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El “boom” turístico estival colapsa las zonas habilitadas para las autocaravanas

Autocaravanas estacionadas en un espacio natural de la provincia de Pontevedra Santos Álvarez

Ruedas y más ruedas de autocaravanas pisan estos días de verano las carreteras de O Salnés. Y, por supuesto, buscan un aparcamiento, además de los encantos de la comarca. Ellas, junto al incesante tráfico de coches conducidos por turistas, copan las calles de las ciudades y villas arousanas, ocasionando problemas a los vecinos que todo el año habitan en O Salnés.

“Llevamos tres o cuatro años en los que los alquileres de estos vehículos se duplican con respecto al año anterior”, afirma José Manuel Ibáñez, gerente de Autocaravanas Arousa, cuando se le pregunta por este “boom” del turismo que lleva la casa sobre ruedas. Bajo su punto de vista, “los concellos no están habilitando zonas para autocaravanas al ritmo que el negocio crece”.

Los cámpines pueden ser una solución, pues tienen zonas adaptadas. “Es cierto, pero los más antiguos de estos negocios deben renovarse si quieren dejar de perder clientes, pues con la ley actual pueden albergar a muy pocos vehículos y esto les hace perder ingresos”.

Desde la Asociación de Campings Rías Baixas sacan pecho diciendo que ellos ofertan servicios a las autocaravanas que no pueden encontrar en cualquier aparcamiento, como duchas, piscina o, simplemente, “un ambiente acogedor.” Pero no dudan en insistir también en que para pernoctar, los autocaravanistas “tienen los cámpines y sus áreas específicas, no pueden dormir donde quieran”. Por ello, piden a los concellos que pongan orden “a través de ordenanzas municipales” que impidan pasar la noche a las caravanas en aparcamientos, como ya se les impide en zonas protegidas o miradores.

Se sienten engañados, pues afirman que concellos como el de O Grove les prometió hace tiempo que iba a regular la situación, en una reunión frente a frente con ellos, “pero a día de hoy sigue haciendo la vista gorda hasta en esas zonas protegidas”. Apelan, para pedir estas ordenanzas limitadoras, a que los autocaravanistas en muchas ocasiones “no son respetuosos con el entorno y lo ensucian”. Es por ello que reclaman una limitación que circunscriba las noches de las autocaravanas a los cámpinge o a las zonas habilitadas de forma específica para ellas.

Otro de los argumentos que ponen sobre la mesa es que los autocaravanistas “no consumen y no generan riqueza en el pueblo que visitan, además de no pagar impuestos en ellos”, por lo que “gastan, pero no invierten”. Es algo que contradice Manuel Fernández-Arruty, presidente de AGA (Asociación Galega de Autocaravanas), que explica que cada autocaravana deja, de media, “unos 70 euros en cada villa que visita”, según estudios internos de su organización.

Denuncia Fernández-Arruty que “la sociedad ve normal alquilar un apartamento y comer y cenar en su interior, pero no considera lo mismo sobre hacerlo en una autocaravana”. Defiende que la única diferencia entre esto o un hotel (en el que, dice, “también se puede cenar un bocadillo en la habitación sin escándalo social”) con respecto a la autocaravana es que esta última “no paga pernocta”. Lo que sí paga, según dice, “es la gasolina, las consumiciones en bares o el entrar a monumentos, además del alquiler del vehículo, por lo que diversifica los ingresos y no los concentra en el camping”. Encuentra discriminatoria su realidad, y se defiende: “¿Por qué nadie habla de invasión de peregrinos? Crean su propia industria, como nosotros”.

“Esto es como si prohíben pasar la noche en un aparcamiento a los coches que sean rojos”

El Concello de A Illa de Arousa ha puesto en práctica “desde hace ya tiempo” medidas de vigilancia y control sobre las autocaravanas. Por ello, su concejal de Seguridad Luis Arosa se congratula de que este verano “no está siendo ni mucho menos el peor”. “El problema son las autocaravanas, pero también los coches, que colapsan las calles de A Illa”, afirma el representante del Concello, que asegura estar trabajando en la peatonalización de parte del centro urbano. Su Concello ha provisto de zonas específicas a las autocaravanas, y tiene desplegados agentes municipales en ellas velando porque las normas se cumplan.

Esto es, “que los autocaravanistas no hagan hogueras, no tiendan ropa de los árboles, no ensucien la zona y, por supuesto, no estén más tiempo del debido en sus áreas, que tienen limitado a un día”. “Nosotros simplemente aplicamos el código de circulación”, y por ello prevé “cambios” en determinadas calles de cara al año que viene, para “velar por la comodidad de los vecinos”. Reconoce que A Illa “tiene un problema grave con el tráfico” y por eso, desde su administración, dice hacer lo posible para que “los coches de los turistas, así como las autocaravanas, se aparquen fuera del centro porque, total, se llega andando a cualquier punto en menos de diez minutos”.

“Entiendo a los cámpines, su negocio está en juego, pero no pueden pretender que se editen ordenanzas municipales contra las autocaravanas, pues lo mismo podrían hacer los hoteles o los bares contra ellos por albergar dentro un súper y una cafetería”. Tajante se muestra Manuel Fernández-Arruty, presidente de AGA (Asociación Galega de Autocaravanas). Su punto es simple: “Esto es como si prohiben pasar la noche en un aparcamiento a los coches que sean rojos”.

Esgrime el presidente que las normas están para cumplirlas, y por eso asume y defiende que “las autocaravanas, igual que los coches, no puedan aparcar en miradores o zonas protegidas pero sí puedan hacerlo en los aparcamientos, igual que cualquier vehículo”. Lo mismo opina al respecto del resto de sus reglas de juego, pues ellos no pueden ni desplegar campamentos ni comer en zonas que no estén habilitadas, y de hecho critica a quien lo hace. “Lo que buscan algunos concellos y cámpines es discriminatorio”, subraya. Fernández- Arruty apunta que los autocaravanistas diversifican los ingresos, al “comer en un lado, ir al súper en otro”, y no los reducen a un camping. Sobre la situación de A Illa opina que “el problema es la falta de control sobre el turismo, pues todos quieren ir y aparcar en los mismos sitios”. Comprende el hartazgo de los vecinos ante la “invasión turística”, pero no cree que las autocaravanas sean culpables.

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