El toque de queda recupera las bucólicas imágenes nocturnas de los primeros días de marzo

La ciudad se vacía minutos antes de las 23 horas cuando se apura el cierre de terrazas y bares o se da el último paseo a la mascota

Calles vacías por el toque de queda.

Calles vacías por el toque de queda. / Iñaki Abella

Redacción

Vilagarcía se deja retratar como un modelo que posa para una espectacular postal nocturna con su apariencia bucólica rodeada de un aura de tristeza porque el alumbrado público únicamente marca el camino que salvo causa justificada solo se puede transitar de vuelta a casa. Es el claro reflejo de la responsabilidad de los arousanos para hacer frente al temible y sombrío espíritu de la covid en jarras de amenaza desde el mes de marzo.

Un camarero recoge la terraza de su bar. |   // IÑAKI ABELLA

Un camarero recoge la terraza de su bar. | // IÑAKI ABELLA / Redacción

Los casi 40.000 vecinos de Vilagarcía se refugian en sus casas a la hora en punto marcada por las autoridades sanitarias. En sus históricas y empedradas calles, ni un alma; tampoco a orillas del río de O Con, siempre testigo al anochecer de tantas historias de amistad y amor, puro romanticismo...

Un matrimonio recorre la peatonal Rey Daviña a última hora. |  // I.A.

Un matrimonio recorre la peatonal Rey Daviña a última hora. | // I.A. / Redacción

Pero antes de esa cenital tranquilidad marcada por los once toques del reloj de Ravella, un bullicio se extiende por todo el centro de la ciudad desde al menos una hora antes, para apurar ese poco tiempo que resta. Es la hora de la recogida de las terrazas, de bajar persianas en los restaurantes y tiendas que prolongan su horario para combatir los duros efectos económicos de la pandemia. Pero también la última franja para sacar la mascota. Muchos esperan a ese último momento para que la noche no sea tan larga a galgos y mastines, a palleiros y chihuahuas.

Puente de Vista Alegre tras el toque de queda. |   // IÑAKI ABELLA

Puente de Vista Alegre tras el toque de queda. | // IÑAKI ABELLA / Redacción

Nunca tanto perro se ha visto en Vilagarcía como en la pandemia. Antes, con el confinamiento, a cualquier hora del día. Ahora con el toque de queda a las diez de la noche. Llueva o escampe como ayer.

Pero una vez que la aguja del reloj marca las once, como Cenicienta, todos en casa. Muchos vecinos aseguran que ni siquiera han visto a las policías patrullar en la desértica capital arousana.

El toque de queda recupera las bucólicas imágenes nocturnas de los primeros días de marzo

El toque de queda recupera las bucólicas imágenes nocturnas de los primeros días de marzo / Redacción

Y es que no hacía falta. Los vilagarcianos cumplen con rigor en estos primeros días del nuevo estado de alarma. Las luces encendidas en las ventanas de casas y edificios muestran ese cabal comportamiento.

Pero sobre todo, el parte diario de los agentes que vigilan el cumplimiento de las estrictas normas pues lo cierto es que ni una sola denuncia se presentó hasta el momento. Un contraste con el bullicio de cada día, sobre todo el de ayer, al coincidir con el tradicional y multitudinario mercadillo.

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