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El sector inmobiliario arousano da el aprobado a un verano con mucha demanda, aunque sin oferta suficiente

Los alquileres vacacionales abundan en edificios de la primera línea de playa Noé Parga

“Parece que 2021 es el año que vino después de 2019, porque luego de un 2020 inexistente hemos recuperado las inercias del último lustro”. Se congratula Ana Porto, gerente de la agencia inmobiliaria que lleva su nombre en O Grove, de que su sector haya hecho borrón y cuenta nueva. Tiene la sensación, yendo incluso más allá, de que este año ha repercutido más en su negocio “el mal tiempo que el virus”. Las ventas de parcelas y solares, además de las de inmuebles en zonas rurales para restaurar y los pisos urbanos usados han estado a la altura para lograr que el sector inmobiliario arousano lograse olvidar los fantasmas del verano pasado. Los alquileres vacacionales, que Ana Porto sí trabaja, han hecho el resto para que este verano el sector de la vivienda arrojase beneficios a quien lo trabaja.

Esta modalidad vacacional del alquiler deja grandes ingresos a los propietarios de viviendas que las alquilan por días. Aunque son muchas las inmobiliarias que no lo trabajan, dejando el testigo a los propios particulares que se ponen en manos de empresas internacionales como Airbnb o Rentalia, llevan siendo muchos veranos consecutivos los que han estado marcados por los alquileres vacacionales en los municipios costeros de la Ría de Arousa. No es mucha la oferta ante la incontable demanda, y menos de ciertas viviendas tildadas de “exclusivas”, pues este mercado es totalmente libre, sin control alguno y de ese modo solo se rige por la oferta y la demanda.

Su crecimiento limita el del alquiler anual, útil para trabajadores al adaptarse a sus contratos pero menos rentable para el propietario. El molde del mercado hace que la oferta de alquileres se parta en dos: la de verano, con precios especiales orientados al turista que pasa en la comarca unos días, y la del curso escolar, de septiembre a junio, que deja libre la temporada estival para que se le pueda sacar provecho por si sola.

También manda el libre mercado cuando al contrato es de compraventa. “Recibí muchos clientes, vendí mucho, aunque yo no trabajé alquiler vacacional”, afirma al respecto María Dolores Paz, propietaria de la Inmobiliaria Mariló de Vilgarcía. Se busca “mucha vivienda para ponerla en alquiler y hacer negocio”, señala Porto, aunque destaca Paz que sobre todo negoció con “solares para edificar y casas en aldeas para restaurar, que tuvieran jardín y que los nuevos propietarios pretendían usar como segunda residencia”.

Cada vez son más los propietarios que aumentan su haber comprando pisos para arrendarlos en verano


Si bien mucha vivienda de la que se compra en la comarca arousana es para vivir en ella o para usarla como segunda residencia vacacional, también señalan en las inmobiliarias que “existen compradores que buscan disponer de un segundo piso o casa, además del suyo, para que les genere beneficio al tenerlo alquilado”. Pone las cartas sobre la mesa Ana Porto, gerente de su inmobiliaria homónima en O Grove, que justifica estas acciones de los compradores aludiendo a los bajos intereses (incluso negativos) que los bancos otorgan al pequeño ahorrador por tener su dinero dentro de cuentas a plazo.

“Buscan un ingreso extra y, mejor que meterse en productos bancarios de los que no se fían, prefieren adquirir una propiedad y añadir un complemento a su sueldo”, argumenta Porto. Le toma el testigo Lucía Millán, de la Inmobiliaria Avelino Barreiro, cuando asegura que cada vez se tiende más a una “profesionalización” de estos compradores, que ven en sus pisos para alquilar “una opción real para ganar dinero”. Estos pequeños rentistas “invierten en sus pisos, los dejan bonitos y bien arreglados para que sean valorados y puedan realmente aportar ingresos a sus propietarios”.

Se trata de un negocio lucrativo. Millán asegura que “en Vilagarcía, alquilando estos pisos por días en verano, pueden sacarse unos 1.000 euros por semana si el piso está en buenas condiciones y no mal ubicado”. Lo mismo sucede en O Grove, apunta Ana Porto, que no duda en asegurar que “un chalet de lujo, amplio, con piscina y finca, cerca de la playa y con todos los servicios le puede generar a su propietario unos 6.000 euros mensuales tranquilamente, y de ahí para arriba, llegando a los 8.000”.

Al respecto, Lucía Millán, de la Inmobiliaria Avelino Barreiro, apunta que “la rehabilitación suele ser más cara a la larga, pues origina viviendas menos eficientes, además de que no permite la libertad de la obra nueva”. Es por ello que recomienda a quienes dudan “que construyan, pues lo viejo ni está hecho a su medida ni les ofrece total modernidad”. Ante la idea de alquilar, Millán no titubea: “para pasar el año entero, hoy por hoy compensa comprar”.

Sin jardín no hay trato

Los que siguen el consejo de Millán tienen por delante la edificación de su nueva casa. “Las quieren, siempre, con jardines o al menos terrazas, para poder estar al aire libre”, dice la vendedora de la Inmobiliaria Avelino Barreiro y corrobora Ana Porto desde O Grove, así como María Dolores Paz, que reseña también la venta de “muchas viviendas para entrar ya a vivir y no muy caras, pues muchos propietarios se apuraron para vender”.

“Los pisos escasean”, dicen las tres vendedoras a coro, y afirman que los que hay son “antiguos y para nada restaurados a las necesidades de hoy en día”. Y es que cada vez más el perfil del comprador se orienta hacia el de “una familia joven, con niños pequeños, que busca una primera casa propia, hecha a su medida y moderna, o sino cambiar la que ya tenía dejándola para alquilar”, como señala la propietaria de la Inmobiliaria Mariló.

“Vilagarcía podría ser la casa de mil familias más”

Ramón Vildal gestiona en A Illa la Inmobiliaria Abertalar. No atravesó un buen verano, “no muy distinto al de 2020”, al no ocuparse su empresa de muchas viviendas con fincas, ni solares para edificar ni tampoco alquileres vacacionales. Se limita a A Illa, donde solía vender obra nueva, “un tipo de vivienda que hoy no existe, al menos la recién hecha, porque todavía queda parte sin absorber por el mercado en manos de los bancos”. La problemática que denuncia Vidal en A Illa, un territorio evidentemente limitado por la costa, se repite en el continente.

“Vilagarcía podría ser la casa de mil familias más, pero no hay pisos para venderles”, zanja Lucía Millán, del departamento de ventas de Avelino Barreiro. Argumenta que “mucha gente elige Vilagarcía para vivir, aunque luego trabaje en otras ciudades, porque es cómoda, dispone de todos los servicios y está bien conectada por tren con Santiago o Pontevedra”. Pero encuentra la piedra en el camino en “la inexistencia de obra nueva, pues los pocos edificios que siguen creciendo ya tienen la gran mayoría de los pisos vendidos”.

De ese modo, la agente de Avelino Barreiro tiene claro que “a día de hoy compensa más comprar obra nueva y meterse en una hipoteca a tipo fijo que alquilar, pero no hay nuevos pisos en el mercado para comprarlos”. Explica que, haciendo cuentas, “sale al mismo precio un alquiler, caro a día de hoy en Vilagarcía, que una hipoteca, con los intereses bajos y fijos”. Dentro de la poca que hay, indica que la nueva construcción más cotizada es “el ático, que al tener terraza, es la estrella de las nuevas promociones”. 

¿Una nueva burbuja?

En un país traumatizado por la crisis del ladrillo, el verbo edificar asusta. Pero lo cierto es que hoy son muchas las barreras que deben superar los promotores antes de firmar sus negocios. En primer lugar, “los bancos ya no dan hipotecas por sistema, por lo que el número de compradores se reduce a personas solventes”, señala María Dolores Paz, gerente de la Inmobiliaria Mariló. Pero no solo se le cerró el grifo al comprador, “también al promotor”, que muchas veces no puede financiar su proyecto.

Nada más que actualmente se están empezando a hacer nuevos edificios, “pero a un ritmo muy lento, con mucha cautela”, tal como indica Ramón Vidal desde A Illa. La activación de este negocio, señalan los agentes inmobiliarios, será clave para que también baje el precio de los alquileres en la comarca, disparado por el auge turista.

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