La bicicleta puede convertirse en una auténtica pasión sin necesidad de llegar a competir. Eso es lo que ocurre con un grupo de integrantes del club Trotacumes de Vilagarcía, que llevan un tiempo realizando retos de grandes distancias y varios días para disfrutar de un deporte que les apasiona. El último de esos viajes se remonta al pasado 7 de julio, cuando iniciaron en Madrid la que es su última aventura, pero que precede a muchas más que vendrán en el futuro.
Esa aventura consistía en recorrer unos 800 kilómetros en ocho etapas de aproximadamente 100 kilómetros entre Madrid y Santiago de Compostela. Siguiendo una serie de caminos hasta unirse al Camiño Francés y alcanzar la ciudad del Apóstol. Luis Cardalda fue uno de los cuatro integrantes de Trotacumes que se decidió a realizar el reto. “Fuimos cuatro de los aventureros, de los que nos gusta realizar rutas largas y que el pasado año ya estuvimos en la Transpirenaica; este año decidimos hacer esta aventura, cargamos el GPS con las diferentes etapas, las bicicletas en el tren y allá nos fuimos”, cuenta el vilagarciano. La media de edad de los cuatro era de 53 años, aunque todos ellos se encontraban en una excelente condición física gracias a las constantes salidas en bicicleta que realizan.
Con medias de 100 kilómetros diarios las dificultades comenzaron prácticamente desde el primer minuto. No en vano, la salida de Madrid les coincidió con una ola de calor. “Salimos de Madrid con el termómetro marcando 40 grados, y no bajamos de los 35-37 hasta bien entrados en Galicia”, explica. Ante las altas temperaturas, la intención de los cuatro era siempre la misma, salir a la fresca, entre las siete y las ocho de la mañana, y tratar de cubrir los más de 100 kilómetros de la jornada lo antes posible. Hubo veces en que se consiguió, pero otras no resultó tan sencillo y no quedó otra que pasar calor. “Se soportaba hidratándonos constantemente, bebiendo muchísimo y parándonos en cada una de las fuentes que nos encontrábamos en el camino”, reconoce Cardalda.
El primer tramo del viaje fue la salida de Madrid a Cercedilla. Las primeras etapas fueron relativamente sencillas, salvo por el calor, ya que los desniveles en la meseta apenas se registraban. Las dificultades llegaron en la quinta etapa, la que unía Astorga con la localidad ourensana de O Barco, cuando el desnivel acumulado se notaba en las piernas y ralentizaba los kilómetros para llegar al objetivo.
El 14 de julio, cuando el sol estaba alcanzando su cénit en Santiago, los cuatro entraban en la plaza del Obradoiro después de más de 800 kilómetros recorridos y toda clase de peripecias dejadas atrás durante el trayecto.
A pesar de la dureza de las últimas etapas, la belleza del paisaje de la Ribeira Sacra, por la que atravesaron en la etapa de O Barco a Monforte, hizo que el esfuerzo valiese la pena. De hecho, los cuatro están pensando ya en cual puede ser el siguiente reto, que afrontarán el próximo año. Probablemente ese reto arranque en Roncesvalles, aunque “todavía tenemos que recuperarnos del esfuerzo que realizamos en esta aventura; la siguiente ya se irá perfilando cuando corresponda”.
Antes de realizar el Camiño de Santiago desde Madrid, los Trotacumes ya recorrieron otroCamiño de Santiago, el que se conoce como Primitivo desde Oviedo.