La tortuga común "Abanqueiro", a la que llamaron así porque es el nombre de la playa de Boiro en la que fue encontrada en mayo pasado, recobró ayer a la libertad.

Fue dejada en algún punto de la plataforma continental tras haber estado a punto de morir, debido a un problema que afecta no solo a este tipo de animales, sino al conjunto de especies que pueblan los mares del planeta: los plásticos.

Este ejemplar de lo que popularmente se conoce como "tortuga boba" ( Caretta caretta) había ingerido pequeños plásticos, que posiblemente confundió con las medusas, y esto le habría obstruido el aparato digestivo.

Tuvo la fortuna de ser encontrada para ser recuperada, cuidada y mimada por los técnicos de la Coordinadora para el Estudio del Medio Marino (Cemma), la entidad que se encarga de la Red de Varamientos de Galicia.

Ayer, ya con fuerzas suficientes para nadar y alimentarse en libertad, y con un peso de 2,3 kilos -trescientos gramos más que cuando llegó- "Abanqueiro" zarpó desde el puerto de O Grove a bordo del pesquero escuela "Chasula", el aula de naturaleza flotante que patronea Isidro Mariño.

Fue así como el animal, de apenas 31 centímetros y ya recuperado de las leves heridas que presentaba en la cola y el caparazón, puso proa hacia la libertad, para satisfacción del propio armador, los integrantes la Cemma y la Consellería de Medio Ambiente, igualmente implicada en el desarrollo de la Red de Varamientos.

Desde este departamento, representado para la ocasión por la directora xeral de Patrimonio Natural, Belén do Campo, se felicitan por la recuperación del animal devuelto ayer al Atlántico, lejos ya de la costa, con la esperanza de que pueda alcanzar las aguas del Caribe.

Al mismo tiempo, exponen su preocupación por la abundancia de plásticos en el medio marino, confirmando que la tortuga empezó a recuperarse en cuanto pudo expulsar el material plástico que había consumido.

En este sentido, Belén do Campo resaltó que "la detección diagnóstica de plásticos es muy dificultosa porque no se detectan con métodos clínicos no invasivos, como las radiografías que se realizan rutinariamente en la exploración de los ejemplares ingresados" en la unidad de cuidados intensivos de la Cemma.

De ahí que resulte fundamental prevenir y, en consecuencia, evitar que los plásticos acaben en el mar, "porque además de ser un foco de contaminación del ecosistema importante, pueden llegar a provocar heridas considerables e incluso la muerte" tanto a las tortugas como a las aves y los mamíferos marinos que habitan la costa gallega o la visitan con asiduidad.

El de "Abanqueiro" no es, ni mucho menos, el único caso. En las dos últimas décadas fueron registradas 123 tortugas marinas vivas, entre ellas 10 de cuero ( Dermochelys coriacea), que pueden alcanzar los dos metros de longitud y 400 kilos de peso. Las 113 restantes fueron tortugas comunes juveniles, de 20 a 70 centímetros, lográndose reintroducir en el mar el 74% de ellas.