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Antiguas civilizaciones que se cruzan en Arousa

Alberto Varela y Carmela Silva, durante la visita a los trabajos de musealizaciónel castro de Alobre. | //IÑAKI ABELLA

La Memoria de Investigación sobre el Castro Alobre en Vilagarcía acaba de ser entregada a la Dirección Xeral de Patrimonio Cultural y se ha publicado un artículo relativo al mismo en el Boletín del Instituto Arqueológico Alemán de Madrid que hace especial hincapié en la pesca y el aprovechamiento del mar en el poblado que dio origen a la actual ciudad de Vilagarcía, en tanto que se ha hecho un pormenorizado estudio del gran “cuncheiro” documentado en este singular espacio.

Respecto a la última fase de las excavaciones en lo que se cree el origen de la actual ciudad de Vilagarcía de Arousa, los expertos recalcan que han permitido documentar un total de doce estructuras arqueológicas que se corresponden con cuatro fases de ocupación, en principio bien diferenciadas.

De la puesta en común de todos estos datos y a modo de conclusión, los expertos revelan que el espacio excavado estuvo ocupado durante un período cronológico comprendido desde el primer siglo antes de Cristo al III d.C, atendiendo a lo que se deduce de “los materiales arqueológicos localizados, cuya gran cantidad y diversidad permiten aproximaciones cronológicas muy fiables”, determinan en la valoración final del documento.

Aspecto del yacimiento musealizado de Castro Alobre Iñaki Abella

Así, se documentaron cerámicas típicas de la Edad del Hierro galaica, cerámicas íberas como los kalathos pintados, cerámicas púnicas de origen gaditano o ebusitano (Ibiza), entre las que destaca un askós casi completo.

Ibiza proporcionó muchas piezas cerámicas

Esta última pieza es un espectacular recipiente producido en Ibiza, con profusa decoración pintada en rojo y destinado a contener aceite, que como explica el equipo de Rodríguez “suele tener una importante carga simbólica, con paralelismos en la necrópolis de Puig des Molins (Ibiza) o en el yacimiento mallorquín de Sa Galera.

Los expertos arqueólogos que participaron en esta intervención de Vilagarcía documentaron asimismo cerámicas finas (casi de lujo), de origen itálico, como son las Campanienses y la Terra Sigilata itálica, también de profusa decoración.

A su vez, los arqueólogos que participaron en las excavaciones de Vilagarcía destacan “los restos anfóricos, vasijas destinadas al transporte de salazón, aceite o vino procedentes del sur de la Península Ibérica, norte de África o incluso de la Península Itálica, obviamente gracias al transporte marítimo que facilitaba la proximidad del poblado estudiado con el mar.

Las excavaciones en Vilagarcía rescataron una docena de cabañas Iñaki Abella

Y en los meses de descubrimiento de los tesoros en el subsuelo de O Montiño también pudieron recuperar otras interesantes piezas como fíbulas de bronce (broches para la ropa), cuchillos de bronce y hierro, además de monedas que obviamente facilitan la datación de los períodos de ocupación.

Alobre es más que un castro

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Con todo, estos objetos en absoluto son el principal descubrimiento que despejó el trabajo de los arqueólogos que ya están en disposición de afirmar que “Alobre es más que un castro”.

En este sentido explican los expertos historiadores que han participado en el trabajo que una vez que fueron abandonadas las estructuras castrexas típicamente galaicas “surge en el área (...de estudio) un asentamiento típicamente romano, pudiendo identificarse a través de restos como el hipocastum, un sistema de calefacción o calentamiento de estancias que puede estar relacionado con un espacio termal privado que debió de pertenecer a una villa romana, quizás relacionada con la explotación de salazón”.

Alguno de los esqueletos de los primeros cristianos exhumados en A Lanzada FDV

Esqueletos de A Lanzada

La otra excavación importante impulsada por el equipo de arqueólogos de la Diputación de forma más reciente se llevó a cabo en A Lanzada, un lugar que reveló importantes sorpresas y en el que incluso han aparecido esqueletos que pueden ayudar a entender este espacio a lo largo de la historia de las antiguas civilizaciones.

Los técnicos todavía continúan los trabajos de estudio de los materiales exhumados en la última campaña, a la vez que prosiguen con las analíticas de los restos óseos.

Subrayan que los esqueletos ya han sido datados mediante las técnicas de Carbono-14, las cuales han determinado que existe una clara diferencia entre los trece individuos neonatos hallados (todos menores de un año) y los tres adultos, pues los primeros se datan entre el siglo I a.de C. y II d. de C, concretamente entre el 40 anterior y el 85 posterior; en cambio los adultos se corresponden con el período comprendido entre los años 405 y 550 de la actual Era.

De esos tres esqueletos adultos es de subrayar que uno de ellos tiene características femeninas y dos masculinas; en tanto que los trece restantes se corresponden con cuerpos infantiles perinatales de un tamaño y características similares.

Los arqueólogos describen que los enterramientos de los perinatales “parecen ocupar un área coherente, alejada de la zona que se delimitó en anteriores estudios como área funeraria de período romano”.

Y a la vez se pone de manifiesto en este primer trabajo resumen que todos los esqueletos exhumados en A Lanzada “muestran una colocación de los cuerpos muy cuidada y deliberada”.

Así, el conjunto de huesos de los perinatales “están dispuestos en una posición similar pero en diferente sentido, localizados en un área delimitada por muros de antiguas estructuras a modo de pequeño recinto o mausoleo, similar a lo que aparece en las necrópolis del sur de la Península Ibérica, con vínculos con el mundo púnico”, describen los autores de este revelador trabajo histórico.

Y en cuanto a los tres adultos localizados, los arqueólogos explican que “la manera de enterrar en ataúd y sin ajuar, indica que se trata de primitivos cristianos: una mujer longeva (en torno a los 60 años de edad), un hombre de mediana edad (sobre 40 años) y otro más joven (sobre 18).

Cabe señalar que en estos momentos, el estudio de estos esqueletos sigue activo bajo la dirección y supervisión de la doctora Olalla López, pues son objeto de varias tesis doctorales en las que se investiga sobre posibles dolencias, alimentación o contaminación ambiental.

Sorpresa por las diferentes estructuras

El equipo de Rafael Rodríguez llega a la conclusión de que el área vinculada con la factoría de salazón, documentada ya en la campaña de 2010, se amplió “pues una parte de las estructuras reexcavadas o documentadas de nuevo se relaciona con esta, con una posible carga simbólica marcada por la existencia de pavimentos de arcilla rojos que se datan entre los siglos III y II antes de Cristo”.

Exponen que esa influencia mediterránea queda asimismo patente “en varias cerámicas locales que imitan tipos y formas claramente mediterráneos como los askós”.


Primitiva iglesia

Es otra de las estructuras que pueden resultar clave en el estudio del yacimiento de A Lanzada. A dicha iglesia se asociarían los esqueletos adultos, no solo por la planta, sino por los materiales asociados, especialmente las cerámicas de lujo realizadas en el norte de África vinculadas a la liturgia cristiana,

Miles de piezas.

En la última intervención de A Lanzada se documentaron un total de 22.345 piezas, destacando: Un puñal de bronce, de amplia cronología entre los siglos VIII y IV antes de Cristo, procedente del Mediterráneo Oriental; un abundante número de piezas de Terra Sigillata, la cerámica de lujo romana, que supera el millar, procedentes de la Península Itálica, Galia (actual Francia), las actuales Túnez, Turquía o Chipre o de altares ubicados en la actual Rioja: y, varias monedas de bronce acuñadas bajo el mandato de diversos emperadores como Augusto, Marco Aurelio o Claudio II Gótico. Es decir unas monedas que se corresponden con los siglos I y III después de Cristo.

Y no se pueden dejar aparte las numerosas ánforas para transporte de vino, aceite o salazones, producidas en alfares del norte de África, Península Itálica o la Bética (actual Andalucía).

Contextualizar todos estos descubrimientos es lo que se busca con una musealización que pone en valor un espacio que nunca se debió olvidar.

La jerarquía marcaba el día a día en el poblado de Besomaño

El Monte do Castro merece un apartado especial en el trabajo de los arqueólogos tras cuatro intensas campañas entrelazadas, de las que se extrajeron significativas conclusiones. En la primera fase se plantearon tres sectores en la mitad este del yacimiento en los que se documentaron diferentes restos constructivos de la II Edad del Hierro. La unificación de espacios se produjo en la segunda etapa de excavaciones. En ella se abrió todo el aterrazamiento y se comprobó que el castro tuvo sucesivos momentos de ocupación.

En esta campaña se documentaron 30.577 piezas, entre ellas la dolabra de hierro “que apareció clavada en el pavimento de una de las estructuras del sector norte” y una fíbula zoomorfa o leontomorfa procedente del centro de la Galia (Francia).

La tercera campaña, entre 2012 y 2013, se continuó con la redefinición de espacios y estructuras, período en el que se documentaron 33.537 piezas, entre las que destacan un fragmento de un aríbalos procedente de la isla de Rodas (pequeño recipiente de pasta vitrea dedicada al transporte de esencias o aceites esenciales), una peana calada de producción local con una profusa decoración incisa y plástica, dos remates de bronce de sendos puñales de antenas, un cuenco totalmente decorado en su base, posiblemente procedente del suroeste de la Península Ibérica y una cabeza-ídolo en piedra.

Yacimiento castrexo de Besomaño, en Ribadumia Iñaki Abella

Entre los años 2014 y 2015, con motivo de la cuarta campaña, se llevaron a cabo los retoques, se describió la acrópolis y se encontró un gran caldero de remaches. Explican los arqueólogos que esta última etapa se centró en la acrópolis, aunque sin abandonar los trabajos en el aterrazamiento oriental o en la colosal entrada localizada en la anterior campaña.

Respecto a dicha acrópolis cabe señalar que la labor se centró en las inmediaciones de un afloramiento granítico conocido popularmente como Pedra Santa. Se trata de un espacio a tres niveles de ocupación, el más antiguo de los siglos III-II a.de C. que cuenta con varias cabañas circulares de amplios diámetros y un espacio dedicado a la metalurgia, al que aparece asociado un depósito de fundición excepcional, un caldero de remaches, de bronce.

Un callejón para acceder a la nave de almacenaje

Explican que más tarde, entre el siglo II y I antes de Cristo, el espacio se modifica, se delimita, con la construcción de la muralla pétrea y se reduce el tamaño de las cabañas habitacionales, a la vez que aparece una construcción de planta elipsoidal con un acceso a modo de callejón y ese nuevo espacio se dedica a almacenaje. Explican que esa fase perdura hasta el siglo I, momento en el que se abandona el castro; no obstante la acrópolis vuelve a ser ocupada episódicamente en el siglo III, cuando en el derrumbe de la muralla se deposita un tesorillo de 15 monedas romanas. En esta cuarta fase se documentaron un total de 25.642 piezas, entre las que destacan una pulsera de bronce similar a otras de yacimientos de las Rías Baixas, un borde de sítula broncínea (pequeño caldero) profusamente decorado, una cuenta de collar de madera, el tesorillo y un puñal de antenas fabricado en hierro.

La “casa-patio” de Leiro, diferencia de clases

Una de las estructuras que más han llamado la atención de los arqueólogos es, sin duda, la casa patio de Besomaño. Explican que debió pertenecer a la familia que dominaba y controlaba todo el espacio, desde las cabañas habitacionales a los recintos productivos y de almacenaje existentes en el recinto. La diferencia con otros yacimientos de aquellos tiempos es que en los demás existentes en Galicia o el norte de Portugal hay varias construcciones de esas características.

La “protección” de los antepasados

Los expertos han entrelazado muchas circunstancias para determinar el poder que emanaba de la casa-patio de Besomaño, la construcción más antigua en tanto que fue ampliada sucesivamente desde la primera cabaña original, datada en el siglo V a.de C, de la que se conserva parte de un pavimento bajo el cual se encontró un foso en el que se custodiaba un cuenco cerámico singular, lo que tiene una importante carga simbólica, como de protección de los antepasados.

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