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Friscos, espíritu vikingo para ser referencia mundial en la fabricación de conservas

Las instalaciones de Conservas Friscos, en Catoira. Iñaki Abella

Conservas Friscos llegó a disponer de tres fábricas en España y una en Holanda. Pero se desprendió de activos, vendió factorías como la de A Pobra do Caramiñal (en 2004) y centralizó toda su actividad en el ayuntamiento de Catoira, donde se había asentado en 1978. Esta decisión, unida a una firme apuesta por el I+D, un ambicioso plan de internacionalización y el uso de materia prima gallega de calidad, llevaron a la factoría vikinga y a la marca, fundada en 1946, a convertirse en una potencia mundial dentro de su sector.

Tanto es así que su actividad se ha disparado hasta alcanzar registros históricos. Y más, si cabe, desde que la conservera Jealsa, situada al otro lado de la ría, en Boiro, sufrió un incendio que limitó temporalmente su capacidad productiva, desviándose buena parte de su carga de trabajo hacia empresas como la catoirense.

El exterior de la factoría. FdV

Pero la boirense ya está recuperando su ritmo habitual y Friscos sigue funcionando mejor que nunca, lo cual explica que aumentara su plantilla hasta llegar a unas 410 personas, con tres turnos de trabajo diarios.

Trabajadores de O Salnés, Barbanza, Vigo, Santiago...

Se trata de ciudadanos de comarcas como O Salnés, Caldas, O Sar y Barbanza, pero también de Vigo, Santiago y otros puntos de Galicia que se ocupan de la manipulación de túnidos y especies tan importantes para esta empresa como el mejillón, actualmente en horas bajas debido al episodio tóxico natural que mantiene cerradas la práctica totalidad de las bateas gallegas.

En definitiva, que esta que es la tercera marca del sector, en cuanto a cuota de mercado, ha crecido como pocas industrias en plena pandemia “gracias la internacionalización, la incorporación de nuevos productos de la más alta calidad y nuestra apuesta por la tradición, tanto en la manipulación de esos productos como en la elaboración de nuestras salsas artesanales”.

Los túnidos son una de las especialidades de Friscos.

Los túnidos son una de las especialidades de Friscos. FdV

Quien así se pronuncia es el director comercial y de marketing de Friscos, Antonio Vázquez, cuando explica, por ejemplo, que la suya es una de las pocas empresas que asumen el ciclo completo de transformación del mejillón, empezando con el proceso de cocción y terminando con su entrega al consumidor.

“Esa utilización de productos gallegos y el empleo de salsas artesanales que agradan al consumidor, al igual que el trabajo que hemos realizado para afianzar nuestra marca, nos han permitido multiplicar el volumen de trabajo”, reconoce el representante de la conservera vikinga.

75 años marcados por la innovación y la materia prima de calidad

Conservas Friscos, fundada en 1946 por Francisco Otero Mariño y Francisco Dotras Lamberti, cumple 75 años en manos de la familia Otero y ofrece al consumidor “latas de conserva seleccionadas con los mejores productos del mar elaborados con la máxima garantía de calidad, respetando siempre las artes tradicionales de pesca para conseguir llevar a la mesa conservas de pescado de manera artesanal”.

Atún, bonito del norte, mejillón, zamburiña, sardina, navaja y berberecho de Noia integran la carta de esta industria que ha sabido combinar tradición y modernidad, como lo demuestra el hecho de que entre sus conservas se encuentren productos como los mejillones en salsa de vermut St Petroni o disponga de un sistema de paletización automática que le ha permitido automatizar el 90% de su producción, de tal forma que dos robots paletizadores dan servicio a ocho líneas productivas para conseguir 2.700 cajas por hora.

EE UU y China

La misma que ha sabido entrar con fuerza y afianzarse en mercados emergentes como los de Estados Unidos, China o Marruecos. Una firma que, de este modo, es capaz de generar enorme riqueza en Catoira y su entorno, tanto de manera directa como indirectamente, ya que de su creciente actividad y del aumento de plantilla también se benefician la hostelería, el comercio, el transporte y otros sectores.

Para consolidar su planta de Catoira y alcanzar este dulce momento empresarial, Friscos ha tenido que jugar duro, especialmente en lo referido a la introducción de nuevas tecnologías, con las que situarse en una buena posición desde el punto de vista de la competitividad internacional.

De ahí el manejo de la más moderna maquinaria, tanto en los procesos de transformación de producto como en la depuración de aguas residuales, con una estación propia “que incluso ha recibido varias distinciones a nivel europeo, ya que además de depurar con totales garantías es capaz de producir energía eléctrica”, sentencia Antonio Vázquez.

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