mirador de lobeira

Zafarrancho en el salón

Antonio Touriño

Antonio Touriño

Las apuestas arriesgadas suelen ser las más resultonas. Y la de Arzobispo Lago es una de esas que seguro que van a dar de qué hablar en este tiempo navideño por lo que supone de transformación de una ciudad que se plantea ser más habitable y que quiere alejar los coches del corazón urbano.

Es un buen camino, sin duda, sobre todo después de una pandemia que ha hecho estragos psicológicos en la humanidad, necesitada de convivir al aire libre tras el largo confinamiento y las insoportables restricciones que estoicamente soportó.

Vilagarcía gana sin duda con esta obra que debería dar paso a un proyecto mucho más ambicioso en el que además de sumar Conde Vallellano obligue al diseño de actuaciones en todo el casco histórico, incluida la rúa de A Baldosa que se encuentra en franco declive y que no hace mucho era el centro neurálgico de la ciudad, por lo que es urgente contrarrestar su vertiginosa decadencia. Dicen que están en ello; ¡ya se verá!.

La de Arzobispo Lago es una de las obras más vistosas que el Gobierno de Varela podía plantear a solo seis meses de las elecciones municipales. Es, evidentemente, la bandera de la imprescindible transformación urbana al convertir una lóbrega calle en una zona peatonal con muchos elementos de atracción visual al unir geometría y paisajismo en un laberinto de hormigón que a nadie deja indiferente por su esnobismo; su atrevimiento, en suma.

Pero que sea un acierto, en absoluto significa que merezcan todo el mérito y loas, pues la obra debería llevar muchos años concluida; no en vano van casi 15 del cierre al tráfico de Rey Daviña y pocos menos del de Castelao; sin olvidar que la peatonalización del entorno de la plaza de España fue mérito del alcalde popular Tomás Fole, quien también demostró creer en las peatonalizaciones que viven un auge en cualquier pueblo y ciudad que se precie.

Hay que seguir con este modelo urbanístico, sencillamente porque lo demanda el ritmo social. La gente quiere pasear con tranquilidad, disfrutar de los escaparates y tomarse un café con los amigos bajo la protección de una sombrilla sin la amenaza que supone el tráfico rodado. Una ciudad accesible.

Una actuación, sin duda, que va a revalorizar los bajos e inmuebles del entorno al añadirse al eje de la milla de oro de Rey Daviña, a coste cero para esos propietarios a los que beneficiará la reforma urbana.

Sea solo por eso, y porque los impuestos también se pagan en Vilaxoán, Sobrán, Carril o Guillán no estaría de más que las autoridades comenzaran también a programar espacios dignos para estas zonas a las que llegan inversiones a cuentagotas. Porque una reforma real tiene que ir más allá de un zafarrancho en el salón.

Ese es, sin duda, el principal problema a la hora de repartir recursos pues el rural sigue exactamente igual de abandonado que hace cincuenta años, como si en las áreas de reparto de Urbanismo nunca existieran.

Y he ahí el principal escollo de un Gobierno que en casi siete años todavía ha sido incapaz de sacar adelante un proyecto global para toda la ciudad, en tanto que el PXOM duerme el sueño de los justos. Lo de Arzobispo Lago solo sirve, de momento, para que los ciudadanos tengan algo de lo que hablar.

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