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Hastío y resignación entre los hosteleros de A Illa por las nuevas restricciones

Asumen que las medidas implantadas por la Xunta van a suponer un duro golpe económico para el sector | Algunos locales optan por cerrar sus puertas

“Parece que tenemos que pagar los platos rotos siempre los mismos”. Esa frase la expresaba ayer un hostelero de A Illa ante la perspectiva de ver reducido su negocio al 50% de actividad en la terraza debido al crecimiento que ha experimentado el coronavirus en la última semana, pasando de dos a doce casos. Limitados a este porcentaje de actividad, todos ellos miran la situación con una mezcla de resignación y cansancio, y sobre todo, con la incógnita de lo que pasará en el futuro con un negocio en el que han invertido tiempo y dinero. De principio, el primer problema que se plantea es que todos los hosteleros de A Illa quedan condenados al capricho meteorológico, lo que va a llevar a muchos de ellos a abrir o cerrar en función del tiempo que haga. Otra cuestión que preocupa es el tema de los ERTE con sus trabajadores, ya que al tener abierta la posibilidad de utilizar la terraza, “es probable que tengamos que asumir una parte importante del coste de los trabajadores”. A estas dos situaciones se une la circunstancia particular de cada uno, desde los alquileres a hacer frente a las facturas que hay que abonar religiosamente, sea en pandemia o no. Muchos de ellos ya no se plantean cómo van a sobrevivir, sino que las circunstancias les obligan a pensar ya en cuanto van a durar si se continúa con esta situación de aperturas y cierres.

La palabra “resignación” la repite de forma constante Carlos Suárez, propietario del Kapitol, en la calle Con do Moucho, que se aferra a la esperanza de la vacuna, porque cree que “es lo único que puede salvar a aquellos locales que consigan aguantar, porque con este ritmo, abriendo con muchas limitaciones dos semanas, y cerrando después durante mucho tiempo, muchos no van a sobrevivir”. En la plaza de O Regueiro está el restaurante O Triskel, establecimiento que abrió sus puertas para la Semana Santa y que, tan solo unos días después, ha decidido volver a cerrarlas porque “no nos sale rentable abrir solo a media terraza, sobre todo si llueve durante el fin de semana”, explica Bruce Vidal, antes de afirmar que “tendremos que volver todos al ERTE y aguardar a que durante el verano nos dejen trabajar y podamos levantar un poco la cabeza, porque el último año ha sido un machaqueo continuo, un castigo constante a un sector muy importante y al que se ha culpado, en muchas ocasiones, sin razón”.

Cariacontecido también se muestra Benito Otero, propietario de Taberna dos Baláns, en la plaza do Campo, con una medida que “nos ha pillado un poco por sorpresa a todos, tendremos que trabajar lo que nos dejen, pero lo que está claro es que hay un brote originado en un sector que nada tiene que ver con el nuestro, y lo primero que se cierra es la hostelería, las medidas que se adoptan siempre nos golpean a nosotros y creo que no es justo”. Es más, Otero insiste en que “la inmensa mayoría de los hosteleros estamos adoptando medidas, controlando que la gente cumpla con el uso de las mascarillas y que no fume, ejerciendo en muchas ocasiones más de policía que de hostelero, ajustándonos al toque de queda, pero después ves que todo se va al traste por un brote de una fiesta en un garaje o en una fábrica”.

A muy pocos metros de Os Baláns se encuentra el bar Fina Viñas, cuyo propietario, José Luis Muelle, recuerda que “hemos cumplido escrupulosamente todas las normas, hemos colaborado, apenas hemos recibido ayudas de ningún tipo y, cuando aparece un brote, los primeros en ser castigados, la hostelería”. Insiste en que “en nuestro caso estamos resistiendo como podemos, con nuestros ahorros, porque que te cierren tu negocio o lo reduzcan a la mínima expresión durante medio año es muy duro”.

Manuel Fernández, del Bar Cotanxo, en la rúa Con do Moucho, también se mostraba ayer muy desesperanzado con una decisión que “esperamos que no se alargue en el tiempo, porque nos mata”.

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