El alcalde de Vilanova, Gonzalo Durán, y el concejal de Corón, Javier Tourís, convocaron ayer a los medios de comunicación a las 10.30 horas en el bar Vista Real. El negocio reabría sus puertas tras casi medio mes cerrado por el positivo en coronavirus de una camarena. Y Durán quiso tomar un café en la terraza del local, "para que la gente vea que el bar está abierto de nuevo, y que ahora es más seguro que cualquier otro establecimiento", declaró.

El Covid-19 ya ha obligado a cerrar varios negocios en el área sanitaria de Pontevedra-O Salnés. Para sus propietarios supone un enorme quebradero de cabeza, pues a la lógica preocupación por la salud de clientes y empleados, se suma una indudable pérdida económica. Una pérdida que, además, no se limita a lo que se ha dejado de ingresar durante el parón. "Con respecto a antes del cierre estamos teniendo entre un 20 y un 25 por ciento menos de gente", plantea Javier Fernández, propietario del Casarello de Cambados.

Rosa Chazo, propietaria del Vista Real, afirma a su vez que, "hoy (por ayer) tuve la mitad de gente que otros días". "Quizás alguna gente no sabía que volvimos a abrir, pero seguro que también hay quien no ha venido por miedo".

Los propietarios de negocios que se han visto relacionados de una forma u otra con el coronavirus temen verse estigmatizados y tardar demasiado en recuperar los clientes. Esa es la razón de que el alcalde de Vilanova acudiese ayer al Vista Real, y de que elogiase la forma de proceder tanto de la propietaria de esta cafetería como del Casarello. "Han sido responsables cerrando y han perdido su dinero. Hay que ayudar a quienes cumplen y no se esconden".

Para Gonzalo Durán, el estigma del Covid sí perseguirá durante un tiempo a los negocios que se vean alcanzados de una u otra forma por el virus, "porque el miedo es libre", aunque también confía en que, "es algo que pasará pronto".

Tanto es así que el alcalde de Vilanova -y médico de profesión- recuerda que el Covid-19 ha venido para quedarse, "y tenemos que empezar a acostumbrarnos a ver negocios que reabren tras cerrar para hacer cuarentena".

Para Rosa Chazo, el temor a acudir a un lugar donde hubo un caso de coronavirus es hasta cierto punto infundado. "La gente está muy asustada, y todavía hay muchas ideas equivocadas sobre el coronavirus. Si usamos mascarilla y cumplimos con las normas no es tan fácil contagiarse".

Tranquilidad de los clientes

El Casarello tuvo que cerrar por culpa de un error del Sergas. Una camarera se puso mal y le hicieron la prueba del coronavirus. Dio negativo, pero algún trabajador del Sergas se equivocó al pasar el dato al ordenador y anotó que había sido un positivo.

Un desliz que tuvo importantes consecuencias para la camarera, ya que la faringitis que en realidad tenía se le agravó más de lo normal al pasar varios días sin tratamiento; y para el dueño del bar, ya que tuvo que cerrar cuatro días, y pagar de su bolsillo la desinfección a fondo del establecimiento y las PCR de todos los trabajadores, cada una de las cuales cuesta en torno a 180 euros.

Sobre la una de la tarde de ayer, había en el aparcamiento del Casarello media docena de coches. La mayoría de los clientes estaban en la terraza. Uno de ellos, Francisco Javier Durán, afirma que, "no hay la misma gente de antes". "Para ser una falsa alarma, le hizo mucho daño", prosigue.

Otra clienta, Carmen Serantellos, opina igualmente que, "la gente ha cogido miedo, y a pesar de ser una falsa alarma, algunos han dejado de venir".

Sin embargo, tanto ella como Francisco Javier Durán se muestran muy tranquilos en el Casarello, donde incluso lavan la parte superior de las latas de refresco con un chorro de vapor de agua hirviendo. "Yo vengo tranquila porque sé que aquí limpian constantemente y que los trabajadores usan todos mascarilla", sostiene la mujer.

Francisco Javier Durán, por su parte, declara que, "siempre he venido tranquilo". "Confío en la gente que trabaja aquí. Conozco al jefe desde hace años, y sé que en este local se desinfecta y se limpia".

Aún así, el bar ha perdido afluencia desde el lamentable "positivo" del Sergas, que convirtió una faringitis en un falso episodio del temible coronavirus.

Para el propietario del Casarello, las administraciones son en parte responsables del temor visceral de una parte de la población a pisar un local de hostelería. "Parece que somos nosotros los malos de la película, y que la gente solo coge el coronavirus en los bares. En las playas no debe haber ningún caso", ironiza Javier Fernández. "La hostelería no es culpable de todo, pero nos sentimos señalados y estigmatizados por la administración".