O Grove vivió ayer uno de sus festivos locales, el de San Martiño. Era, o debería serlo, un día grande de fiesta, comilonas en familias, potentes cocidos y, al estar abierta la veda, degustación de las primeras centolladas.
Pero todo fue diferente esta vez. La pandemia hizo que se suspendieran los actos previstos y únicamente se oficiaran un par de misas, con limitaciones de aforo y no pocas medidas de seguridad.
Algunas bombas
Es cierto que se escucharon algunas bombas de palenque y saborearon centollas y cocidos, pero a una escala mucho más reducida de lo que suele ser habitual en una fecha tan señalada como esta.
Pero no se instaló la carpa en O Corgo para saborear callos, no se abarrotaron los restaurantes que cada año organizan los tradicionales cocidos, no se vivió la fiesta como cabría esperar...
“Debería ser un día grande para honrar a nuestro patrón como se merece, pero las circunstancias son las que son y no es momento de celebraciones a lo grande; estamos en nivel rojo y con restricciones, así que toca cuidarse y tener sentidiño”, decía la comisión organizadora de la fiesta anual de San Martiño, deseosa de que en 2021 mejore la situación para vivir a tope este festivo local.
Ayer no pudo ser. O Grove estaba triste y sus calles, vacías, dejaban patente que la localidad, como todo el país, y prácticamente todo el mundo, atraviesa momentos difíciles. Ni siquiera operó la lonja, que suele hacerlo en San Martiño, aunque sea festivo, cuando la veda del centollo está abierta, para así aprovechar el tirón del “rey de los mariscos”. Este año ni siquiera hay a quién venderlo, por eso la rula permaneció cerrada.
Controles de Policía Local
La única actividad que se vivió durante casi toda la jornada se limitó a los controles perimetrales de la Policía Local. En el istmo de A Lanzada, los agentes velaron por el cumplimiento de las normas de seguridad y prevención aplicables a un municipio con tantos problemas ahora mismo como el meco.
Controlaron turismos, furgonetas y autobuses, incluso subiéndose a ellos para identificar pasajeros y que nadie se salte los confinamientos.
Fue, no cabe duda, un San Martiño frío y diferente, quizás el más triste que se haya vivido jamás.