La réplica del bote salvavidas de 1850 que se construye en Astilleros Garrido (O Grove) estará terminada y entregada a su propietario, el Ayuntamiento de Calafell (Tarragona), en abril.
Los intensos y complejos trabajos que se llevan a cabo desde noviembre en la carpintería de ribera de la villa meca entran ahora en una fase decisiva, toda vez que se han instalado ya las tres láminas del casco y se afronta el proceso de encolado de sus tres quillas.
A partir de la semana que viene se pintará la obra viva y se rotulará el casco, en el que se hará constar el nombre del barco, “Calafell”.
El siguiente paso, quizás en diez días, consistirá en dar la vuelta a la estructura –que sigue con la quilla hacia arriba– para iniciar los trabajos de la cubierta y completar los últimos detalles.
Así lo confirma José Garrido, el experimentado carpintero que dirige el astillero grovense responsable de este ambicioso proyecto.
Un empresario, dicho sea de paso, que no oculta su satisfacción y orgullo por este importante trabajo.
Es cierto que no se trata del primer encargo de esta magnitud que afronta, pero también lo es que se trata de un reto importante e incluso entrañable, teniendo en cuenta el valor histórico que encierra este proceso constructivo.
Un modelo inglés
Como había avanzado FARO DE VIGO hace semanas, el bote salvavidas que construye Astilleros Garrido, de diez metros de eslora y habilitado para moverse tanto a vela como a remos –con capacidad para una decena de remeros y un patrón–, es réplica de un diseño inglés datado en 1850.
Según José Garrido, propietario de la carpintería de ribera meca, aquel tipo de bote prácticamente insumergible se extendió rápidamente por diferentes puntos de Europa y América para actuar en caso de naufragio y salir al rescate de las víctimas desde tierra firme.
Cabe recordar, también, que aquellos barcos se botaban desde rampas o desde las playas, con ayuda de bueyes.
Pieza de museo y exhibiciones
Cuando el bote salvavidas de que disponía Calafell quedó sin servicio fue donado al museo marino de Tarragona.
Pero no se le estaba dando el uso deseado, de ahí que el Ayuntamiento decidiera poner en marcha un proyecto para recuperarlo y lo convirtió en una pieza de museo que también se usaba para organizar exhibiciones.
Cuando se deterioró por completo se convocó el concurso para construir otro, resultando adjudicataria la firma Astilleros Garrido.