Planteada así la cuestión como pregunta, pues se trata de hacer una reflexión política sobre si, después de veintiocho años al frente de la alcaldía, es necesario el relevo de su titular. Que otras personas, ideas y formas integren un proyecto de cambio real, tranquilo y respetuoso para abrir un nuevo tiempo, protagonizado por los vecinos.

Ese y no otro es el meollo de la cuestión. El debate y reflexión serena de los residentes sobre el cambio en la alcaldía. La voluntad del conjunto de los votantes es la que decide en buena lid democrática.

Reconociendo lo bueno de ese largo tiempo y sin omitir lo malo, procede darle las gracias a quien encabezó la alcaldía desde el siglo pasado y sustituirle en las municipales del año que viene.

Siempre desde la madurez, el necesario respeto, sin agrias confrontaciones y con naturalidad democrática. Cerrar una etapa para abordar el futuro.

Estoy seguro que los vecinos de Vilanova de Arousa comparten la idea de que su alcaldía (como la de todos los ayuntamientos) no es un cargo que se detente de forma vitalicia. Es más, creo firmemente que el cambio, la alternancia, es algo que siempre resulta positivo algo consustancial al sistema democrático. La sustitución de un alcalde o alcaldesa es un ejercicio democrático que reporta muchas ventajas. Ilusión de un nuevo equipo, aire fresco y un estímulo renovado para impulsar al municipio ante los desafíos económicos y sociales. Evidentemente, estos, no son los mismos de hace treinta años.

Pienso que el cambio en Vilanova de Arousa tendría un efecto inmediato en la transparencia que debe presidir el funcionamiento de las instituciones en el siglo XXI. En esa Casa de Todos, que debe ser de cristal, nada estaría fuera del conocimiento de los vecinos.

Una alternancia, también, que acabe con las tensiones que agitan la vida política local y que tanto rechazo encuentran. El enfrentamiento y la confrontación deben ser desterrados como estrategia. Ese relevo serviría para que todos los vecinos se sientan protagonistas en algo que les es propio, su Ayuntamiento. Pues no se olvide, que lo costean con los impuestos y que, en ocasiones, parece pertenecer a una única persona. Porque los residentes deben percibir que su papel es muchísimo más que pagar tributos y votar una vez cada cuatro años. Ellos y solo ellos son los únicos dueños de la Casa de Todos.

Un alcalde, además, debe ser una figura conciliadora, aunadora de esfuerzos, punto de encuentro de diferentes sensibilidades, valedor de los intereses de todas las parroquias y lugares, interlocutor de proyectos supramunicipales e impulsor de relaciones de buena vecindad con todos los municipios. Una persona que se caracterice por la mesura y formas adecuadas en el trato. Alguien que represente los intereses generales de todos.

Ese cambio para Vilanova de Arousa, si así lo desean sus vecinos, es para rectificar, democráticamente, situaciones que la prolongada estancia en el poder del actual alcalde generó.

Un nuevo comienzo, después de treinta años, que se dice pronto, para entregar a los vecinos el papel protagonista y hacer del Ayuntamiento, desde el respeto, lo que debe ser, la Casa de Todos.