José Luis Abet Lafuente, conocido en su aldea de Ames por los sobrenombres de “El Moro” o “El Judío”, de 47 años, seguirá en la cárcel de Mansilla de las Mulas (León) mientras espera a la reunión del Jurado Popular por el presunto asesinato a sangre fría de su mujer Sandra Boquete, su cuñada Alba y la madre de estas, María Elena Jamardo Figueroa hace dos años.
Esta misma semana, el togado de Caldas que instruye la causa notificó la prórroga de la prisión por dos años más, en un trámite fundamental antes de la conclusión del procedimiento pues aún quedan pendientes algunas diligencias de la policía científica y quizás también el informe pericial sobre la salud mental del autor confeso del execrable asesinato múltiple ocurrido el 16 de septiembre de 2019.
Son flecos para cerrar una de las causas que más han conmocionado a la sociedad española en los últimos años pues además de las tres víctimas mortales atentó contra la integridad de sus dos pequeños hijos que han presenciado la brutalidad de la escena y vieron morir a su madre dentro del coche en el que les iba a llevar a clase el primer día del curso escolar.
Es por ello que en círculos jurídicos consultados se estime que Abet será el tercer reo que será condenado a la pena de prisión permanente revisable en Galicia, pues anteriormente se le impuso a David Oubel, condenado por otro terrible crimen cometido en Moraña donde mató a sus dos hijas pequeñas con una motosierra o a “El Chicle”, en el caso de Diana Quer.
En principio Abet Lafuente deberá responder de al menos tres delitos de asesinato, dos delitos por atentar contra la integridad de sus hijos, lesiones y tenencia ilícita de armas, cuya suma de penas supera con creces el límite natural de su existencia.
Una condena que por lo que ha expresado en su día no ha provocado ningún remordimiento, como explica el abogado Francisco José Lago que ejerce la acusación popular por Amigos de Galicia, personada en la causa en defensa de unos menores que han quedado totalmente desvalidos, a cargo de familiares maternos, aunque con el apoyo de su abuelo que vive en Valga, muy cerca de Carracido, la aldea en la que se cometieron los hechos.
“En estos dos años no hizo ninguna declaración sobre lo sucedido”, asegura el letrado, quien pone de manifiesto que solo compareció ante el juez a los tres días del crimen. “Luego solo declaró por videoconferencia”, debido a las medidas adoptadas por los juzgados para evitar la propagación del virus COVID.
Pero aunque en sede judicial nunca explicó su terrorífico proceder, si se tiene constancia de que su defensa ha solicitado la elaboración de informes médicos, psiquiátricos y psicológicos sobre la personalidad de este “monstruo”, como en alguna ocasión le han definido los familiares de las tres mujeres asesinadas.
Por parte de la acusación creen que va a resultar muy difícil demostrar que actuó en un momento de locura, si bien no descartan que se quiera alegar una enajenación mental transitoria con el fin de rebajar la condena o incluso conseguir la exención de culpa.
“A mi no me manchas más mi nombre: Vais de listas. Sois mala gente”,
Eximente que por los datos que han trascendido en estos dos años parece muy poco probable si se tiene en cuenta que “El Moro” se jactó días antes de la salvajada que pretendía cometer. Lo hizo a través de las redes sociales cuando en una cuenta pudo haber escrito una de su primeras advertencias de sangre con la frase: “A mi no me manchas más mi nombre: Vais de listas. Sois mala gente”, según reveló un programa vespertino de televisión.
También se le atribuye la reflexión: “Siempre piensan que tienen las de ganar, y no es así”, un mensaje que se corresponde con el pensamiento de algunos grupos de padres separados que abogan por ser preferentes a la hora de tener la potestad sobre sus hijos.
Violencia vicaria
Precisamente, uno de los argumentos que cobra más fuerza en la investigación pues la denominada “violencia vicaria”, es decir aquella que se ejerce contra la mujer causando daño a menores indefensos, parece que estaría detrás del desastre causado por Abet aquel 16 de septiembre.
Según trascendió de la investigación, Abet se mostró obsesionado respecto a esa pérdida de potestad sobre sus hijos que significó la sentencia de divorcio que un año antes había dictado un juez, en enero de 2018, aunque la separación del matrimonio ya se había producido tres años antes.
La ruptura no solo significó un cierto alejamiento de los pequeños sino que también causó un importante quebranto económico al agresor en tanto que la casa familiar de Carracido, construida en régimen de gananciales sobre un terreno de la familia Boquete, había quedado para la madre y los dos menores.
En Ames, municipio del que es natural el agresor, su familia reveló que este se quejó en varias ocasiones de que tuvo que sobrevivir ocho meses en el coche, hasta que la madre lo acogió en la casa familiar por compasión. Lo cierto es que cuando cometió el crimen tenía un trabajo estable.
Demostrar la premeditación será clave para el Jurado
La acusación tratará de demostrar que hubo premeditación y alevosía en la terrorífica acción de José Luis Abet Lafuente a las puertas de la que había sido la casa familiar de Valga. Los hechos conocidos hasta ahora así lo apuntan pues “El Judío” había adquirido un revólver ilegal en Portugal y una caja de munición del calibre 36, días antes del crimen. El plan urdido establecía que iría a trabajar en el turno de noche de una empresa de Barbanza y al finalizar esperaría a su mujer para reclamar un cambio más favorable en los días de visita a los hijos que tenían en común.
El día elegido también fue planificado pues comenzaba el curso escolar y sabía que los niños tendrían que incorporarse a clase aquella fatídica mañana. A las ocho en punto llegó a la vivienda de Carracido y golpeó en la puerta. Mantuvo luego una agria discusión con su mujer, que no se amilanó y consiguió alcanzar el volante de su coche y sentar a los niños en el asiento posterior.
Pero esta acción irritó, si cabe, todavía más a José Luis Abet que disparó a sangre fría contra su mujer Sandra, delante de sus dos hijos de corta edad. A continuación volvió al recinto de la finca pues también se la tendría jurada a su exsuegra y excuñada, las cuales habían sido alertadas con anterioridad por la primera. Justo al verlas disparó a bocajarro contra ellas, que murieron en el acto. Luego huyó en su automóvil de vuelta a casa de su madre. En fuentes de la investigación se señala que en el viaje llamó por teléfono a su madre y le comunicó que había hecho “algo muy feo”. En ese recorrido arrojó el revólver y la munición al río Tambre, y al llegar al domicilio decidió confesar por teléfono lo sucedido a la Guardia Civil. También los vecinos alertaron sobre lo ocurrido, justo después de socorrer a los asustados niños de los Boquete.