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El día que A Illa se unió al continente

El 14 de septiembre de 1985 se estrenaba el puente, la infraestructura que cambió por completo el municipio

El puente de A Illa se inauguró el 14 de septiembre de 1985. // Iñaki Abella

Un 14 de septiembre de 1985 ponía punto y final a siglos de aislamiento para A Illa, un aislamiento que había forjado ese carácter tan particular que muestran los isleños. Ese día se abría el puente que le une al continente, una infraestructura que resultaba vital para la entonces parroquia de Vilanova. Aquella jornada calurosa, con la que amaneció ese 14 de septiembre, acabaría ofreciendo dos inauguraciones, la oficial, en la que participaron políticos como Manuel Fraga o José Antonio Gago Lorenzo, una de las piezas clave en la existencia del puente, y la de la gente, que participó en una fiesta en O Regueiro y acabaría recorriendo el puente a pie.

Mucho ha cambiado el municipio desde entonces, tanto que gran parte de ella sería irreconocible para muchos, sobre todo a nivel urbanístico, donde las tradicionales casas con azulejos o conchas en sus paredes exteriores han dejado su sitio a edificios. Pero si hay algo en que se nota ese cambio experimentado en los últimos 35 años es en la cantidad de vehículos que existen. Antes de la inauguración del puente apenas había una docena de coches, casi todos ellos vinculados a las conserveras que estaban asentadas en A Illa. El que tenía coche, normalmente lo guardaba en algún garaje de Vilanova de Arousa. Sin embargo, hoy, el parque móvil de A Illa de Arousa supera con creces los 2.000 vehículos. La construcción del puente también supuso un desembolso estratosférico para la época, con una inversión de más de 1.500 millones de las pesetas de la época, asumidos inicialmente por el Ministerio de Obras Públicas, pero que, con la puesta en marcha de la Xunta de Galicia y el traspaso de competencias, acabaron siendo asumidos por la Consellería de aquel entonces.

Antes del puente, el único nexo de unión con el continente eran la "motora", el vapor de Ribeira o la barcaza, que atravesaban varias veces al día las aguas para atracar en alguno de los puertos que posee la lengua de tierra que da nombre a la ría de Arousa. La luz y el teléfono fueron otras dos grandes reclamaciones que llegaron antes del puente, pero hasta que la infraestructura no estuvo construida, nunca funcionaron correctamente. Las constantes averías del cable subterráneo acostumbraban a capitalizar la indignación de los isleños, sobre todo, porque cada corte de luz presagiaba una larga etapa sin suministro eléctrico, mientras se trataba de solucionar. Ahora, esos cables pasan por un canal que circula por debajo de la capa de rodadura del puente.

Todas esas circunstancias las recuerdan el propio alcalde, Carlos Iglesias, y el portavoz del Partido Popular, Juan José González Vázquez, con cuatro y 32 años respectivamente cuando se abrieron las puertas del continente, mientras el portavoz nacionalista, David Mochales, tan solo puede idealizarlas, ya que tardaría en nacer todavía quince años.

El actual regidor recuerda, a pesar de contar en aquel entonces con una muy corta edad, los mitos de la motora y la barcaza, las dos embarcaciones con las que se accedía a A Illa desde Vilanova. "Mi padre era médico en A Lama y, cada dos fines de semana volvíamos a casa. Teníamos que dejar el coche en una empresa de transportes de Vilanova cuyo propietario era amigo de mi padre para embarcarnos hasta A Illa". Tan solo en verano, el Ford Taurus que conducía su padre, entraba en A Illa en la barcaza y "ocupaba casi toda la embarcación, tan solo cabía otro coche más". De la jornada inaugural, Iglesias recuerda flashes, como el de ir andando por el puente a buscar el coche que estaba en Vilanova. "Regresamos a A Illa en él, y en las juntas de dilatación habían colocado tablones porque no llegaran las planchas de metal".

González Vázquez, por su parte, fue integrante de la comisión que luchó con ahínco para conseguir que el puente se convirtiese en una realidad. "Aquella jornada amaneció calurosa y clara, un día ideal para celebrar que, al fin, habíamos conseguido la llave para 6.000 presos, uno de los lemas que habíamos utilizado". Sin embargo, la jornada se acabaría enturbiando cuando un grupo de personas llegó a lanzar huevos y a insultar a varios de los políticos de la comitiva oficial, sobre todo a Manuel Fraga, que tendrían que retirarse después en barco. "Creo que algunas personas no supieron estar a la altura de lo que significaba aquel día para todos los vecinos de A Illa", explica. Propietario de un Simca 1.000, fue de los primeros coches que atravesaron el puente camino de Vilanova, algo que casi le cuesta un disgusto, cuando varias personas pensaron que formaba parte de la comitiva oficial. "La verdad es que, salvo en la cuestión demográfica, el puente ha cambiado por completo este pueblo, para bien, por la libertad que nos ofrece para desplazarnos, y para mal, porque quizás ya no tengamos esa unión entre vecinos que tanto se notaba antes", señala.

Mochales no conoce una Illa sin puente, algo que le habría gustado. "Siempre idealizas una situación así, sin apenas vehículos y marcando nuestra propia idiosincrasia como marcó, pero el puente se ha convertido en algo fundamental para nosotros por motivos más que evidentes".

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