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Riesgo de caída en el mercadillo y el entorno de la plaza

El mercadillo de Vilagarcía, ayer. Noé Parga

Los clientes que cada martes y sábado acuden al mercado de Vilagarcía debaten sobre todo tipo de temas que no son diferentes a los de cualquier otro mercado local. El elevado precio del marisco, la gran afluencia de turistas que se suman a los clientes habituales, el calor o el frío que hace... Pero los usuarios del de Vilagarcía han incorporado uno más, recurrente hasta hacía poco tiempo y que, tras un silencio demasiado corto, ha vuelto a los corrillos: el mal estado del pavimento en el paseo García Caamaño, entre el río de O Con y la plaza de abastos.

Una de las zonas más peligrosas para los viandantes. A. Vázquez

No se abandona el tema porque, tal como denuncian los comerciantes, “las caídas y tropiezos de los usuarios del mercado son constantes, no hay día que no presenciemos unas cuantas”.

Así expone el problema Natalia, encargada de la frutería El Extremeño, que se coloca cada semana en el problemático paseo García Caamaño. “Hace unos minutos se cayó una mujer aquí mismo, la tuvimos que atender entre los comerciantes, aunque, afortunadamente, no le ocurrió nada grave”.

Mujer herida en la cabeza

Pero no todos tienen esa suerte. Natalia hace memoria y recuerda que “hace escasas dos semanas tropezó una señora mayor con uno de los resortes de la acera y se llevó un buen golpe en la cabeza, llegando a sangrar”. Los tenderos fueron los primeros en socorrerla, así como otros clientes, que llamaron a una ambulancia para que los sanitarios inspeccionasen la herida.

El mercadillo de Vilagarcía, ayer. A. Vázquez

Reparaciones en balde

A escasos metros de la frutería que atiende Natalia instalaba Charo su puesto, en el que vende flores. Ella también presencia a diario los tropiezos de sus clientes, que en muchas ocasiones les trasladan sus quejas cuando compran.

“La acera está en pésimas condiciones, no hay duda, pero en absoluto es su peor momento”. El problema es recurrente, apunta la florista, pues “hace no demasiado vino personal del concello a arreglar los desperfectos, pero muy bien no les ha podido quedar la obra cuando ya estamos casi en el mismo punto en el que estábamos hace unos meses”.

“Lo que hay que hacer es poner una denuncia en la policía, es la única manera de que el Concello preste atención”, reclama el compañero de Natalia al frente de la frutería.

Algunos de los puestos ambulantes. Noé Parga

Reconocen en este establecimiento que sus propios furgones son los que, en muchas ocasiones, originan los desperfectos de la calle, “pero si el ayuntamiento tiene a bien instalar aquí el mercado cada semana, debe asegurar que el pavimento del paseo esté a la altura”, comentan de manera informal.

Un pavimento casi a estrenar

Las obras de instalación del pavimento actual datan de 2018, cuando también se realizaron obras en el edificio del mercado de abastos.

Lo que no comprenden los comerciantes es por qué, si el mercado semanal se iba a instalar allí, se eligió ese suelo tan frágil.

Por el paseo García Caamaño circulan coches y camiones relativos al mercado, “pero tiene un suelo preparado únicamente para el tránsito de personas”, coinciden tenderos y clientes.

El mercado ambulante vilagarciano, ayer. Noé Parga

Así es una mañana en el mercado:

El verano se nota, y mucho, a pesar de no ser el mejor de ellos. Es algo en lo que coinciden la mayoría de comerciantes que cada martes y sábado instalan sus puestos a las orillas del río de O Con, al lado de la plaza de abastos de Vilagarcía.

Al bullicio natural que mantiene constantemente un lugar tan concurrido se suman los tradicionales gritos de quienes venden todo tipo de productos. “¡A ocho euros las sandalias!”, se escucha de un lado; “¡un euro el kilo de patatas!”, responden del otro.

Así transcurre la mañana en un ecosistema que parece un descontrol, pero que en su interior guarda el orden que le aportan tantos años de supervivencia en la calle.

Puestos de venta en el mercadillo. Noé Parga

Los gritos de los comerciantes rompen las conversaciones de los clientes. Desde el estado del pavimento, que “deja que desear”, hasta la subida del precio de la luz, de la contribución o de las cigalas: “¿cómo van a estar a cuarenta euros?”, exclama una mujer, a la que otra le respondía que “a pesar de no haber fiestas, ¡la gente en su casa se cuida igual!”.

Aunque, sin duda, el tema estrella sobre todos los demás es el del tiempo, padre de todas las conversaciones improvisadas. Ante el puesto de flores de Charo, que instala en el cruce entre el paseo García Caamaño y la calle Arzobispo Lago, varias clientas se sorprenden por el aumento de temperaturas de esta semana, que contrasta con el frío y los chubascos de la anterior. “¡Esto no es nada, la semana que viene vamos a llegar a los cuarenta grados!”, asegura Charo mientras enrolla el ramo que acaba de vender en una hoja de FARO DE VIGO.

El bullicio en el mercadillo. Noé Parga

“No se vive solo de agosto”

A esta pequeña ciudad que instala sus móviles cimientos a los pies de la plaza de abastos se le suman estos días nuevos vecinos. Los turistas, cómo no, se dejan caer por el mercado. 

El impacto de los visitantes depende del negocio. “Las flores se venden mucho, sobre todo entre los turistas habituales que ya tienen residencia en Vilagarcía”, apunta Charo, la florista. Reconoce Natalia, desde su puesto de fruta, que “ahora se nota más afluencia, pero dadas las restricciones sanitarias no se puede hablar de un verano normal”.

Su vecino de puesto, un hombre que vende cerámica y recipientes de barro, subraya que en su caso “no se vive solo de agosto”, aunque se note su llegada. “El turista pasea y saca fotos, quien compra y hace posible el mercado es el paisano que nos visita cada semana”, concluye el vendedor al pie de su furgón.

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