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Los lobos marinos están de vuelta

La Cemma aconseja extremar las precauciones

“Max”, la primera cría de esta temporada, aparecida hace unos días en Baiona. Cemma

Es temporada de focas. Los duros temporales de invierno en el Atlántico y el Cantábrico pueden empujar a estos animales hacia la costa gallega, a veces ya muertos y otros gravemente enfermos, heridos, desnutridos o cansados.

Esto obliga a intensificar la labor de la Red de Varamientos de Galicia, donde, como cada año por estas fechas, llaman a la precaución y apelan a la colaboración ciudadana.

“Luis Muxía”, una de las focas que pasaron por el Igafa. | // N. PARGA

Es la Cemma, entidad encargada de gestionar la Red de Varamientos dependiente de la Consellería de Medio Ambiente, la que se ocupa de explicar que suelen ser cachorros de foca gris los que, procedentes de las colonias del norte de Europa, acaban recalando en el litoral gallego y asturiano.

Desde las islas británicas

Suelen ser ejemplares de pocas semanas de vida, habitualmente nacidos en las islas británicas, los que acaban sucumbiendo a las adversidades o, extenuados, se refugian en las playas para descansar o pasar la noche.

De ahí que, insiste la Cemma, sea necesario dar cuenta de la presencia de estos animales en cuanto son detectados, al igual que se pide a la población que al verlos no se acerque a ellos, tanto por su bien como por el de los propios ciudadanos.

“Hay que evitar molestar a las focas grises, ya que de lo contrario las estaremos obligando a alejarse y, en consecuencia, a malgastar energías”, manifiestan en la Cemma, antes de puntualizar que “hay que mantener una distancia prudente”, ya que los lobos marinos “pueden mostrar una respuesta agresiva”.

Cuidado con los perros

En la misma entidad, capitaneada por Alfredo López Fernández, recomiendan no bloquear una posible salida de estos mamíferos marinos hacia el mar.

Al igual que reclaman que, en caso de toparse a uno de estos animales mientras se pasea al perro por la costa, éste permanezca atado en todo momento, evitando que pueda acercarse o atacar a las focas.

Como también resulta indispensable “mantener silencio”, ya que los gritos y el barullo pueden alterar el comportamiento y el descaso de las focas.

“Max”, el primero del año

Sirva como ejemplo de lo que representa la temporada de lobos marinos en Galicia que hace unos días apareció en Baiona la foca llamada “Max”, una cría que, a causa del preocupante estado que presentaba, tuvo que ser trasladada a las instalaciones de recuperación de que dispone la Red de Varamientos de Galicia.

Como tantas otras crías de foca gris que llegan a Galicia, “Max” presentaba síntomas de “deshidratación y cansancio extremo”. Y es que estos animales, como bien aclara la Cemma, “llegan a pesar la mitad de lo que pesaban solo unas semanas antes, en el momento de ser destetados”.

Así las cosas, “Max” suma su nombre a una ya larga lista de mamíferos marinos rescatados, de la que también forman parte “Pabbar”, “Rube”, “Silbur”, “Orzán”, “Raciño”, “Camelle”, “Lucero” y otros muchos lobos marinos recuperados en Galicia gracias a la labor de la Cemma e instalaciones como las del Instituto Galego de Formación en Acuicultura (Igafa) de A Illa de Arousa.

Hay registros de avistamientos desde 1972

No está de más recordar que en Galicia existen registros de lobos marinos desde 1972.

Hasta 1989 fueron doce ejemplares los localizados, la mayoría de foca gris, aunque también de foca capuchina y de foca barbuda (Erignathus barbatus), una especie de tamaño mediano que habita en el Océano Ártico y sus proximidades.

Desde 1990 hasta 2018 se encontraron 206 lobos marinos más, el 75% foca gris, el 7% foca capuchina y el 1,4% de foca común, de puerto o foca moteada (Phoca vitulina), que habita a lo largo de las líneas costeras de los mares templados y fríos del hemisferio norte.

De Groenlandia

Menos del 1% correspondía a lobo marino barbudo, foca ocelada o foca anillada (Pusa hispida), propia del Ártico, y foca pía o foca de Groenlandia (Pagophilus groenlandicus), una especie que habita en el Atlántico Norte y el Océano Glacial Ártico.

Según la base de datos de la Cemma, más de la mitad de esos mamíferos marinos “fueron observados en el mar o varados aún con vida, contrariamente a lo que sucede con los cetáceos, ya que solo el 10% llegan a varar vivos”.

Recuperados y liberados

Hace ya cuatro años, Alfredo López puntualizaba a través de FARO que “el 34,8% son ejemplares observados en el mar o la costa aún vivos, y el 17,4% son recogidos para rehabilitación y liberados de nuevo”.

"Guardesiña", aún en la cesta en la que fue trasladada al Igafa. // FdV

A lo que añadía que “el 38,8% son individuos que aparecen varados muertos en las playas o no sobreviven, y el 9% son capturados en faenas pesqueras, mayoritariamente ya muertos”.

Los porcentajes son similares en la actualidad, cuando la Cemma y la Red de Varamientos de Galicia siguen desplegando una intensa labor para tratar de recuperar a los mamíferos marinos en apuros, tanto si se trata de focas como de delfines, tal y como se comprobó a finales del pasado año cuando se hizo necesario rescatar a tres arroaces que habían quedado atrapados en A Toxa.

“Raciño”, “Guardesiña”, “Camelle” y tantos otros

Entre los lobos marinos más conocidos de cuantos fueron recuperados en Galicia en la última década, puede citarse “Orzán”, una foca localizada en la playa coruñesa que le dio nombre el 1 de enero de 2013, y que tras ser recuperada en el Igafa fue embarcada en un pesquero en el puerto de Vigo para poner rumbo hacia su libertad, en aguas de Irlanda.

Seguía así el mismo rumbo que un mes antes había mantenido el barco que liberó a “Castro”, otro lobo marino que había sido recuperado en Foz.

La foca "Pabbar", en A Illa.

A mediados de marzo de 2014, tras recuperarse también en el Igafa de A Illa, el lobo marino “Raciño”, que había sido localizado varado en el Concello de Carballo, donde se negaba a volver al mar, zarpaba desde Marín con rumbo al Gran Sol a bordo del barco arrastrero “Ferreira Martínez”.

Dos años después llegaba al Igafa la foca “Camelle”, encontrada cuando solo pesaba 17 kilos y todo parecía indicar que las importantes heridas que padecía acabarían con su vida.

Y en 2017 ocupó su sitio “Lucero”, una cría de foca que había quedado atrapada por las redes de un pesquero en Cedeira en diciembre de 2016, cuando solo tenía un metro de largo y pesaba 22 kilos.

Una foca recuperada en el Igafa.

Ya en 2018 era el turno de la foca “Luis Muxía”, una cría que había sido rescatada cuando estaba gravemente enferma y que fue curada y alimentada para volver a ser libre en aguas de Irlanda.

Tras marcharse “Luis Muxía”, su tanque en el Igafa pasó a estar ocupado por “Guardesiña”, que con 85 centímetros de longitud y 21 kilos de peso había sido localizada en A Guarda.

En 2019 fue el turno de “Barizo”, de 110 centímetros y 23 kilos. Un animal que apareció varado en la costa de Malpica con síntomas de desnutrición y afección respiratoria.

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