A instancias de la comisión de fiestas de Vilar, el pasado 25 de enero se aprovechó la festividad de San Paio para trasladar las imágenes de San Antonio y San Roque desde la iglesia parroquial de Santa Comba de Cordeiro hasta la capilla de ese lugar.
Se hizo a modo de homenaje al patrón de la aldea, y se prolongó durante una semana.
Ayer, día de la Candelaria, la misma comisión promovió el traslado en el recorrido inverso. Se celebró así la tradicional, llamativa y siempre emotiva procesión de los lacones.
Cuatro kilómetros de trayecto cargados de historia que conmemora una epidemia del siglo XIX.
Cuenta la historia que en el siglo XIX una epidemia hacía estragos entre el ganado. Para combatir aquella enfermedad, los vecinos decidieron hacer ofrendas a los santos, convencidos de que así podrían interceder por ellos.
Aquello fue el germen de los que se conoce como “Procesión dos lacóns”, que se lleva a cabo cada 2 de febrero, coincidiendo con la festividad cristiana de la Candelaria.
Sucede en el Concello de Valga, y más concretamente en la parroquia de Cordeiro, cuyos vecinos, al igual que el gobierno local, se muestran orgullosos por mantener viva esta tradición y haberla recuperado después de un año de parón a causa de otra plaga, la del COVID.
Así se explica que ayer los vecinos, con las mujeres de la aldea de Vilar como protagonistas principales, realizaran el tradicional desfile desde la capilla de ese lugar hasta la iglesia de Cordeiro, en esta ocasión portando sobre sus cabezas cinco cestos con otros tantos lacones en ellas.
Tras las mujeres porteadoras, y entre los vecinos participantes en este desfile de marcado carácter religioso, avanzaban las imágenes de San Antonio, San Roque y San Paio.
La expectación fue máxima, tanto en el punto de inicio del recorrido, que comenzó con una misa y la bendición de velas, como en el templo parroquial.
Al igual que lo fue en todo el trayecto por lugares como Vilarello, Moldes, As Eiras, Outeiro, Ferreirós y Beiro, detallan en el Concello.
Lo hacen antes de aclarar que de Vilar salieron tres de los lacones y que, por el camino, se le sumaron las otras dos patas de cerdo.
Fue en Vilarello, donde “los niños de la escuela unitaria salieron para saludar el paso de la procesión y bailar al son de la música del grupo de gaitas que la acompañaba”.
No fue la única parada, ni mucho menos. Como siempre, la procesión se detiene en los demás lugares aludidos, donde se la recibe con el lanzamiento de una salva de bombas de palenque.
En esos lugares suena la música, como lo hace durante prácticamente todo el trayecto, y los santos descansan posados en improvisados y engalanados altares, mientras los vecinos que los portan y quienes los acompañan recuperan fuerzas antes de seguir camino.
Un aperitivo a base de vino dulce
Entre esas paradas puede destacarse la de Ferreirós, donde suele situarse uno de los puntos de “avituallamiento” principales.
De ahí que los participantes en la procesión, fieles a la tradición, dieran cuenta de un aperitivo a base de magdalenas y vino dulce.
Con este tentempié en el cuerpo reponían fuerzas para afrontar el tramo final, es decir, la subida hacia la iglesia parroquial de Santa Comba, completando así cuatro kilómetros de ruta.
Fue en ese templo donde los lacones y cuantos procesionaban dieron una vuelta completa al mismo antes de introducir a los santos y sus ofrendas en la iglesia.
Misa y "poxas"
De este modo se daba paso a la misa solemne, oficiada por el cura Arturo Lores. A su finalización era el turno de la no menos tradicional “poxa dos lacóns”, vendiéndose cada pieza a entre 30 y 60 euros.
Finalmente se recaudaron 210 euros que se ingresaron en la cuenta de la parroquia.
Una parroquia en días como el de ayer orgullosa de su pasado y de su presente, ya que, a pesar de todo, sigue siendo capaz de mantener vivas tradiciones como la “Procesión dos lacóns”.