José Domínguez reside en el barrio de Terra de Porto, tiene 78 años, está casado y es padre de cuatro hijos que le dieron diez nietos y tres biznietos. “Empecé a pescar centollo desde niño, al lado de mis padres”, explica este conocido “centoleiro” que, cuando era joven, se marchó junto a su hermano mayor, Jacobo, a trabajar a África.

“En 1965 fui como patrón de pesca en uno de los barcos de Pescanova para capturar langosta con nasas –relata–, y cuando regresamos seguí pescando centollo hasta que me retiré, a los 62”.

Pero en O Grove esto se lleva en la sangre y el corazón, por eso confiesa que, en cierto modo, sigue siendo uno más de la flota de enmalle.

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Lo hace ayudando a sus hijos en lo que puede, aunque desde tierra. “Con ellos, José Ramón y Manolo, tenemos un barco en el que seguimos dedicándonos a esto porque es lo que nos gusta”, sentencia.

Preguntado por la fama y excelencia del centollo meco responde que obedece a “una alta calidad que consigue gracias a la riqueza de nuestra ría”. Claro que los marineros de otros puertos pescan también en estas aguas, a veces al lado de los mecos, “pero quizás en O Grove fuimos capaces de darle una fama especial y sabemos seleccionarlo mejor antes de llevarlo a lonja”, concluye.