Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

mirador de lobeira

Alrededor de una buena mariscada

Mar tiene que buscar un armisticio que evite una “guerra” abierta como la que se ha declarado esta misma semana con sabotajes de estilo mafioso en las rocas que comparten mejilloneros y percebeiros.

Solución existe y tiene que ofrecerse de forma inmediata para evitar un daño añadido a un sector económico con 5.000 familias que viven de él.

Quizás sea hora de poner cuentas y balances sobre la mesa, saber exactamente cuánto ingresan cada uno de los colectivos y aportan a las cadenas de producción correspondientes para hacer la apuesta a caballo ganador o bien para favorecer un impulso que equilibre intereses.

Percebeiros y mexilloeiros deben llegar a un acuerdo de mínimos, basado siempre en el principio general del respeto a la actividad que desarrolla cada uno en el litoral.

El mejillón es un sector estratégico del que viven miles de arousanos, y que genera millones de euros a repartir entre productores, depuradores y conserveras. Garantizar su estabilidad debería ser una máxima en la nueva Xunta de Rueda. Claro está, también, que se ha de proteger al colectivo de percebeiros y las peligrosas rocas en las que desarrollan su labor, pues es su medio de vida y debe quedar garantizado.

Pero existe un término medio que se basa en la responsabilidad, es decir que unos y otros convivan de forma armoniosa pues de otra forma solo habrá perjuicios para todos.

La idea de Mar de delimitar zonas de recogida de mejilla no convence a nadie por el simple hecho de que se ha prohibido el paso a las rocas donde el bivalvo es adecuado a la función. La idea gráfica es que se permite recogerlos en todos los acantilados menos en los que tienen calidad.

Así, claro, se producen situaciones de desesperación y por tanto de crispación pues unos y otros quieren evitar a toda costa la ocupación de los espacios naturales más productivos.

Obviamente urge una reglamentación que cuente con los intereses de todos o por lo menos de la mayoría. Quizá la fórmula esté en el calendario y ordenar vedas selectivas, de forma que los percebeiros puedan acudir a las rocas en exclusiva durante unos meses y los bateeiros los restantes.

Ello obligaría, sin duda, a fijar prohibición absoluta de explotar las especies vedadas en dichos períodos proscritos, con severos castigos para los furtivos que se quieran aprovechar de cualesquiera de las dos especies.

Seguro que la idea tampoco va a convencer a todos, pero si a ello se le unen medidas de cierta elasticidad y valoración científica, debe surgir un punto de encuentro que acabe con una guerra que a nadie va a beneficiar y que urge prevenir.

Indemnizaciones, seguros, compensaciones forman parte del léxico de todo tipo de acuerdos. Pero la palabra que siempre habrá que incorporar es respeto al trabajo de los demás.

No se puede consentir el recurso de la violencia con daños a los bienes ajenos, pero sobre todo hay que evitar que se llegue a los puños.

Una buena mariscada puede ser un espléndido escenario.

Compartir el artículo

stats