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Una madre de Esperanza Salnés: “Mi hijo iba a dos terapias, pero a partir de ahora solo podrá ir a una”

Isabel Cores y su hijo Xabier, ayer, en su domicilio de Ribadumia. | // IÑAKI ABELLA

Isabel Cores Baliñas es madre de Xabier, un joven de 17 años diagnosticado de retraso cognitivo y déficit de atención, con un 34 por ciento de discapacidad y al que se le ha reconocido el grado 1 de dependencia. Recibe terapia desde hace once años en Esperanza Salnés, pero a partir de ahora su familia tendrá que llevarlo a Vilagarcía. El cierre de la asociación con sede en Cambados no solo le originará a su familia un mayor trastorno por los desplazamientos, sino también un gasto económico difícil de afrontar. Tanto es así que su madre da por hecho que no podrá darle las mismas terapias que le prestaban hasta ahora.

Xabier iba dos tardes a la semana a Esperanza Salnés. Recibía dos sesiones de hora y media, en las que le atendían una psicóloga y una logopeda. Por ese servicio, su familia pagaba 135 euros al mes. “En los centros privados, el precio medio de la sesión de tres cuartos de hora es de 45 euros”, afirma su madre, y presidenta de la ya extinta Esperanza Salnés, Isabel Cores. Esto supone que, salvo que un gabinete realice un descuento por tratamientos prolongados en el tiempo, el coste mensual para la familia de Xabier pasaría a ser de unos 360 euros, casi el triple de lo que pagaban en Esperanza Salnés.

“Mi hijo iba a dos terapias, pero quizás a partir de ahora solo pueda ir a una”, reconoce la madre. En el momento de cerrar, Esperanza Salnés estaba atendiendo a 13 niños con discapacidad, e Isabel Cores plantea que es probable que muchas familias sean capaces económicamente de mantener los mismos tratamientos, pero también da por hecho que algunas no podrán hacer frente al incremento de los gastos. Es su caso, pues lleva algún tiempo en el paro, y la beca de educación que reciben por la discapacidad de su hijo ya no llegará para cubrir las terapias.

“Nos dan 1.800 euros al año. Con ese dinero, antes, pagábamos la terapia en Esperanza Salnés todo el año, pero ahora nos dará para medio año en el mejor de los casos”, apunta. El centro que cerró el pasado 30 de noviembre era una asociación sin ánimo de lucro, por lo que sus precios eran más ajustados.

“Para mí, esto no es un fracaso, pero sí una derrota, porque era un centro que la comarca de O Salnés necesitaba"

Isabel Cores - Expresidenta de Esperanza Salnés y madre de un joven con discapacidad

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Además, más de una familia tendrá que desplazarse más lejos para las sesiones, con el consiguiente trastorno en forma de mayor tiempo en la carretera y más gasto en combustible. Es el caso de la propia Isabel Cores, que vive en Ribadumia, y que de llevar a Xabier a Cambados pasará a llevarlo a Vilagarcía. Una de las psicólogas que trabajó con Esperanza Salnés tiene un gabinete en esta ciudad, y Xabier ha pedido ir con ella o con otra profesional que lo trató en el pasado. “Él quiere ir con alguien que ya conozca”, explica su madre.

Isabel Cores habla con tranquilidad y sin resquemor sobre el cierre de Esperanza Salnés. “Para mí, esto no es un fracaso, pero sí una derrota, porque era un centro que la comarca de O Salnés necesitaba. Había trece familias, y en el futuro se necesitarán más centros de estas características porque cada vez se diagnostican más trastornos de estas características”.

“Mi hijo estará escolarizado en el Príncipe Felipe hasta los 21 años. ¿Y a partir de entonces dónde lo meto? Para estos chicos debería existir una Formación Profesional dual o algo similar, pero no hay nada, se les están cerrando las puertas”

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En su opinión, las administraciones enarbolan con facilidad la bandera de la inclusión social, pero hacen menos de lo que podrían por garantizar los derechos de los menores con discapacidad y de sus familias. Entiende que las becas de educación deberían tener un mayor importe, para ayudar a las familias más vulnerables, y que también deberían existir más mecanismos para ayudar a la integración sociolaboral de los menores una vez sean adultos.

“Mi hijo estará escolarizado en el Príncipe Felipe hasta los 21 años. ¿Y a partir de entonces dónde lo meto? Para estos chicos debería existir una Formación Profesional dual o algo similar, pero no hay nada, se les están cerrando las puertas”. El cierre del colectivo también ha causado daño emocional a algunos de los menores. “Cada niño lo tomó a su manera. El mío lo cogió con resignación. Está triste, pero entiende que sin dinero no se podía seguir”. Otros lloraron, al ver como su mundo cambiará en breve muy a su pesar.

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