Los términos competición y nueva normalidad tienen un maridaje obligatoriamente peculiar. Es el caso de un deporte como la gimnasia rítmica en el que la fiesta de las concentraciones ha pasado a convertirse en un escenario tan novedoso como frío en cuanto a su desarrollo.

Su próximo reto será participar en el Campeonato Provincial por equipos, pero como no se puede congregar en un mismo recinto a tantas gimnastas, la Federación Gallega se encargará de recopilar las grabaciones de todas y cada una de las coreografías participantes para que luego sean valoradas por un jurado días después.

Sandra Estrada, entrenadora del Club Vilarousa de Vilagarcía, reconoce lo extraño de la situación en la dinámica diaria de la entidad, “estamos pendientes de que venga un técnico de la Federación y que nos grabe. Entendemos que es la única manera de poder competir, es muy raro, pero con ilusión lo prepararemos lo mejor posible”.

Es precisamente en la preparación donde el club se ha visto obligado a adaptarse a un escenario totalmente diferente. Con 50 niñas en su disciplina actualmente, “debido a que no hemos podido empezar con las 200 niñas que teníamos en las escuelas al no estar federadas”, lo cierto es que en el pabellón de Carril, señala Estrada, “nos hemos mantenido entrenando como hemos ido pudiendo desde el verano. Con mascarilla y todo el protocolo exigente que tenemos que cumplir. Las niñas entrenan con su toalla en el tapiz y tenemos que desinfectar todo el material antes y después de cada grupo. Incluso utilizamos una mascarilla quirúrgica solo para el entrenamiento que luego tiramos”.

Incluso la utilización del hidrogel se multiplica con gastos aumentados para esta partida, “el aro, la cuerda, las mazas... Hay que desinfectarlo todo y llevamos un cubo enorme lleno de cosas para limpiar y no dejamos nada al azar”.

Hasta se da la circunstancia de que el material se estropea tanta exposición al hidrogel, “compramos unas pelotas italianas que ya han perdido hasta el brillo, al igual que muchos de los aparatos que tenemos. Pero es que es hacerlo o no poder entrenar. No nos queda otra”.

Además, las 50 niñas que entrenan en el Vilarousa proceden de diferentes concellos de la comarca por lo que tienen que disponer de una autorización para poder acudir al pabellón del colegio de Carril para disfrutar de su pasión.