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Análisis a la situación del colectivo bateeiro y Opmega abre sus puertas

Perspectivas de un buen verano para el sector bateeiro

El mejillón alcanza su rendimiento óptimo y Opmega abre sus puertas para dar a conocer el trabajo que realizan sus socios

Tareas de desdoble manuales en un barco bateeiro en el día de ayer. Pablo Hernández

Es un sector fundamental para la economía de la ría de Arousa y del que dependen miles de empleos en todos los municipios que la rodean. Aunque demasiado habituado a vivir tiempos convulsos por su compleja organización, el sector afronta la que será su próxima campaña, la centrada en la industria conservera, con el mejillón alcanzando sus mejores condiciones. Una de las organizaciones de referencia en el sector es la Organización de Produtores de Mexillón de Galicia (Opmega), reconocida esta misma semana en el Boletín Oficial del Estado (BOE) como la primera organización de estas características de ámbito transnacional, algo que la organización perseguía desde 2018, tras incorporar socios portugueses al colectivo.

Ricardo Herbón departe con varios bateeiros. Pablo Hernández

Ricardo Herbón, presidente del colectivo reconocía ayer que el sector “afronta con optimismo moderado esta campaña, estamos hablando de un producto que se cría en un medio natural y está expuesto a muchas variables, pero creemos que la calidad de este año va a ser óptima”. Su opinión no es una cuestión baladí, ya que la producción de Opmega representa el 25% de todo el mejillón que se produce en Galicia, además de concentrar el 50% de las ventas del que se destina a la industria conservera, fundamental para una gran parte de los bateeiros.

Opmega cuenta con 672 bateas y 454 socios agrupados en 12 delegaciones entre las rías de Muros-Noia, Arousa, Pontervedra, Vigo y Portugal

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Esas buenas perspectivas no ocultan que el sector se encuentra en un momento complicado, acuciado por cuestiones estructurales propias, como el conflicto de la mejilla, pero también externas, como es el incremento espectacular que han experimentado los combustibles. El de la mejilla es una cuestión capital para el sector, y por ende, para Opmega, que sigue sin resolverse por parte de la Consellería do Mar, a la que señalan como la gran responsable de haber creado el conflicto, o al menos, de no haber puesto las bases para encontrar una solución. Las propuestas que se han hecho hasta el momento, como el incremento de cuerdas colectoras en las bateas “no son una solución para nosotros” y la situación está demasiado lejos de resolverse.

Una grúa levantando una "cestada" en el día de ayer en la ría de Arousa. Pablo Hernández

Al igual que el resto de sectores primarios, la subida del gasóleo y de los materiales para utilizar en la batea ha puesto en jaque a los bateeiros. En los últimos tiempos han visto como el precio de elementos tan básicos como las cuerdas o las redes se disparaban, a lo que se ha unido en los últimos meses el gasóleo. “Construir una batea, hace tan solo un tiempo, costaba unos 50.000 euros; ahora ronda los 80.000”, explica Jesús Castiñeiras, integrante de la directiva de Opmega, mientras que el precio del mejillón apenas ha variado en la última década.

También lamenta que el sector no sea capaz de regularse y funcione a base de los vaivenes que provocan los mercados, en lugar de dar valor añadido a aquel producto de mayor calidad y de mayor tamaño, una situación que “se debe a muchos factores, desde que el mejillón más pequeño se comercializa mejor, hasta el miedo a que puedas perder la cosecha por un desprendimiento de las cuerdas; o pasando porque el mercado exige que vendamos mejillón, aunque no se encuentre en su momento más óptimo, para mantener nuestro posicionamiento frente a variedades procedentes de otras latitudes”.

Construir una batea nueva ha pasado de costar 50.000 euros a costar 80.000

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Otro de los grandes problemas que tiene el sector son los desprendimientos de mejillón de las cuerdas y los depredadores, que pueden acabar por dar al traste con gran parte de la producción de una batea. “Las condiciones de cultivo, al encontrarse en un medio natural, pueden variar por múltiples motivos, sin embargo, no tenemos un instituto o un centro de referencia centrado en estudiar, de forma exclusiva los ciclos de nuestro producto, en recopilar todo lo que podemos saber los bateeiros para que sirva de referencia para problemas similares en el futuro”, explica Castiñeiras. Insiste en que “echo de menos esa apuesta que sí se ha hecho en otros sectores primarios para mejorarla producción, y sobre todo, para garantizar ingresos a todos sus integrantes”.

Varios bateeiros trabajando ayer en un parque flotante situado en la ría de Arousa. Pablo Hernández

“Bateas abertas” para dar a conocer el trabajo en el mar


Son las 10.00 horas cuando el barco Cormorán abandona la dársena de Vilanova. A bordo, gran parte de la directiva de Opmega, la organización de productores de mejillón con mayor número de socios dispuestos a mostrar cómo es su trabajo y como actúan allí donde se sienten más cómodos, sobre las vigas de uno de los múltiples parques flotantes que salpican las aguas de la ría de Arousa. Celia Herbón, hija del presidente de Opmega e imagen del relevo generacional que debe afrontar el sector, lleva la voz cantante a la hora de explicar cómo es el trabajo que, a diario, se realiza en la batea. Lo hace cada vez que el Cormorán se cruza con un barco bateeiro amarrado a un parque de cultivo. Aunque la mayor parte de la flota se encuentra ya en puerto después de haber salido al mar sobre las 5.00 horas, todavía quedan embarcaciones amarradas a las bateas, la mayor parte de ellas centradas en elaborar cuerdas de desdoble, es decir, en separar el mejillón para colocarlo en otras cuerdas donde tenga más espacio para crecer y que pueda alcanzar el punto óptimo para su comercialización. También queda alguno cargando “sacos” para acudir al muelle, pero son los menos, ya que ese traslado suele hacerse temprano para garantizar que el mejillón llega en óptimas condiciones y con un pérdida de agua mínima.

Vinculada al mar desde que era muy pequeña, Herbón hala con pasión sobre el que es su trabajo, una actividad “dura, pero que resulta apasionante y donde la actividad no cesa haga frío o calor”, además de poder estar en la mejor oficina del mundo, la ría de Arousa.

A su lado se encuentra Jesús Castiñeira, de Poio, integrante de la directiva de Opmega y que, como Herbón, siempre ha estado vinculado al sector bateeiro. “Aprendí a nadar con catorce años, y para aquel entonces ya me había caído en más de una ocasión de la batea”, reconoce. Castiñeira apunta que el sector ha cambiado mucho desde que el entró, pero que todavía debe dar pasos importantes para modernizar sus estructuras, excesivamente anquilosadas, especialmente en cuestiones como los precios o la investigación.

La mayor parte de las empresas dedicadas a la producción de mejillón, acostumbran a ser familiares, donde trabajan tres o cuatro integrantes de la misma familia. Solo aquellas empresas que cuentan con varias bateas se pueden permitir la contratación de personas para trabajar. “Lo normal es que trabajen entre tres y cuatro personas en las labores de encordado y desdoble para desarrollar esta actividad con mayor comodidad y eficiencia”. Una batea cuenta con unas 500 cuerdas, pero no todas tienen el mismo mejillón. La mayor parte se encuentran parceladas con mejillón en diferentes etapas evolutivas para garantizar suministro al mercado.

La producción de una batea puede variar sustancialmente dependiendo del lugar de la ría de Arousa en el que se encuentre, ofreciendo una producción de 35 toneladas anuales en el Vilagarcía A, uno de los polígonos más interiores de la ría, a las más de 80 que puede ofrecer cualquiera de los polígonos más próximos a la bocana de la ría. Su crecimiento, e incluso, el sabor, son cuestiones en las que también influye el lugar en el que se encuentra ubicada la batea de procedencia. Además, las bateas son un nicho de biodiversidad marina, ya que muchas especies se refugian de sus depredadores ocultándose detrás de las cuerdas.

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