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La contaminación y las redes fantasma, otra amenaza para los cetáceos gallegos

Un rorcual común con redes de pesca enredadas en su cuerpo. | // BDRI

La ballena atacada por las orcas, el pasado verano. | // BDRI

La contaminación y las redes fantasma están causando estragos en el medio ambiente marino, según coinciden en denunciar instituciones científicas, colectivos ecologistas, conservacionistas y todo tipo de entidades de ámbito nacional e internacional. En ello abunda el Instituto para el Estudio de los Delfines Mulares (BDRI), donde inciden en que los aparejos perdidos o abandonados afectan de manera preocupante a los mamíferos marinos.

Bruno Díaz, su director, abunda en ello citando como ejemplo el caso de un rorcual común que fue visto y fotografiado en las Rías Baixas con los restos de una red alrededor de su cuerpo.

Se trata de una circunstancia que “debería hacernos reflexionar sobre el impacto humano en los océanos”, esgrime el biólogo, antes de resaltar que esas redes constituyen “una de las principales amenazas para las ballenas”, ya que pueden quedar atrapadas en ellas sin posibilidad de sobrevivir.

En el caso concreto del citado rorcual, puede decirse que la red se situaba alrededor de su cabeza, ocasionándole importantes problemas para alimentarse, “ya que dificultaba la apertura de la boca y la distensión gular característica durante la alimentación en estas especies”, resalta el director del BDRI.

Determinar el grado de afectación de la contaminación marina será uno de los aspectos a abordar en la próxima e inminente campaña científica del BDRI.

Pensando en ella, el centro amplía su equipo de trabajo y abre el plazo de inscripción para cubrir el puesto de coordinador de internos y responsable de proyectos como el centrado en estudiar el impacto de las embarcaciones en el comportamiento de los delfines mulares o el referido a la ecología de la nutria euroasiática.

Bruno Díaz, esgrime que ese coordinador será el encargado de “ayudar a los biólogos en la ejecución de los proyectos y en la coordinación de los estudiantes que participan en los mismos, contribuyendo, también, al funcionamiento diario del centro y participando tanto en el trabajo de campo como en el de laboratorio”.

Es un trabajo voluntario a desplegar entre el 1 de marzo y el 31 de agosto que reportará al seleccionado la oportunidad de trabajar al lado de investigadores como el propio Bruno Díaz López, Severine Methion y Olga Mosca.

Ochenta días, 602 avistamientos y 5.800 kilómetros

El año pasado el BDRI completó ochenta días de trabajo efectivo en el mar, lo cual le permitió realizar 602 avistamientos de ocho especies de cetáceos “a lo largo de más de 5.800 kilómetros en la costa gallega”. Esto hizo de la campaña de investigación de 2020 “una de las más importantes en lo que a recopilación de datos se refiere, aportando información muy importante sobre la ecología y comportamiento de estas especies”. Así es posible conocer mejor sus hábitos, pero también “dónde, cuándo y cómo impactan las actividades humanas sobre estas especies”.

El delfín común fue la especie más abundante

Del trabajo de campo se desprende que el delfín común fue la especie de cetáceo más abundante en las aguas del sur de Galicia. Y es que durante las 80 jornadas de observación realizadas el año pasado fueron localizados 207 grupos, integrados por más de 7.100 ejemplares. Por su parte, el delfín mular o arroaz fue en 2020 el cetáceo más regular en las Rías Baixas, protagonizando 216 de los avistamientos registrados por el equipo del BDRI. En este caso, Bruno Díaz y sus colaboradores pudieron seguir y estudiar a casi tres grupos de delfines mulares en cada una de las 80 jornadas de muestreo, “lo que denota la importancia de la costa de Galicia para la conservación de esta especie”.

Los delfines se “abrazan”

Sobre el trabajo del año pasado, en el BDRI también inciden en la importancia de los abrazos entre mamíferos marinos. Puede resultar curioso, e incluso inviable, pero lo cierto es que el contacto corporal afectivo es frecuente entre los delfines, ya que pueden servir “para reparar las relaciones sociales deterioradas o reducir la tensión dentro del grupo después de interacciones agresivas”. Así lo detalla Bruno Díaz cuando, al abrigo del plan de divulgación diseñado por el BDRI, comunica que sus estudios sobre el comportamiento social de los delfines mulares “muestran como son numerosos y frecuentes los cambios en la composición del grupo y la complejidad de las afiliaciones sociales”. Así las cosas, y al igual que sucede a la especie humana, “el mantenimiento de estas relaciones sociales puede crear frecuentemente conflictos, pero también generar la oportunidad de reconciliación gracias al contacto corporal afectivo entre los miembros del grupo”.

Las orcas vistas en verano atacaron a otras ballenas

La comunidad científica ha detectado ballenas que fueron atacadas por las orcas que el pasado verano se dejaron ver en Galicia, y se hicieron populares después de haberse topado con diversas embarcaciones de recreo, causando problemas en varias. Al margen de esos encontronazos con el ser humano, e independientemente del debate para determinar si estaban atacando las embarcaciones o, simplemente, jugando con ellas, ahora puede concluirse que se comportaron con cierta agresividad al encontrarse con otros mamíferos marinos presentes en la costa gallega. Es una de las conclusiones que puede extraerse del proyecto de investigación “Balaenatur”, realizado por el Instituto para el Estudio de los Delfines Mulares (BDRI), con sede en O Grove, gracias al apoyo de la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. A la espera de que comience una nueva campaña de seguimiento de especies dentro y fuera de las rías, el personal de este centro de investigación dirigido por el doctor Bruno Díaz López analiza en detalle las imágenes tomadas durante los avistamientos en la pasada temporada. Es así, fruto de la fotoidentificación, y gracias a la base de datos elaborada durante meses, como se sabe que algunas de las ballenas que “veraneaban” en Galicia habían sido atacadas por las orcas apenas unas horas o unos días antes de ser fotografiadas. Y así queda patente al observar detenidamente las cicatrices y heridas que presentan en su cuerpo. Lo confirma el propio Bruno Díaz, después de haber analizado ya miles de instantáneas tomadas a lo largo de 2020. Algunas “con información verdaderamente interesante”, como sucede en el caso de un ejemplar de rorcual común de unos dieciséis metros de largo que fue localizado y fotografiado el pasado 31 de agosto. Ahora, al revisar esas imágenes, se aprecia que presenta importantes marcas en el cuerpo “como resultado de la interacción con una o varias orcas”. Detalla el director del BDRI y doctor en Ecología, que se trata de “marcas de dientes”. A lo que añade que “el espacio existente entre las mismas confirma que fueron provocadas por la dentadura de alguna de las orcas que en verano se dejaron ver en aguas gallegas siguiendo la migración de los atunes para alimentarse”. Estas reflexiones sobre la acción de las orcas en Galicia constituyen una mínima parte del trabajo “de oficina” que realiza el BDRI en otoño e invierno, cuando revisa cada foto o vídeo realizados en primavera y verano, tanto desde los puntos de observación que tiene establecidos en tierra firme como a bordo de sus embarcaciones.

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