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La escuelas clonadas del Régimen

La alcaldesa de Meis Marta Giráldez con su hijo posan delante de la actual escuela unitaria en la que ambos cursan o han cursado sus primetos estudios. | // IÑAKI ABELLA

Las dos escuelas unitarias construidas en Meaño durante el gobierno datan de los años 1955-56, cuando el Ayuntamiento meañés estaba regido por Manuel Varela Muñiz (saga de Los Calixtos de Xil-Dena). Una se erigía en un pinar de Paradada (Lores), que pasó a albergar así la escuela masculina, y otra en Outeiro (Meaño) que se convirtió en la femenina de esta localidad.

Ambas compartían el patrón arquitectónico de escuelas del Régimen que imperó en la España de mediados de los 50, unas construcciones que, amén del aula, debían cumplir también la función de vivienda para el maestro, digna pero parca, concebida así para que el docente alternara y conviviera con la gente de la aldea.

A un maestro o maestra a la que, en la Galicia rural y con el pírrico salario que percibía, no le quedaba otra que mostrarse austero a la par que mantener su vínculo fluido con el párroco, médico, alcalde y secretario del Ayuntamiento, agentes complementarios en una educación escolar, donde la doctrina cristiana y la formación patriótica se convertían en pilares añadidos del apostolado del Régimen.

Juan Calviño, hijo de doña Pura en la casa que hoy es de Armando Muñiz. | // IÑAKI ABELLA

Durante el primer franquismo la escuela rural había sido la más postergada por gobernantes y maestros. Para engrosar el cuerpo de docentes se argumentaba una necesaria vocación, en lo que solía ampararse el gobierno para la depuración ideológica que llevó a cabo.

Así diversas plazas vacantes en escuelas rurales se cubrieron con militares, aún sin mucha formación pero con la básica, a los que correspondían con un reconocimiento, homologándoles para ocupar los puestos de maestro por méritos de guerra. Algunos de estos ejemplos, mismo se constatan en tierras salinienses.

Fue así que las escuelas de Paradada (Lores), Outeiro (Meaño), y otras que permanecen aún en pie en las localidades en Leiro y Lois (en Ribadumia), y Paradela y San Lourenzo (en Meis), mantuvieron aquel patrón arquitectónico: inmueble construido todo él en perpiaño gris -en función a la asiduidad de unos u otros materiales en las diferentes partes de España-, con tejado del aula a dos aguas, porches, fachada con grandes ventanales y acabadas con grandes pinches, y el interior compartimentado con aula de unos 40 m2, despacho y baño. Adosada, en el mismo plano, estaba la humilde vivienda para el maestro, con porche, vestíbulo, cocina, baño y tres dormitorios.

Los dos inmuebles meañeses de Outeiro y Paradada resultan idénticos: escuela con tejado a dos aguas y fachada acabada toda ella en un largo pinche.

Adosado, en un plano de tejado inferior, se halla la que fue casa del maestro, con cubierta a tres aguas. El bloque se completaba con dos porches delanteros en sendos extremos, que servían de cubierta y protección, uno en el acceso al aula y, en el lado opuesto, otro para vivienda.

A ello se añadía un tercer porche en la parte trasera del aula, que hacía las veces de pequeño patio de recreo en días de lluvia.

Centro Rural de Leiro. | // IÑAKI ABELLA

En la cimentación de la escuela de Outeiro se empleó la piedra país del viejo Ayuntamiento, que ocupara antes justo aquel mismo solar, y que ardiera en 1946 fruto de un incendio provocado.

En la construcción de la casa-escuela trabajó una pequeña empresa meañesa cercana, que fue la de Olegario Muñiz. De las seis salinienses, esta de Outeiro es la única cuyo interior muestra aún la que fue compartimentación del espacio de la estructura original: tras acceder por el porche se encontraba, en primer lugar, el despacho de la profesora más el aseo, que se completaba con dos cubículos y sendos retretes, uno para los escolares y otro para la maestra.

La escuela contaba con un acceso a un desván al que no se dio utilidad alguna.

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Al fondo, una gran puerta de madera de dos hojas, acristaladas en la parte alta, que daba acceso a lo que fuera un aula de unos 40 m2, con techos altos que, en un primer momento, estuvo confeccionado con una endeble ripa de madera y argamasa, lo que, al cabo de unos años, hizo preciso mudarlo por una placa de hormigón.

Una trampilla situada en un extremo del techo, ofrecía acceso a un desván al que no se dio utilidad alguna. En el lado opuesto, a la altura de la mesa de la maestra, una segunda puerta del aula daba salida al porche trasero, dispuesto a lo largo de toda la estancia, y que contaba con una pequeña superficie exterior al aire libre.

La vivienda tenía un recibidor, cocina, aseo y tres dormitorios

Juan Calviño, hijo de la maestra Doña Pura

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El meañés Juan Calviño había ligado su infancia a esta vivienda, en su condición de hijo de la que fuera maestra Purificación González. A sus 76 años, Juan Calviño recuerda el interior de la casa: “Este porche -señala- daba acceso a un recibidor, y luego, una vez dentro, se componía de cocina, sala, un cuarto de baño y tres dormitorios”.

“Por lo demás -agrega- la vivienda carecía de comodidad alguna, no en vano recuerdo bien el frío que pasamos en ella los tres hermanos que éramos, e incluso mi madre, que hacía unos años quedara viuda, tuvo que vérselas con el alcalde para poder contar con agua corriente, fría, que de caliente nada de nada”.

Sin agua

“Nuestra madre -refiere- se negó a trasladar la vieja escuela (y vivienda), que venía impartiendo desde 1946 en la casa de Miguel Dovalo, porque esta de Outeiro carecía de agua”. Por esa razón, el traslado se aplazó durante casi tres años, hasta que el Concello accedió a solucionarlo.

“Primero -rememora Juan Calviño- trataron de excavar un pozo aquí al lado (señala), pero tuvieron que abortarlo al no poder hallar agua en una zona alta como esta, incluso una vecina, que sí la había conseguido para el pozo de su casa, tuviera que profundizarlo unos 30 metros”.

El traslado al colegio de Outeiro lo realizaron los propios alumnos portando cada una su silla sobre la cabeza

Juan Calviño - Hijo de la maestra del pueblo

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“Fue así -agrega- que decidieron cavar después en la parte baja de Outeiro a unos 150 metros de la escuela (a la altura del hoy nº 13 del lugar), y allí hallaron agua en una mina Desde ahí, cuando se requería, se accionaba un motor eléctrico que se dispuso, y que bombeaba el agua para llenar un depósito aljibe de grandes dimensiones, construido en ladrillo y de sección rectangular sobre el tejado de la vivienda-escuela”.

Satisfecha la demanda, Doña Pura se avino a la mudanza, lo que permitió abrir así las puertas de esta escuela femenina en 1958. “El traslado -rememora la entonces alumna Esther Camiña- lo hicimos subiendo hasta Outeiro, portando cada una su silla sobre la cabeza”.

Cuando desbordaba la fosa séptica, los niños hacían sus necesidades en la viña

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Problema añadido para esta escuela de Outeiro fue la construcción de un “pozo negro”, a modo de fosa séptica, que resultó pequeña y, al cavarlo en zona de piedra, hacía que rebosara con facilidad. “Cuando eso ocurría -recuerda Juan Calviño- no quedaba otra que mandar a los escolares a hacer sus necesidades en las viñas de la zona”.

A la par y con idéntico diseño se construía en Lores la que fue escuela masculina de Paradada. El maestro que habitó la vivienda anexa, dedicó una parte trasera del aula a pequeño gallinero y tiró de aquel porche para habilitar en él un pequeño palomar. Un porche trasero al que, también en Outeiro, quitara partido Doña Pura que mandó levantar tabique en el extremo y ganar así un espacio para una pequeña despensa, con salgadoiro incluido.

En los años 80 se recuperaron los locales abandonados

El concello de Meis contó también con dos de aquellas escuelas nacionales, con el mismo patrón, y que, en su caso, el concello mantuvo en propiedad. Se trata de las que fueron escuela de Paradela y San Lourenzo. Su actividad cesó en 1972 cuando abría sus puertas el colegio nacional de Mosteiro, que liquidaba en Meis el modelo de aquella y otras unitarias nacionales parroquiales.

Tras unos años inoperativas, recuperaron a mediados de los 80 su función original al convertirse en escuelas unitarias de educación infantil que, como tales, se mantienen hoy. Unas unitarias que en Meis se completaron luego con las escuelas de San Salvador, San Vicente, San Martiño y San Tomé, pero que, en su caso, responden ya a instalaciones de nueva construcción.

En el plano afectivo las viejas escuelas unen a generaciones de abuelos de antaño y a nietos de hoy

Marta Giráldez - Alcaldesa de Meis

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La alcaldesa Marta Giráldez valora la importancia de mantener aquel bien cultural: “Para nosotros -afirma- es un orgullo seguir contando con esas dos casas-escuela, y que sigan funcionando hoy como unitarias de Infantil, un marco que nos liga al pasado cultural que se mantiene en pie desde hace más de 60 o 70 años”.

“Estas de Paradela y San Lourenzo -agrega- no dejan de unir en el plano afectivo a generaciones de abuelos de antaño y nietos de hoy, que comparten ese mismo espacio, unas unitarias con una decena de niños cada una y que casi son un lujo, máxime en este momento de pandemia, donde los aforos reducidos priman para la seguridad”.

El traslado a centros agrupados

Mientras, en Ribadumia se construían también en aquellos años 50 dos casas-escuelas, una en la localidad de Lois, y la otra en Leiro, y que fueron levantadas a imagen y semejanza de aquel patrón. Por la de Lois, que fuera femenina, se recuerda el paso de la maestra Doña Lolita Trigo (natural de Caleiro), mientras que en Leiro los mayores refieren el recuerdo de Don Calixto López, docentes éstos que luego integraron el plantel de las agrupadas.

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