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Tres días sin rastro de la fosa común de Rubiáns: “No debemos sentir culpa si no aparecen”

La zona en la que se está excavando, aunque la fosa podría estar bajo los panteones construidos más tarde y que no se pueden tocar. Iñaki Abella

“Está siendo un poco frustrante no poder encontrar y documentar los restos humanos, pero ya el hecho de que estemos aquí marca un antes y un después. Es una manera de revertir una anomalía democrática”. Así se confesaba el arqueólogo director de la exhumación en la fosa común de Rubiáns, Francisco Alonso, ante los familiares de las víctimas que fueron enterradas hace 85 años en alguna parte del cementerio municipal de Vilagarcía tras ser asesinadas por los golpistas. Después de tres días de trabajos, el equipo multidisciplinar formado por historiadores, antropólogos forenses y arqueólogos no ha localizado restos óseos en la zona en la que está excavando. Pero no bajan la guardia. “Vamos a poner todo nuestro esfuerzo y dedicación en encontrarlos, pero no podemos asegurarlo”, apuntó Fernando Serrulla, una eminencia en el campo de la antropología forense.

María Josefa Falcón es bisnieta de Pilar Fernández Seijo, una de las dos mujeres que fueron asesinadas y supuestamente enterradas en la fosa común. Iñaki Abella

Los expertos preveían encontrarse con una fosa común con más de 300 personas (no solo víctimas de la Guerra Civil, sino también personas sin recursos o sin familias que las reclamen) y a partir de ahí ir descartando. “Pero la realidad cambió nuestros planes”, admitió Alonso Toucido, quien explicó a las familias el trabajo realizado hasta el momento.

María Dolores Cores es nieta de Avelino Fuentes, de A Illa. Iñaki Abella

Y es que ya van tres días sin hallazgos y los ánimos van decayendo, pero Margarita Teijeiro, de O Faiado da Memoria, lo tiene claro: “No podemos sentirnos culpables si no aparecen. Todos los que estamos aquí debemos estar orgullosísimos de lo que se está haciendo”, aseveró la vilagarciana, que se encargó de relatar ante los familiares los “cuatro asesinatos masivos” que comenzaron en Vilagarcía en diciembre de 1936. “Eran trabajadores, no dinamiteros ni mataron a nadie”, defendió Teijeiro.

Saladina Castro Lojo, a la izquierda, es nieta de Luis Castro Lojo. Iñaki Abella

María Josefa Falcón es bisnieta de Pilar Fernández Seijo, una de las dos mujeres que supuestamente fueron asesinadas y enterradas en la fosa común. “Mi padre murió el año pasado, era nieto de Pilar y le hubiese encantado estar hoy aquí, viendo cómo la están buscando”. “Sé que fue quemada junto a otras personas y que la reconocieron por el mandil que siempre llevaba”, comenta María Josefa.

Fernando Serrulla, antropólogo forense del Imelga, se ha comprometido con las familias a buscar en todo el espacio en el que no haya trabas. Iñaki Abella

Tema tabú

En su casa, al igual que en la de muchas otras familias, no se hablaba demasiado del tema. En la de María Dolores Cores Fuentes, de A Illa, la muerte de su abuelo era un asunto completamente tabú: “Yo me enteré por una tía abuela en 1988, cuando ya estaba casada y tenía dos hijos” (uno de ellos es el alcalde isleño, Carlos Iglesias). “Mi madre vino con 14 años a reconocer a su padre muerto porque mi abuela loqueó, estuvo tres años dando vueltas a una mesa”, relata la nieta de Avelino Fuentes, para quien la búsqueda de los 18 represaliados “es un alivio”.

Cuando su abuelo emigró a Nueva York trabajó como carpintero y se puso una dentadura de oro, que le faltaba cuando su familia fue a identificarlo, ya fallecido. “Pasado mucho tiempo nos enteramos de que estaba en una finca colindante del cementerio, pero nunca nos dijeron el sitio exacto”, recuerda con dolor María Dolores, “Loli”.

Ella, al igual que décadas antes lo había hecho su abuela, tampoco comentó el asesinato de su abuelo con nadie. “Mis hijos hace poco que lo saben. Imagino que es un mecanismo de defensa del ser humano para poder tirar para adelante”, confiesa la isleña.

Saladina Castro Lojo, conocida como Saladuca, también se enteró de adulta del crimen de su abuelo, Luis Castro Lojo. “Me lo dijo el conserje del colegio y al llegar a casa le pregunté a mi madre. Me dijo que no le comentara nada a mi padre [hijo del fallecido] porque se ponía mal".

Según el relato de Margarita Teijeiro, el 20 de enero de 1937 fueron capturados José Ramón Roo Pérez, su cuñado Luis Iglesias Galáns y Juan Aragunde, la persona que los escondió en su casa de Cornazo. Al día siguiente, el 21, los tres fueron asesinados en Os Martices.

Flores blancas en la fosa

Rosa Méndez es nieta de Aragunde. En su casa sí que se habló de represión y del crimen de su abuelo. “Rodearon la casa y se los llevaron. A mi abuela también la cogieron y le tiraron de los pelos, pero mi madre, que era una niña, empezó a llorar y la soltaron”, recuerda Rosa junto al monolito de la fosa común de Rubiáns en el que todos los años pone flores aún sin saber con certeza que su abuelo está enterrado bajo el monumento. “No tengo demasiadas esperanzas, pero si lo llegasen a encontrar lo trasladaríamos a nuestro cementerio. Mi madre, aunque sufre demencia, tiene esa ilusión de llevar a su padre para Cornazo”.

La historia que siempre escuchó Rosa Méndez en su casa es que a su abuelo “lo mataron injustamente”. “No pertenecía a ningún partido ni tenía una ideología marcada. Guardó allí a los otros dos hombres porque eran vecinos”, explica.

Exhumación de la única fosa común del franquismo documentada en Vilagarcía

Exhumación de la única fosa común del franquismo documentada en Vilagarcía Foto: Noé Parga

El forense Fernando Serrulla informó a las familias de que si se producen avances en las prospecciones mantendrá una reunión con ellas para explicarles en qué consisten las pruebas de ADN y pedirles el consentimiento informado por escrito. “Hay que seleccionar a los mejores familiares para lograr el mayor éxito posible con las identificaciones. No podemos asegurar que los vayamos a encontrar, pero estamos a vuestra entera disposición para lo que necesitéis y vamos a estar aquí hasta agotar todas las posibilidades”, recalcó el antropólogo.

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