados, donde permanecerá abierta al público hasta el 30 de marzo.

«Marruecos te transporta en el tiempo», afirma Pedro Carrillo. «Entras en la medina de Fez o de Tetuán y en cuestión de un segundo te das cuenta de que has retrocedido a la Edad Media».

El técnico cultural, José Vaamonde, prepara una de las imágenes de la exposición. |  Iñaki Abella

El técnico cultural, José Vaamonde, prepara una de las imágenes de la exposición. | Iñaki Abella

Antiguo fotógrafo publicitario, Pedro Carrillo salió de la crisis de 2008 con otras ocupaciones profesionales, pero la fotografía jamás le abandonó. En su «Galería de retratos de escritores y pensadores del siglo XX» ya mostró una querencia especial por la foto cercana, por el retrato del alma, por las distancias cortas... Y eso es también lo que propone en su exposición sobre Marruecos: un viaje a un país muy distinto a España, o quizás no tanto... «No podemos olvidar que estuvieron viviendo en la Península durante 800 años... Hay demasiados prejuicios hacia Marruecos y el mundo musulmán en general, pero cuando estás allí lo que percibes es el calor de la gente, la amabilidad». Por ello, una de las metas que persigue con su exposición es la de deshacer esas barreras mentales que, pasado el tiempo, acaban convertidas en muros de hormigón y concertinas.

En la exposición hay imágenes del día a día de Tetuán, Tánger, Fez, Larache, Agadir, Marrakech... De hombres humildes que esperan en la calle a que alguien les dé trabajo; de medinas en las que «todo el mundo vende algo», aunque solo sea una ristra de cebollas o un manojo de hierbas. «Aquí no hay camellos ni dunas, solo gente viviendo su vida».

Tracking Pixel Contents