-Tras colgar el silbato se convirtió en colaborador del colegio de árbitros ¿Cuáles fueron sus quehaceres?

-Con 41 o 42 años tuve que dejar de arbitrar porque tuve un problema en el talón de aquiles. Ahí fue cuando empecé como informador. Estuve en Segunda B y en Tercera División muchos años. El Comité Nacional me dijo, por medio de su presidente Sánchez Arminio, que a los 65 tenía que dejar de informar por edad. Entonces me centré en colaborar con partidos para el Comité Gallego hasta hace 4 años que me centré en el seguimiento de los árbitros de la Delegación de Pontevedra.

-Acostumbrado a seleccionar las cualidades de un árbitro, ¿cuáles son aquellas que caracterizan a un buen colegiado?

-La preparación física tiene que ser muy buena. Las pruebas son muy exigentes y si no están bien preparado es difícil progresar. Los conocimientos también son importantes, y me refiero a todo aquello que envuelve también la formación humana. Hay exámenes de inglés incluso para poder arbitrar en Tercera y Preferente. Se les exige desde bien abajo unos conocimientos que les ayuden a estar arriba. Luego ya es una cuestión de capacidad y también de suerte. La verdad es que el control que se hace ahora es muy serio y va mucho más allá que dentro del terreno de juego. Se les controla hasta las compañías y los árbitros que empiezan con 14 o 15 años tienen mucho mérito porque ya saben que adquieren una responsabilidad importante y hay que tener mucha pasión por esto. También es verdad que cuando se entra en esto es muy difícil dejarlo y a los hechos me remito (risas).

-¿Dicen que ha sido su familia la que ha tenido que pedirle que ya era hora de dejar de andar de campo en campo todos los domingos?

-Mi hijo es de los que le dicen a mi señora? pues para un vicio que tiene podíamos dejarle (risas). Pero con el tema del covid era el momento de parar.