Estimados alcaldes de O Salnés y Ullán. Están todos ustedes en deuda con los estudiantes de 2º de Bachiller por muchas razones y recuerden que el próximo año, cuando se convoquen las elecciones municipales, no les van a votar, simplemente porque no se han ganado su confianza un año más.

Se entiende que el pasado año no hayan abierto un salón de estudios en el mes de junio pues tenían ustedes la excusa de la pandemia y también estaba lejos la convocatoria de selectividad o ABAU, como prefieran llamarle al examen de acceso.

Es incomprensible que este curso no hayan hecho un esfuerzo para satisfacer a un colectivo que volverá a tener que buscar un rincón tranquilo para resolver integrales y derivadas, aprenderse de memoria la tabla periódica o descifrar si en el examen les va a caer Hegel, Marx o Aristóteles.

¿No creen suficiente la escabechina que se produjo este curso en los institutos? ¡Hagan algo por estos chavales que tienen el mismo derecho que los de Pontevedra, Vigo o Santiago a estudiar con las mismas herramientas!

Pongamos que Vilagarcía se deja de cumplir con amiguitos y cede Fexdega para que los chiquillos que se enfrentan al momento educativo más comprometido tengan donde prepararse para los exámenes de junio. La dotación sería minúscula pues basta con contratar uno o dos funcionarios durante un mes para que les abra las puertas hasta las dos o tres de la mañana.

En Cambados también podría habilitarse el Salón Peña para este objetivo con un coste de dos o tres mil euros, como mucho. En A Illa, las flamantes Casas Modernistas tienen suficiente capacidad para acoger a unos alumnos que requieren algo de paz y tranquilidad en estos complicados momentos.

Sugerir el Auditorio de O Grove tampoco es descabellado y en Meis, Ribadumia y Meaño, por no hablar de Catoira, Valga y Pontecesures también hay espacios útiles para un objetivo a tan corto plazo como este.

Pero nada, se empeñan en que los estudiantes arousanos sigan en inferioridad a los de las grandes ciudades que tienen a su disposición bibliotecas magníficas en las facultades para organizar sus estudios, que apenas tendrán que despertar media hora antes del examen para llegar a tiempo a la prueba y que podrán contar con la proximidad de su familia para confesarle sus inquietudes, sus fallos y sus aciertos.

En suma, hay una discriminación clara a la que urge poner coto en una comarca que, como se ve en las actas, también ofrece expedientes brillantes.

Las administraciones están en deuda con esta promoción que ha sido especialmente castigada por la pandemia, con suspensión de clases presenciales, sin un tutor que se haya ganado su confianza, con muchas clases de power point, sin un control de exigencia escolar, con mascarillas que ocultan el rostro, con miedos a enfermar o a contagiar, y ahora con la obligación de superar un examen en el que nada de eso se tiene en cuenta.

Les vuelven a fallar. Y en esta ocasión, doblemente, pues solo están preocupados de buscar votos en otros nichos de mercado en vez de pensar qué se quiere para la sociedad en el futuro. Abran bibliotecas, bueno escuelas, decía Concepción Arenal. A personas como ella, si que habría que votarlas, pero la cultura no regala escaños.