Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Los peregrinos vuelven a dejarse ver por O Salnés

Los peregrinos se aventuran por las carreteras y caminos de Valga con su meta en Santiago de Compostela Iñaki Abella

Aún a la hora de comer, cuando el sol cae a plomo sobre sus cabezas, los peregrinos siguen poblando el Camino a la altura de Valga. Parece que este año ya se va recuperando el número habitual de huellas que normalmente pisan la comarca en ruta hacia Compostela, pero continúa existiendo un ambiente raro sobre las carreteras y caminos que conducen a la Catedral. La pandemia pasó factura al Camino, y aunque estemos en Año Xacobeo, los peregrinos notan diferente al sector económico que antes se cernía sobre sus bolsillos en busca de beneficios.

Prosiguen su marcha por Valga con rumbo a Compostela los vigueses Luis y Anxo Ribera, padre e hijo. Iñaki Abella

En primer lugar, “son muchos menos los albergues, al menos en comparación con el año pasado”, en palabras del peregrino valenciano Iván Mardama. Parece continuar su discurso, aunque ni siquiera caminen juntos, el cordobés Fran Riobóo: “esto hace que los comerciantes cuyos negocios estén abiertos no den abasto y tengan excusa para subir los precios”. Pone la tercera pata al argumento la portuguesa Julia Matos, aludiendo a la preferencia suya y de su compañera de viaje de dormir en hoteles para no pelearse por plazas imposibles de conseguir y además no juntarse con mucha gente desconocida, algo que comparten, por otro lado, Luis Ribera y su hijo Anxo, originarios de Vigo y que emprendieron su marcha desde allí.

Aunque no pose, el perro acompaña a Mardama y su familia. Iñaki Abella

El factor determinante, para todos los caminantes, es que este año vuelve a haber mucha gente, casi como de costumbre. Es capaz de comparar Iván Mardama, pues realizó la ruta francesa del Camino a estas mimas alturas del año pasado, según cuenta Alba, una de sus acompañantes en ambas ocasiones. “Hay muchísimo más movimiento este año, además de que hay menos albergues abiertos, por lo que se nos hace complicado encontrar hospedaje”, comenta el caminante valenciano.

Alba y él, además del resto de su familia con la que se embarcaron en esta aventura, caminan junto al pequeño Iván, que no supera los seis años y que está aguantando el ritmo como el que más. Además, van al lado de su perro, “que ahora hasta puede recibir la Compostela”. De este punto emana otra de sus pegas, pues Alba e Iván apuntan que el hospedaje con perros “todavía es mejorable”, aunque hay evolución con respecto al 2020, cuando también iban con su mascota.

El Camino sin rodeos

Adelantan a los valencianos Luis y Anxo Ribera, originarios de Vigo y que reconocen “andar por andar, no por hacer el Camino, pues no tenemos ni siquiera Compostela”. Se han metido el atracón el lunes, “con 45 kilómetros de una tirada y casi todo sobre asfalto”, y hoy sus piernas lo notan.

Ellos afrontan el recorrido a Santiago como una caminata, “sin darle importancia”, dejando claro que en el Camino no todo es espiritualidad. No cuentan con los albergues, pues ya cierran su aventura hoy con su llegada a Santiago y en las dos noches que pasaron fuera de casa confiaron en hoteles.

Ana Duarte y Julia Matos, a la sombra Iñaki Abella

De igual manera lo hacen las portuguesas Julia Matos y Ana Duarte. Les fue imposible encontrar apenas camas en los albergues, su primera opción, por lo que se amoldan a lo que hay y disfrutan de las comodidades y de la intimidad de un hotel. Comenzaron su marcha en Pontevedra, “con un plan improvisado por completo en el que solo vamos a caminar tres días, haciendo noche en Caldas de Reis y Padrón”. Ya piensan en repetir la experiencia, “aunque esta vez en bici, desde Oporto y por la variante espiritual, la que llega a Vilanova de Arousa en barco”.

“Tenemos los pies molidos de tantos kilómetros en asfalto”

Julia Matos - Peregrina portuguesa

decoration

No se quejan del calor, sino de sus pies, “molidos de tantos kilómetros en asfalto” que han recorrido junto a incontables compañeros. Aseguran que provienen sobre todo de España en este camino portugués que cruza Valga y Pontecesures y que ellas mismas están haciendo. Les esperan para llegar a Santiago ya pocos kilómetros, tanto a Duarte y Matos como al resto de peregrinos, pues todos cuentan con pisar hoy la Plaza del Obradoiro y poner fin a su viaje entrando por fin a la Catedral.

Mucho asfalto y poca fuente

Los últimos kilómetros que tienen por delante estos peregrinos son de “cuneta y asfalto”. Nada nuevo, en la opinión del peregrino cordobés Fran Riobóo, que camina junto a Luna Fernández, también de Córdoba. Critican que el Camino Portugués, que atraviesa Valga y Pontecesures y que ellos mismos están recorriendo, “discurra sobre todo por carreteras y no por caminos de tierra, algo que sí hace el Francés”, en palabras de Fernández. “Nadie te avisa de esto antes de comenzar la marcha”, prosigue su compañero de fatigas.

Ellos están realizando la ruta portuguesa “en plan turista”, aunque también desean acabar rápido para llegar a Santiago y disfrutar de su ambiente, gastronomía y belleza histórica. Ya lo hicieron en Vigo, donde aterrizaron. Se esperaban cuando lo hicieron “senderos para disfrutar de la naturaleza”, pero no han hecho más que “comer asfalto”.

Achaca Riobóo esta situación a “un interés de la Xunta por sacar el máximo partido de los peregrinos”, que se traduce en “meter la ruta por todos los pueblos, pues me parece imposible que no haya alternativas a través del monte”. Esto, denuncia Luna Fernández, “logra que tengamos los pies destrozados y que nos arriesguemos a ser atropellados, porque o vamos por carreteras comarcales o vamos por cunetas de otras principales, y no se que será peor”. Zanja Riobóo: “quizás el peregrino comience a hartarse de esta actitud torticera de la Xunta y en los próximos años sea peor el remedio que la enfermedad”.

Fran Riobóo y Luna Fernández hacen un alto en el camino. Iñaki Abella

“La decisión de meter el Camino por los pueblos está hecho bajo el pretexto de que los comercios locales hagan su dinero, lo cual es natural y me parece perfecto, pero creo que se pasan en algunas cosas, queriendo sacar los beneficios de esta campaña y de la anterior en un solo año”, apunta y dispara el caminante.

Pone el foco Fran Riobóo en la tajada que los bares aledaños al Camino le sacan al agua embotellada, “que te cobran en función del dinero que tengas en la mano”. Hace referencia a que les cobran “la botella de dos litros a 2’50 euros, tranquilamente”, y que con el agua no se debe hacer negocio.

“Había colas de gente que se formaban en torno al hilito de agua que caía de una de las fuentes de Caldas”

Fran Riobóo - Peregrino cordobés

decoration

Al ser preguntado por las fuentes públicas de agua, el caminante cordobés relató su experiencia “justo antes de llegar a Caldas, cuando hay tres fuentes pegadas después de kilómetros sin ellas”. Hizo referencia Riobóo a las “colas de gente” que se formaban en torno al “hilito de agua que caía de una de ellas”, y que apenas daba para beber “si no querías echar allí un ratito”.

“Se debe avisar a los futuros peregrinos: el Camino Portugués es casi todo sobre asfalto, para cruzar pueblos donde los negocios que sobreviven intentan hacer caja”. Los propios comerciantes les dicen que están teniendo “mil peregrinos al día”, pues “antes había seis albergues y ahora solo dos, por lo que no dan abasto para un tráfico de peregrinos que se comienza a parecer al habitual”.

Compartir el artículo

stats