Los exquisitos callos fueron los reyes de la noche ventada del sábado al domingo en San Amaro meañés y durante el día de ayer en Vilanova de Arousa, donde se celebró la solemne procesión por el centro de la localidad.
A mediodía, las terrazas de la localidad vilanovesa se llenaron para consumir el potaje típico que sirvieron de nuevo los bares a los numerosos clientes, tanto en tapas como raciones.
Mientras, el sábado en Meaño, tras el última novena, unas 70 personas se daban cita bajo la carpa amenizada por el trío Azabache, donde los vecinos desafiaron a la borrasca, primero bailando y, al filo de las 21.20 horas, calentando los estómagos con la tradicional degustación de garbanzos.
Las conversaciones en ese momento iban desde los socorridos comentarios sobre la potencia del plato, con el repetido “están muy buenos”, al aciago último mes de la parroquia que, cada vez con más ancianos, se cobró la vida de varios de ellos en un escaso margen de tiempo, con el más que evidente temor a que una fiesta tan entrañable pueda quedar abocada a la desaparición de no asomar un relevo generacional.
De mano de este grupo de mujeres meañesas comenzaron a repartirse luego los esperados platos de callos, pudiendo repetir los presentes todas la veces que desearan. Luego, segunda entrada del grupo para el baile y, al poco, turno para el reparto de chocolate caliente con roscón. Nueva sesión de baile y, a la medianoche, la hora bruja se aderezaba con la elaboración de una gran queimada. Todo ello, desde los callos a la queimada, pasando por pan de hogaza, vino del país y refrescos, roscón y chocolate, dispensado de manera gratuita.
Y ayer, como cada 15 de enero, la celebración fue sobre todo religiosa en ambas localidades con misas y procesión del encuentro de las imágenes, para bajar el santo Amaro, en Meaño desde la ermita, a recibir a la Virgen de los Milagros en A Solda.
En Vilanova, acompañaba la imagen el grupo de gaitas Santa Plácida de Rubiáns durante el recorrido por el centro de la localidad tras la misa solemne de las doce del mediodía.
Llegaron luego los callos a las tabernas, y también a las casas para degustar en familia.