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Los sabios que se reúnen en el Ágora de Dena

“Hablamos de todo, somos como un Parlamento de obreros jubilados”, resume José Dios, uno de los habituales de las tertulias diarias junto al río Chanca

Participantes en las tertulias de Dena, sentados en sus “escaños”. | // FDV

La pasión del hablar por hablar se recupera por parte de los mayores en Dena. Ellos combinan su caminata matutina por la ribera, con un alto en Os Pasales donde se congregan de forma espontánea en el porche de un pequeño local público, pórtico que reconvierte en improvisado “parlamento” para hablar de lo humano y de lo divino a la sombra. Una forma de pasar el tiempo y estar ágil en una localidad que siempre se ha caracterizado por su enorme vitalidad y en la que se puede hablar sin tapujos. Algunos deberían escucharles, porque la verdad es que tienen excelentes consejos.

La pequeña nave construida hace más de tres décadas a pie de la desembocadura del río Chanca, cuando el relleno ganado al mar en Os Pasales, se dedicaba otrora a almacén de piraguas del frustrado Club de Piragüismo “Ría de Dena” es su kilómetro cero. Hoy se mantiene como pequeño local vecinal-municipal, con dos aseos exteriores abiertos al público y un pórtico que, de un tiempo a esta parte, equipado con bancos y sillas, se ha convertido en descanso predilecto para septuagenarios y octogenarios en sus paseos y caminatas matutinas. Sin horarios, en él coinciden de forma espontánea a lo largo de la mañana, recuperando el disfrute de hablar por hablar. A lo largo de la semana, participan en la charla los Manolos (Fariña, Canay y Malla), con Juan José Dios, Pastora Domínguez, Isabel Pérez, Josefa Aspres, Martín Padín, Rosa Martínez, Arturo García, Francisco Rey… Todas ellos, gentes entre los 68 y los 86 años que aúnan deporte y tertulia para oxigenar cuerpo y mente.

Los jubilados tienen muchos consejos que ofrecer. | // FDV

“No nos citamos, no tenemos grupo de watshap, solo coincidimos aquí durante la mañana -explica Manuel Fariña, a sus 83 años-, unos más temprano, a las 10, otros más tarde después de las 11… A veces llegamos y coincidimos aquí 13 o 14 personas hablando y matando el tiempo”. “Es reconfortante -apuntaba al día siguiente Pastora Domínguez, que a sus 73 años se cruzaba con media docena de mujeres de Dena y Vilalonga-, hablamos mucho… nunca estamos calladas”.

El coste de la vida

“Aquí comentamos todo -reconocía Manuel Maya, el más veterano a sus 86 años-, los hombres, sobre todo, hablamos de fútbol, de política española y, de un tiempo a esta parte, de lo que caro que está todo… Y también de la vida, del mundo de antes y el de ahora”. “Ha cambiado mucho la forma de relacionarse -precisaba Manuel Canay a sus 84 años-, primero la televisión y ahora los móviles han roto la relación entre la familia que ya no habla en la mesa a la hora de comer, porque la televisión y el móvil mandan incluso en ese momento”. “Antes -explicaba Manuel Maya- nos desplazábamos a pie a todos lados, los hombres a trabajar en la obra, las mujeres a la plaza… Íbamos juntos, o coincidíamos con alguien en el camino y lo hacíamos hablando… Con el tiempo se impuso el coche y todo se hizo más individual”.

Parladoiro o parlamento de jubilados

Cuando se le pregunta por este foro improvisado, Juan José Dios ironiza diciendo: “Nosotros aquí somos el parlamento de los obreros jubilados… el otro está en las altas esferas”. Pastora Domínguez se quedaba con lo de “esto es el parladoiro, aquí nos desestresamos hablando del tiempo, de anécdotas, o conociendo cómo se encuentran de salud los vecinos y familias de la contorna, es un tema que entre los mayores siempre nos preguntamos”. De hecho, a lo largo de estos últimos años, algún que otro asiduo ya no puede caminar o ha fallecido.

Hablando de sus profesiones pasadas, Manuel Fariña rememora que “yo empecé trabajando en las telleiras con tan solo 14 años, y al cabo pasé a hacerlo con mi padre y tres de los diez hermanos que éramos, en una un telleira de nuestro padre en Catoira”. Por su parte, Manuel Canay recordaba su antigua sastrería en Dena, que devino en fábrica de pantalones, “donde llegamos a tener muchas mujeres cosiendo, y se confeccionaban 70 u 80 al día, que luego llegaban por viajantes a tiendas de Pontevedra, Vilagarcía, Vigo”.

Experiencias personales

“Confeccionábamos pantalones -agrega- no sólo para vestir y hasta en tallas muy grandes, sino que hacíamos también pantalones especiales para los que trabajaban en el mar en buques congeladores”.

Los recuerdos suscitaban al instante la sorna entre los “parlamentarios” presentes. “La pantalonera (en relación a la fábrica de pantalones) era conocida como la “paxareira” porque había muchas mujeres, y el nombre caló” explicaba Manuel Maya, mientras Canay asentía.

Una jocosidad que manaba también cuando Juan José Dios, a sus 82 años, recordaba sus años de taxista y, antes, como proyeccionista en el mítico cine Arosa en Dena: “A veces se le iba la mano y ponía los barcos con los palos para abajo”, comentaba Manuel Maya, en relación a cuando la película se montaba por error al revés. Sonriendo, Juan José Dios admitía que “llevaba su tiempo desmontarla y volver a montarla bien… y con el público esperando en sala, figúrate la escena”. Anécdotas todas dignas de un Cuéntame, con protagonistas reales.

La riqueza que perdió la “ría de Dena”

Los mayores recordaban como la “ría de Dena” que tenían a sus pies fue en otro tiempo zona de pesca apreciada. “Aquí -explicaba uno de ellos- se practicaba la ‘secada’: se colocaba en la bocana una red de unos 200 metros, de punta a punta, en tierra firme, y cuando luego bajaba la marea, se subía con centenares de kilos de pescado en su interior, y que se vendía en Dena y toda la zona”. Dos familias lugareñas, rememoran, realizaban esta práctica: “una la de Fidel O Caldeiro y otra la de Ramiro de Isidro”. “Otros veníamos de noche provistos de una ‘francada’ que era un gancho ideado para capturar sollas bajo la arena” recordaba Manuel Maya. “Antes -agregaba Juan José Dios- había tantas que, cuando pasaba por aquí, sentías la solla bajo el pie al caminar, y al instante me bajaba la capturaba con mis propias manos… Una pena, hoy no hay nada, apenas unos mújeles que asoman con la subida de la marea y llegan hasta el puente de A Chanca, pero nadie los coge, es un pescado tan malo que no sirve para comer… si acaso para el gato”. A sus años, cuando se les pregunta por sus deseos para la generación futura sobre la costa de Dena, Manuel Canay apunta que “es una lástima que una zona con tanto potencial esté tan descuidada”. Juan José Dios sugiere que “el relleno de la antigua baldosera que se adentra en el mar, si no se puede retirar, bien podría aprovecharse ese promontorio, que tiene un pinos muy bonitos, como zona de mirador sobre la ría al atardecer”. Así, charla y deporte congenian bien entre los mayores en la costa de Dena. “Hacemos caminatas de una hora u hora y media los siete días de la semana”. Envidia, de la sana.

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