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Ingenio histórico para el mejor y artesanal Tinto de Barrantes

Marcelino Chaves frente al lagar artesanal ideado por el bisabuelo de su mujer hace 130 años. | // FDV

La prensa hidráulica que se impone en los últimos años, junto a los lagares de carraca de antes -que se conservan y cumplen su función-, tiene su antecedente en un tipo de prensa prácticamente extinguido, y con la que apenas cuentan contadísimas bodegas salinienses. En Meaño, que es la única de la que se tiene constancia en este municipio, es este de Cobas, donde Marcelino Chaves y su esposa Carmen González se afanan de noche, pasadas ya las 22 horas, en el trabajo en bodega para culminar la jornada de vendimia. Allí, mano a mano, exprimen el jugo de la “folla redonda” sacada de la cuba en la que, debidamente pisada, fermentó durante cuatro días, para convertirse en el preciado “tinto Barrantes”.

“Este lagar -explica Carmen González- lo talló en piedra con sus propias manos el bisabuelo Manuel Fontán Estonllo, que era cantero, y que llegó de Xeve para establecerse en Os Castaños (Barrantes)”. “Unos años después -agrega- se afincó en Cobas, al casarse aquí con Elvira Riveiro Millán, que fue mi bisabuela, y en esta era talló esta piedra que fue bajada desde el Monte da Raposa en un carro de bueyes para convertirla en lagar”.

Histórico lagar de Meaño FDV

Para prensar la uva este antiguo artilugio funciona basándose en las leyes físicas del equilibrio. Consta de una gruesa viga de castaño de tres metros de longitud, y que fue anclada en su día en la pared en piedra de la vieja bodega. En el extremo opuesto cuenta con el “muerto”, una piedra cilíndrica tallada con sección circular y que ronda los 300 kilos de peso. Este muerto es el que ancla la estructura al suelo por medio de un fuso de boj y una vara de hierro que atraviesa la piedra hasta culminar en una gruesa arandela de hierro que contribuye a levantarlo durante su labor de prensado. El engranaje con la viga se complementa con una pieza denominada “llave”, que alberga una tuerca de madera en su interior, que encastra el mecanismo con el fuso lubricado con sebo, para facilitar su giro endentado con la llave.

Otro momento del prensado ejecutado por Chaves FDV

Una vez el bagazo en el lagar, se trabaja con unos 800 litros en el interior. Dispuestas las compuertas internas y los primeros tacos y valiéndose de una barra de hierro que atraviesa el fuso, a fuerza de brazos empieza a hacerse girar. Al cabo de unas vueltas, y conforme se introduce otro nivel de tacos en el lagar, el muerto de piedra anclado al suelo empieza a elevarse conforme la viga ejerce su presión para el prensado del bagazo en el lagar, y hacia la mitad de la viga, amparándose así en las leyes físicas del contrapeso.

Un sistema parecido al de los molinos

Pivotando sobre ese punto de equilibrio, la pesada piedra, empieza a elevarse así en el aire girando cual muela de molino, hasta alcanzar unos 20 centímetros.

“Esta es un obra de ingeniería -reconoce Marcelino Chaves- construida por un cantero, que hace más de un siglo, no tenía los conocimientos físicos teóricos pero que, sin embargo, sí sabía aplicar en la práctica, y aquí se demuestra”. “El peso de la piedra -agrega- está calculado para ejercer la presión justa, pero para no llegar a romper el cadrazo del racimo, que haría llevar su ácido al vino, algo que sí puede ocurrir con la prensas hidráulicas de ahora si uno se pasa de presión, por querer apurar el prensado para obtener más vino de la cuenta”.

"En este lagar de viga, mientras la piedra se mantenga en el aire, sigue trabajando"

Marcelino Chaves - Bodeguero artesanal de Meaño

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“La ventaja de este mecanismo -explica este bodeguero artesano de Cobas- es que una vez elevada, la piedra y la viga del lagar siguen trabajando, continúan ejerciendo una presión constante conforme compacta el bagazo”. “En el lagar de carraca -continúa- una vez apretado, las compuertas alcanzan un punto de presión que, en adelante, va cediendo poco a poco conforme se comprime el bagazo, y hace preciso nuevos apretones. En cambio, en este lagar de viga, mientras la piedra se mantenga en el aire, sigue trabajando con la viga, esto es, continúa ejerciendo una presión constante, aunque el bagazo siga compactándose. Solo cuando la piedra vuelva al suelo, la viga dejará de presionar. Pero su bajada se hace muy lenta, puede tardar dos o tres horas”. “Ahora -agrega- nos vamos a duchar, a cenar y dentro de un par de horas volveré por la bodega”.

Reposición de elementos

Del lagar original, reconoce Carmen González, se conserva la pieza de piedra “porque la viga y el fuso, al ser de madera, se deterioran, y estos, según refiere mi madre, son los segundos construidos en las cuatro generaciones habidas”. Lo inusual de este lagar hizo que se interesara por él algún comprador: “Hace unos años -explica Carmen- nos visitó un bodeguero que quería comprarlo, pero no accedimos, porque a nosotros nos hace ilusión tenerlo”.

Una sidra casi tan sabrosa como la asturiana

Bodegueros artesanos, Marcelino y Carmen, elaboran en su bodega familiar vino tinto país, catalán, algo de albariño y caíño. Y, a mayores, hace un par de años se atrevieron con la sidra: “Plantamos una veintena de manzanos -explica Marcelino Chaves-, pero como son árboles aún jóvenes, nos decidimos a comprar hace un par de años una pequeña partida de manzanas en A Estrada, y con ella elaboramos 250 litros de sidra casera”. Aquella resultó una experiencia redonda: “Por entonces -refiere su esposa- teníamos el furancho abierto, y las 250 litros de sidra se consumieron en un santiamén”. “Salió tan bien -agrega- que mismo una pareja asturiana que estuvo en el furancho, nos preguntó si nosotros éramos asturianos, al haber elaborado una sidra tan buena”, explica con gran orgullo la pareja. Chaves Castro reconoce que el furancho es una de sus asignaturas pendientes: “No se entiende que el concello de Meaño -lamenta- no haya aprobado aún una normativa municipal para reglamentar los furanchos, como sí han hecho concellos vecinos, y eso deja a uno impotente”. “Solo caben dos opciones en Meaño -apunta-: o abres el local de tapadillo y te expones, o si quieres hacerlo de manera legal tienes que abrir con una licencia de bar”, lo cual en principio no les resulta rentable. El furancho se concibe como un local de temporada para la comercialización de excedentes que Meaño -y Cobas en particular- considerada una de la meca de estos establecimientos, carece del reglamento municipal para ello. Un vacío que exaspera a los promotores de furanchos al uso, aunque tienen esperanzas de que se regule su funcionamiento en algún momento. El tirón turístico de este tipo de establecimientos ha sido muy relevante en los últimos años, por la oferta gastronómica diferente y, sobre todo, a buen precio.

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