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El crecimiento del Club Ciclista Ribadumia va sobre ruedas

El campo de fútbol de Leiro es la sede de la entidad. | // FDV

El viejo campo de fútbol de Leiro lleva un tiempo siendo lugar para encontrar la felicidad, pero no a base de goles. Allí ha fijado su sede hace tres años un proyecto ya convertido en firme realidad y que lleva el nombre de Club Ciclista Ribadumia. Una idea que surgió casi por casualidad gracias a una iniciativa puesta en marcha para tratar de llenar un vacío. El resultado ha sido un respaldo y un crecimiento que superó las mejores expectativas.

Cada año son más los miembros de una entidad que ya es una referencia. | // FDV

Las inquietudes de unos pocos empezaron a convertirse en una energía que tenía que desembocar en un club. Corría 2017 y aquellas salidas en grupo reclamaban un paso más. El placer de descubrirse a uno mismo y a lo que le rodea encima de una bicicleta fueron la mejor motivación para poner en marcha un espacio para que los más pequeños pudiesen conocer desde bien temprano aquello que tanto y tan tarde empezó a fascinar a sus mayores.

Los colores del club ya son habituales en cualquier prueba. | // N. PARGA

La organización de un campus fue la confirmación de que eran más de los que pensaban los que veían en el ciclismo de montaña una opción más que interesante para emplear su tiempo dedicado al deporte. De ahí a la creación del Club Ciclista Ribadumia ya no quedaba nada. La capacidad de trabajo hizo el resto y en 2018 vio la luz.

El Club Ciclista Ribadumia, fundado hace tres años, ya supera las 160 licencias y se ha convertido en una de las escuelas de ciclismo más importantes de toda Galicia

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Con Javier Pombo, el todavía presidente a la cabeza, el campo de fútbol de Leiro empezó poco a poco a mutar en un espacio para el disfrute de la bicicleta. Una especie de parque de atracciones de la habilidad que generó un efecto pandémico sobre menores de toda la comarca.

Cada vez iban siendo más los que querían incluir su propia bicicleta como parte de la flota de una entidad que estaba creciendo sin proponérselo. Cada estímulo que se iba implementando sobre el lugar de entrenamiento venía correspondido por más y más inscripciones. El único requisito era tener autonomía sobre la bicicleta además de muchas ganas de disfrutar aprendiendo, o viceversa.

Los miércoles y los sábados fueron los días elegidos para los entrenamientos. Sesiones en las que los monitores del club iban testando la evolución de todos a la par que comprobaban la exigencia necesaria para la competición.

El buen clima que se respiraba en Leiro tuvo un efecto llamada. Poco a poco eran más inscripciones las que iban acumulándose. Niños cada vez más pequeños querían encauzar sus ilusiones formando parte del club e incluso sus padres no ponían reparos a apoyar esas primeras pedaladas a la espera de que ya pudieran rodar por libre. Las llamadas al Club Ciclista Ribadumia llegaban cada vez desde más lejos. Personas interesándose por inscribir a sus hijos, no solo de toda la comarca, sino también de lugares como Silleda, Padrón o incluso Pontevedra.

Apostamos por crear el club y nosotros mismos estamos alucinados del crecimiento que tuvimos en solo tres años

Javier Pombo - Presidente del Club Ciclista Ribadumia

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El crecimiento obligó también a la entidad a adaptarse a las circunstancias. Más monitores y más horarios de entrenamiento se habían convertido en materia innegociable para dar cabida a todos sin perder la calidad. Incluso ciclistas de otros clubes quisieron mudar su licencia a Ribadumia.

El poder de atracción de Leiro se vio multiplicado con la organización allí de las primeras competiciones. La calidad del circuito y los detalles del club anfitrión fueron calando hondo y cada vez más y más interesados pusieron su punto de mira en el Club Ciclista Ribadumia. Y ahora, tres años después, ya son 166 las licencias de una entidad que se ha convertido en la mayor escuela de ciclismo de Galicia. Un lugar en el que también tienen cabida aquellos mayores que quieran disfrutar en compañía de las bondades de la bicicleta.

El propio Javier Pombo reconoce que “todo surgió porque veíamos que había escuelas de todos los deportes, pero no había un espacio para que los niños disfrutasen de la bicicleta y aprendiesen a manejarse en ella a base de entrenamiento. Apostamos por crear el club y nosotros mismos estamos alucinados del crecimiento que tuvimos en solo tres años”.

Un trabajo que también se ve estimulado por situaciones como la protagonizada por Pedro Rodríguez. Quien a sus 3 años quiso empezar a entrenarse en Leiro con su primera bicicleta sin pedales y que dos años después fue ovacionado en Cambre al completar su primera carrera. Y es que el Club Ciclista Ribadumia sabe que cada línea de meta cruzada es el comienzo de una nueva motivación.

Una estructura que quiere fortalecerse

El ciclocross es la puerta de entrada de los más pequeños al club. A partir de ahí la línea de trabajo se centra en adaptar las exigencias del entrenamiento al nivel del ciclista, independientemente de su edad. Es a los 14 años cuando empiezan a abrirse nuevas posibilidades como el descenso o la carretera.

Incluso, como el propio presidente del Club Ciclista Ribadumia reconoce, “tenemos la idea de crear un equipo júnior de carretera”, en lo que sería un paso más en el crecimiento de la entidad. El no descuidar la estructura es básico para apuntalar todo lo demás y en eso tampoco hay dudas. “Estamos tratando de llegar a acuerdos con nuevos monitores y con preparadores físicos para que el equipo de trabajo sea mejor. Hay niños que están despuntando y queremos darle todas las posibilidades para que puedan seguir haciéndolo”. Y todo ello por una cuota mensual de 8 euros al mes, material aparte, que ayuda a dar viabilidad a un club que se ha convertido en una gran familia con la bicicleta como nexo de unión.

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