Alcanzar el punto que se consiguió ayer no ha resultado sencillo para el Concello de A Illa, que ha tenido que superar muchas dificultades para convertir los vestigios de un pasado esplendoroso en un ejemplo de rehabilitación. La primera vivienda que pasó a manos públicas fue la de Goday. Un recién nacido Concello de A Illa conseguía alcanzar un acuerdo con la familia Goday por el cual, la fábrica y la vivienda pasaban a manos municipales a cambio de la recalificación de una serie de terrenos adyacentes. Esa adquisición fue la primera piedra, pero el proyecto contemplaba la compra de O Campaneiro y Dona Tomasa, ya que la primera estaba destinada a convertirse en el nuevo consistorio isleño.

Sin embargo, no se alcanzó ningún acuerdo con los propietarios, por lo que la compra se enfrió. Sin embargo, el Concello nunca perdió de vista las casas y aguardaba una ocasión. Esta apareció en el año 2004, cuando el Concello recurrió a un préstamo de la Caixa de Anticipos de la Diputación de Pontevedra para abonar los 400.000 euros que reclamaban los propietarios de las viviendas.

Con las tres viviendas adquiridas, fue cuando se volvió a contactar con Gallego Jorreto para que completase la obra que había comenzado, la de convertir el espacio entre O Naval y O Campo en una zona sociocultural y administrativa, Con el proyecto en la mano, el Ministerio de Política Territorial, que por aquel entonces dirigía José Blanco, decidió destinar el 1% cultural de las obras a la rehabilitación de las viviendas. Sin embargo, aquel interés se acabaría enfriando, abriendo un período en el que las casas comenzaron a degradarse de forma importante. Durante esos años, el Concello tuvo que tapiar todos los accesos a las mismas, ya que se registraron varios incidentes y hasta llegó a haber un "okupa" en el interior de una de ellas.

No fue hasta hace tres años, cuando la Diputación puso en marcha el Plan de Reequilibrio Territorial, cuando A Illa contó con fondos para acometer la obra. Esta en principio, tenía un plazo de ejecución de un año. Finalmente, acabarían siendo casi tres después de varias prórrogas de ampliación solicitadas por la empresa adjudicataria. Ahora queda el último paso para que los vecinos de A Illa puedan disfrutarlas y conocerlas. Ese paso pasará por amueblar el interior de las tres viviendas, una cuestión que está pendiente y que, explicaba ayer Iglesias, a causa del coronavirus, puede retrasarse hasta los inicios del próximo año.