El conocido como el día más dulce del año en Meis hoy dejará de serlo. Y es que el tradicional bollo de San Gregorio hoy no saldrá del horno para ser repartido entre muchos vecinos como ha venido sucediendo a lo largo de los últimos 28 años de manera ininterrumpida.
Estuvimos dándole varias vueltas, pero todo eran dificultades para encajar la tradición con la actual situación sanitaria. Decidimos no hacerlo este año, pero con la intención de poder retomarlo el próximo año
Las dificultades derivadas de los protocolos COVID han dejado a la Asociación Cultural San Gregorio sin margen de maniobra para darle sentido a la elaboración gigante y que tiene en el compartir su autentica razón de ser. Fernando Silva, su presidente, reconocía con resignación que “estuvimos dándole varias vueltas, pero todo eran dificultades para encajar la tradición con la actual situación sanitaria. Decidimos no hacerlo este año, pero con la intención de poder retomarlo el próximo año”.
Una nueva normalidad que también afecta incluso a las celebraciones religiosas, que se han visto reducidas a una única misa que tuvo lugar en la tarde de ayer. “Ni siquiera podemos hacer una misa campestre en el propio día de San Gregorio. Las propias autoridades eclesiásticas nos dijeron que no hiciéramos nada para evitar aglomeraciones”, señala Fernando Silva.
Un bollo que antes de la pandemia requería para su elaboración 6.000 huevos y 40 kilos de harina para llenar de masa una plataforma de cinco metros de fondo por 2,40 de ancho
Un bollo que antes de la pandemia requería para su elaboración 6.000 huevos y 40 kilos de harina para llenar de masa una plataforma de cinco metros de fondo por 2,40 de ancho antes de pasar por el horno de la panadería Paradela, en Vilanoviña, como lo ha venido haciendo fielmente desde que el dulce irrumpiese hace 28 años para convertirse en tradición diferencial.
Una preparación que vino a tomar el relevo de la toma de los centollos pequeños, conocidos popularmente como “bruños”, y que requería de colocar todos los huevos uno a uno encima de la masa antes de pasar en el horno toda la tarde del día previo a la celebración que hoy tendría que haber tenido lugar. Unas raciones que se repartían en el propio campo de fiestas y que iban acompañadas de churrasco y una botella de vino.
Ni siquiera se barajó la opción, como el pasado año, de elaborar un bollo de dimensiones más reducidas para no ir en menoscabo de la originalidad y diferenciación de un acontecimiento que solo ha hecho un alto en el camino de la historia.